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Miramos con poca atención a quienes desvirtúan la sociedad...;por eso campan a sus anchas

Miradas menguantes

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Ah de la vida!...Nadie responde”. Quevedo

En las tareas de observación, en las miradas, la intensidad varía en cada experiencia. Cerramos los ojos cuando no queremos ver, oteamos los rasgos superficiales o penetramos con esfuerzo en las mayores honduras. El genio de Quevedo indagaba con intensidad. No encontraba respuestas para el conocimiento de lo que es y representa la VIDA. Ahora ya no se miran las cosas tan a fondo; aquellas inquietudes de los interrogantes, son planteamientos periclitados; fuera de los modos imperantes en la actualidad. ¿Reduciremos las consideraciones sobre la vida a los datos científicos contrastados? Las aportaciones de la BIOLOGÍA amplían los conocimientos sobre la trama de moléculas y sus funciones; aunque, la conciencia, la sensibilidad, el concepto radical de lo que es la vida, su origen y significado, permanecen fuera de sus atribuciones. ¿Sólo por ahora? El enigma mantiene su potencia, aunque el interés reduce sus pesquisas hacia lo puramente biológico, dejando de lado otras consideraciones relevantes de las personas. ¿Nos conviene la mirada reduccionista?

Una paradoja un tanto lamentable. Cada día somos más desaprensivos en el trato de las cualidades humanas, vean donde quedaron aparcadas la sinceridad, la honradez, la reflexión o el trato con la excelencia; desaparecieron de los requerimientos y debates actuales, sus consecuencias gravitan sobre la sociedad. Por el contrario, vivimos copados por las tendencias de una orgullosa pretensión, la de ejercer de soberanos totalitarios de nuestro yo, al margen de posibles consideraciones ajenas. Dueños absolutos del cuerpo propio, de la mente y de las decisiones, al menos en función de lo proclamado; negamos cualquier superioridad de otras influencias, esencias, conceptos o dioses. Sin apercibirnos de ello o a propósito, nos hemos despojado de importantes posibilidades de superación, hemos abolido la TRASCENDENCIA de nuestras actuaciones.

No menciono exclusivamente las repercusiones de la trascendencia divina, negada por los no creyentes; sino, también, las del verdadero sentido artístico, la educación al completo o el esmero en las labores efectuadas, entre otras. Como digo, de manera progresiva abocamos a la disminución en primer lugar y la abolición en no pocos casos, de dichas ambiciones necesarias para trascender de una mera presencia física. ¿Somos algo más que partículas y funciones físicas? Cada cual será el autor de su propia respuesta ante los susodichos repliegues.

La autenticidad pierde sus atributos, a fuerza de disminuir los componentes de su constitución o de añadirle componentes falsos. En la medida que una persona olvida sus caraterísticas esenciales, degenera o destruye su identidad de auténtica persona. Corren tiempos de una espontaneidad impetuosa, que desatiende otros aspectos cruciales, como si lo ESPONTÁNEO constituyera el nivel máximo de la personalidad. Podemos observarlo en declaraciones, manifestaciones y diversas relaciones sociales. Evidencian la frivolidad de una actitud, la de prescindir de una mínima reflexión sobre la naturaleza de la persona. La espontaneidad valorable necesita del acompañamiento de las mejores cualidades naturales, instintos, sentimientos, consideraciones comunitarias y la aplicación racional de la inteligencia. En la medida de la supresión o el olvido de cada cualidad, la espontaneidad queda reducida a impulsos aislados, refleja una escasa autenticidad como humanos. Esa mengua de atributos beneficia a todos los manipuladores que observamos en los diversos sectores.

Hay noticias demoledoras. Como la desaparición de algún familiar, el hundimiento económico o un diagnóstico grave; desdichas particulares, agravadas por los desastres colectivos de importancia. Suponen un reto notable para los afectados, a veces quedan marcados para toda la vida, ante una superación imposible. Las dificultades ponen a prueba a cada ser humano, el DESAFÍO VITAL plantea su crudeza erigido con total arrogancia, haciendo frente a la libertad y cualidades de cada individuo. Cuando los objetivos del proyecto vital de ese sujeto tienen consistencia, su historia personal confiere un significado a los actos realizados; ahora bien, le exige un planteamiento, esfuerzo y tenacidad, en las diferentes fases. Sea por las presiones sociales o por las limitaciones propias, es demasiado habitual el descubrimiento de personas limitadas a las vicisitudes inmediatas, con la acumulación de renuncias en la elaboración de aquel proyecto necesario.

Las miradas menguadas, por sus escasas pretensiones, simplifican las cosas hasta extremos peligrosos. En efecto, veamos, la reducción del amor a sexo, de la idea comunitaria al escueto número de individuos, la felicidad a dinero, la labor sindical a la poltrona de sus líderes, la democracia a la votación cuatrienal; nos introducen en simplezas desatinadas que nos dejan sin amor, ausentes en la cooperación social, infelices, con sindicatos desvaídos y sin democracia que se precie. Justo cuando comenzamos a intuir algunos secretos CUÁNTICOS, de causas inexplicadas y de una enorme complejidad. Aquellas pérdidas resaltan con los ejemplos citados y muchos más, de parecida orientación, comprobamos la sorprendente presencia de las simplezas en nuestros entornos.

