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Devorados por la bestia

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Las agresiones y los abusos modifican sus expresiones en cada época; sin embargo, las actitudes cambian poco, guardan entre sí muchas similitudes. Cuando aparecen reiteradamente víctimas, sometidas a muy variados abusos, sorprende la SUMISIÓN general ante los poderes maléficos. La aceptación de las conductas aberrantes conduce al envilecimiento y al sufrimiento de grandes mayorías. El gran político Adenauer, ironizaba contra la resignación inadecuada, por estúpìda; les estimulaba preguntándoles si pensaban que la mejor forma de aplacar a la bestia es permitirle que te devore. ¡Necesitamos respuestas alternativas!

¿Cómo percibe cada individuo los tan escabrosos avatares que nos salpican a diario? ¿Molestos? ¿Apesadumbrados? ¿Acaso indignados? ¿Resignados quizá? ¿Dispuestos a una respuesta enérgica como personas implicadas y responsables? ¿Son tolerados los enormes sueldos de las altas esferas? ¿Admitiremos el actual número de vividores a costa de la política? ¿Habrá que replantear el valor de las comisiones parasitarias establecidas alrededor del dinero público? La irrenunciable presencia de cada individuo, recobra su sentido cuando las avalanchas externas pretenden reducirnos a meras comparsas en las movidas dominantes. La historia adobada por los testaferros políticos no nos sirve, es absurda y ruin. El sentido de los saberes científicos, aún no es propiedad de nadie, ¿Lo será algún día? El dragón político con miles de bocas y muchos dientes afilados, no es un mandamiento natural inamovible. Pero las maneras utilizadas para afrontar las experiencias, resultan inquietantes, por la pasividad, la tolerancia mal entendida y casi suicida, o por la simple renuncia a la reflexión.

Hay una unidad fundamental de funcionamiento entre pensamiento, lenguaje y mundo (Gadamer); cada componente influye decisivamente sobre los restantes. Ese es un ENGRANAJE muy descuidado en los ambientes actuales; por eso chirrían y distorsionan las relaciones sociales. El descuido origina graves y variadas repercusiones. Una de las peores es el desquiciamiento a la hora de tomar decisiones personales. Una vez desgajadas las actuaciones de aquel buen engranaje, desaparece cualquier sentido de la responsabilidad; con el contento general de los sinvergüenzas y mangoneadores, quienes pasan a dilapidar el dinero público, engañan o tergiversan los argumentos; en una algarabía altisonante, huérfana de mejores criterios, que ni son buscados, en una huída disgregada y peligrosa. El desbarajuste va a mayores, con grandes medios peores hazañas. Preguntas y proyectos quedan en entredicho con este panorama. Así, permanece boyante el enigma de las soluciones.

El barullo no cesa, nos impide el mínimo reposo mental; con sorpresas desagradables en cada nueva gestión. Nunca acaban las vueltas de tuerca, generan un torbellino agobiante. Cualquier actividad está reglamentada hasta la saciedad. Hay que apretar muchos botones para contactar con la voz anónima de las grandes empresas, públicas o privadas. La sanidad y otros servicios sociales, hemos de pagarlos varias veces al son de los sucesivos decretos. ¿Cuántas cosas encubre el precio de la gasolina? Los impuestos y los recortes acucian. Mientras los miembros de la bestia dilapidan o juegan con aeropuertos inútiles, con aviones de juguete como estandarte; al ciudadano le tomaron medidas por todas partes, todo lo tienen estipulado y limitado. Estamos CARTOGRAFIADOS al milímetro. Me recuerda aquel episodio literario del rey que pedía un mapa de su territorio a escala natural, con todo (Borges). Las normas de cara al ciudadano, lo engloban en su totalidad. La gravedad estriba en las excepciones, que son muchas y escandalosas.

Hemos dado alcance a fabulosos descubrimientos, las nuevas técnicas son de tal envergadura, que permiten lo impensable hasta hace pocos años. ¡Qué bien! Palpábamos esa sensación todopoderosa de conseguir las mejoras como provisionales, por que enseguida vendrían nuevas superaciones. ¡Qué chasco! Las maniobras de ofuscación prevalecieron, endiosados por las maravillas o engañados por los diversos contubernios montados. Una especie de VELO MALÉFICO enturbió las expectativas. Empezando por el empleo masivo del anonimato. Los grandes entramados de las diferentes gestiones, mantienen escondidas a las principales responsabilidades. Las intenciones políticas no brillan por la transparencia. Los tapujos de los sinvergüenzas aprovechan todos los resquicios legales o institucionales. Y la población en general degusta el ambiente de noticias impersonales. En las mismas redes sociales impera esa falta de presencias identificadas. El velo no contribuye a la franqueza ni a la elaboración comprometida.

Cabe pensar en el recurso cultural como aprovisionamiento del bagaje necesario para plantar cara a la bestia que traigo hoy a colación y nos acosa siempre. Ahora bien, la cultura presenta numerosas capas de contenidos bien distintos. Comprende a la vez, modos de vida, costumbres, conocimientos, ciencias, manifestaciones artísticas, entretenimientos y un largo etcétera, que abarcan a todas las actividades humanas. En eso radica el meollo de nuestra debilidad, en el conglomerado de ETCÉTERAS culturales que nos confunden; sobre todo, por que hacen tabla rasa con todo, en una amalgama que otorga una validez similar a cualquier actividad. No parece equivalente la cultura abierta al aprendizaje y a la adquisión de las mejores cualidades; a la de otras acciones serviles ante ciertas ideologías, las vulgares por acomodación al menor esfuerzo o las intolerantes con la diversidad. El recurso cultural puede ser ramplón e improcedente para la convivencia encaminada al buen progreso; ese retroceso ocurre cuando predominan las carencias mencionadas y con ellas estaremos expuestos a ser devorados.

Las bocas, las garras y las intenciones son terroríficas; la bestia nos agrede desde el principio de los tiempos, eso es histórico. Cómo denominaremos sino al CONJUNTO TRÁGICO de las existencias encaminadas a la muerte, a las diferentes servidumbres inesquivables, las degeneraciones lamentables, la vergüenza de ciertos razonamientos, la corrupción reinante, las violencias francas y sus melifluos colaboradores…en un listado increíble e interminable. Los defectos y los excesos funcionan como aliados. Uno pensaría que disponemos de suficientes cualidades para una respuesta contundente y preventiva, pero los hechos indican lo contrario con notoria tozudez.

Aunque ya estemos medio tragados por la vorágine, parece que uno siempre mantiene la esperanza de algún remedio. Si lo esperamos desde fuera, mal cariz toman las cosas, el dominio de la pasividad y de las incongruencias es manifiesto. Quiero intuir que sirvan para algo, la capaciad del pensamiento, los progresos científicos o el arte con mejores orientaciones. La IMPERTINENCIA de la rebelión contra una época y sus conceptos agresivos, convierte en pertinente su práctica inmediata, a la vista de los desbarajustes actuales. El lenguaje no debe ablandar los peores calificativos, en vista de su pertinencia, definen a las claras los comportamientos desgraciados. Los mejores proyectos de la razón, judiciales, económicos, industriales o educativos, no deberían ser enturbiados por tanto mequetrefe circulante. ¿Qué rayo iluminará el horizonte?

Devorados por la bestia

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de julio de 2012, 07:09 h (CET)
Las agresiones y los abusos modifican sus expresiones en cada época; sin embargo, las actitudes cambian poco, guardan entre sí muchas similitudes. Cuando aparecen reiteradamente víctimas, sometidas a muy variados abusos, sorprende la SUMISIÓN general ante los poderes maléficos. La aceptación de las conductas aberrantes conduce al envilecimiento y al sufrimiento de grandes mayorías. El gran político Adenauer, ironizaba contra la resignación inadecuada, por estúpìda; les estimulaba preguntándoles si pensaban que la mejor forma de aplacar a la bestia es permitirle que te devore. ¡Necesitamos respuestas alternativas!

¿Cómo percibe cada individuo los tan escabrosos avatares que nos salpican a diario? ¿Molestos? ¿Apesadumbrados? ¿Acaso indignados? ¿Resignados quizá? ¿Dispuestos a una respuesta enérgica como personas implicadas y responsables? ¿Son tolerados los enormes sueldos de las altas esferas? ¿Admitiremos el actual número de vividores a costa de la política? ¿Habrá que replantear el valor de las comisiones parasitarias establecidas alrededor del dinero público? La irrenunciable presencia de cada individuo, recobra su sentido cuando las avalanchas externas pretenden reducirnos a meras comparsas en las movidas dominantes. La historia adobada por los testaferros políticos no nos sirve, es absurda y ruin. El sentido de los saberes científicos, aún no es propiedad de nadie, ¿Lo será algún día? El dragón político con miles de bocas y muchos dientes afilados, no es un mandamiento natural inamovible. Pero las maneras utilizadas para afrontar las experiencias, resultan inquietantes, por la pasividad, la tolerancia mal entendida y casi suicida, o por la simple renuncia a la reflexión.

Hay una unidad fundamental de funcionamiento entre pensamiento, lenguaje y mundo (Gadamer); cada componente influye decisivamente sobre los restantes. Ese es un ENGRANAJE muy descuidado en los ambientes actuales; por eso chirrían y distorsionan las relaciones sociales. El descuido origina graves y variadas repercusiones. Una de las peores es el desquiciamiento a la hora de tomar decisiones personales. Una vez desgajadas las actuaciones de aquel buen engranaje, desaparece cualquier sentido de la responsabilidad; con el contento general de los sinvergüenzas y mangoneadores, quienes pasan a dilapidar el dinero público, engañan o tergiversan los argumentos; en una algarabía altisonante, huérfana de mejores criterios, que ni son buscados, en una huída disgregada y peligrosa. El desbarajuste va a mayores, con grandes medios peores hazañas. Preguntas y proyectos quedan en entredicho con este panorama. Así, permanece boyante el enigma de las soluciones.

El barullo no cesa, nos impide el mínimo reposo mental; con sorpresas desagradables en cada nueva gestión. Nunca acaban las vueltas de tuerca, generan un torbellino agobiante. Cualquier actividad está reglamentada hasta la saciedad. Hay que apretar muchos botones para contactar con la voz anónima de las grandes empresas, públicas o privadas. La sanidad y otros servicios sociales, hemos de pagarlos varias veces al son de los sucesivos decretos. ¿Cuántas cosas encubre el precio de la gasolina? Los impuestos y los recortes acucian. Mientras los miembros de la bestia dilapidan o juegan con aeropuertos inútiles, con aviones de juguete como estandarte; al ciudadano le tomaron medidas por todas partes, todo lo tienen estipulado y limitado. Estamos CARTOGRAFIADOS al milímetro. Me recuerda aquel episodio literario del rey que pedía un mapa de su territorio a escala natural, con todo (Borges). Las normas de cara al ciudadano, lo engloban en su totalidad. La gravedad estriba en las excepciones, que son muchas y escandalosas.

Hemos dado alcance a fabulosos descubrimientos, las nuevas técnicas son de tal envergadura, que permiten lo impensable hasta hace pocos años. ¡Qué bien! Palpábamos esa sensación todopoderosa de conseguir las mejoras como provisionales, por que enseguida vendrían nuevas superaciones. ¡Qué chasco! Las maniobras de ofuscación prevalecieron, endiosados por las maravillas o engañados por los diversos contubernios montados. Una especie de VELO MALÉFICO enturbió las expectativas. Empezando por el empleo masivo del anonimato. Los grandes entramados de las diferentes gestiones, mantienen escondidas a las principales responsabilidades. Las intenciones políticas no brillan por la transparencia. Los tapujos de los sinvergüenzas aprovechan todos los resquicios legales o institucionales. Y la población en general degusta el ambiente de noticias impersonales. En las mismas redes sociales impera esa falta de presencias identificadas. El velo no contribuye a la franqueza ni a la elaboración comprometida.

Cabe pensar en el recurso cultural como aprovisionamiento del bagaje necesario para plantar cara a la bestia que traigo hoy a colación y nos acosa siempre. Ahora bien, la cultura presenta numerosas capas de contenidos bien distintos. Comprende a la vez, modos de vida, costumbres, conocimientos, ciencias, manifestaciones artísticas, entretenimientos y un largo etcétera, que abarcan a todas las actividades humanas. En eso radica el meollo de nuestra debilidad, en el conglomerado de ETCÉTERAS culturales que nos confunden; sobre todo, por que hacen tabla rasa con todo, en una amalgama que otorga una validez similar a cualquier actividad. No parece equivalente la cultura abierta al aprendizaje y a la adquisión de las mejores cualidades; a la de otras acciones serviles ante ciertas ideologías, las vulgares por acomodación al menor esfuerzo o las intolerantes con la diversidad. El recurso cultural puede ser ramplón e improcedente para la convivencia encaminada al buen progreso; ese retroceso ocurre cuando predominan las carencias mencionadas y con ellas estaremos expuestos a ser devorados.

Las bocas, las garras y las intenciones son terroríficas; la bestia nos agrede desde el principio de los tiempos, eso es histórico. Cómo denominaremos sino al CONJUNTO TRÁGICO de las existencias encaminadas a la muerte, a las diferentes servidumbres inesquivables, las degeneraciones lamentables, la vergüenza de ciertos razonamientos, la corrupción reinante, las violencias francas y sus melifluos colaboradores…en un listado increíble e interminable. Los defectos y los excesos funcionan como aliados. Uno pensaría que disponemos de suficientes cualidades para una respuesta contundente y preventiva, pero los hechos indican lo contrario con notoria tozudez.

Aunque ya estemos medio tragados por la vorágine, parece que uno siempre mantiene la esperanza de algún remedio. Si lo esperamos desde fuera, mal cariz toman las cosas, el dominio de la pasividad y de las incongruencias es manifiesto. Quiero intuir que sirvan para algo, la capaciad del pensamiento, los progresos científicos o el arte con mejores orientaciones. La IMPERTINENCIA de la rebelión contra una época y sus conceptos agresivos, convierte en pertinente su práctica inmediata, a la vista de los desbarajustes actuales. El lenguaje no debe ablandar los peores calificativos, en vista de su pertinencia, definen a las claras los comportamientos desgraciados. Los mejores proyectos de la razón, judiciales, económicos, industriales o educativos, no deberían ser enturbiados por tanto mequetrefe circulante. ¿Qué rayo iluminará el horizonte?

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