A pesar de las distancias, los movimientos de unas partículas influyen sobre otras muy alejadas; las partículas situadas en una neurona, ¿Hasta dónde alcanzarán en sus influencias? Vuelvo con las neuronas, las partículas pueden estar en varios sitios a la vez, ¿En cuántos? ¿Con qué efectos variables? Al introducir mecanismos y métodos para observar esos funcionamientos cerebrales, ¿Variarán sus comportamientos? Después de las introducciones sencillas sobre estos conocimientos, las maniobras de simplificación quedan rídiculas. No queda otro remedio, hay que adentrarse en la complejidad y asimilar sus condiciones.

Cuando predominan los puntos de vista pasotas, al no prestar atención a las circunstancias ambientales, nos dejamos arrastrar por los ciclones ajenos; nunca faltan voluntarios para manejar a los indecisos. Con estas trazas no hay sociedad participativa que valga, nos limitaremos a la contemplación de las diferentes modalidades de arrastre utilizadas. Tampoco habrá diálogo constructivo; si uno no quiere, dos no dialogan; si no quieren los dos, menos aún. Al ser muchos los indolentes, el monólogo de unos pocos poderosos y su presiones, marcarán el camino a seguir por el resto. A la vez que otras inconveniencias, nos hemos desprendido progresivamente del conocido concepto de RELIGACIÓN con nuestra realidad.

Por no verlo, por incómodo o por sentirnos independientes de Él, nos hemos desprendido del tutelaje de Dios; de los ídolos paganos aún conservamos muchos acompañantes. Del Universo en general cuesta sentirse partícipe, quizá por su lejanía y por los misterios que acumula, también lo alejamos de nuestras miradas habituales. En el siguiente eslabón, seguimos ignorando incomodidades, los ciudadanos ocupantes de territorios lejanos y, poco a poco, las interferencias más próximas de los contactos en directo; cada cual ocupa sus interesadas posiciones. Quedamos así reducidos al mínimo, AISLADOS en el cubículo mental y físico, ni a las propias esencias atendemos; el desinterés agranda la ligereza. Con esa poquita cosa, las expectativas sugerentes no aparecen por ninguna parte.

Miradas menguantes

Miramos con poca atención a quienes desvirtúan la sociedad...;por eso campan a sus anchas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 6 de julio de 2012, 06:41 h (CET)
Ah de la vida!...Nadie responde”. Quevedo

En las tareas de observación, en las miradas, la intensidad varía en cada experiencia. Cerramos los ojos cuando no queremos ver, oteamos los rasgos superficiales o penetramos con esfuerzo en las mayores honduras. El genio de Quevedo indagaba con intensidad. No encontraba respuestas para el conocimiento de lo que es y representa la VIDA. Ahora ya no se miran las cosas tan a fondo; aquellas inquietudes de los interrogantes, son planteamientos periclitados; fuera de los modos imperantes en la actualidad. ¿Reduciremos las consideraciones sobre la vida a los datos científicos contrastados? Las aportaciones de la BIOLOGÍA amplían los conocimientos sobre la trama de moléculas y sus funciones; aunque, la conciencia, la sensibilidad, el concepto radical de lo que es la vida, su origen y significado, permanecen fuera de sus atribuciones. ¿Sólo por ahora? El enigma mantiene su potencia, aunque el interés reduce sus pesquisas hacia lo puramente biológico, dejando de lado otras consideraciones relevantes de las personas. ¿Nos conviene la mirada reduccionista?

Una paradoja un tanto lamentable. Cada día somos más desaprensivos en el trato de las cualidades humanas, vean donde quedaron aparcadas la sinceridad, la honradez, la reflexión o el trato con la excelencia; desaparecieron de los requerimientos y debates actuales, sus consecuencias gravitan sobre la sociedad. Por el contrario, vivimos copados por las tendencias de una orgullosa pretensión, la de ejercer de soberanos totalitarios de nuestro yo, al margen de posibles consideraciones ajenas. Dueños absolutos del cuerpo propio, de la mente y de las decisiones, al menos en función de lo proclamado; negamos cualquier superioridad de otras influencias, esencias, conceptos o dioses. Sin apercibirnos de ello o a propósito, nos hemos despojado de importantes posibilidades de superación, hemos abolido la TRASCENDENCIA de nuestras actuaciones.

No menciono exclusivamente las repercusiones de la trascendencia divina, negada por los no creyentes; sino, también, las del verdadero sentido artístico, la educación al completo o el esmero en las labores efectuadas, entre otras. Como digo, de manera progresiva abocamos a la disminución en primer lugar y la abolición en no pocos casos, de dichas ambiciones necesarias para trascender de una mera presencia física. ¿Somos algo más que partículas y funciones físicas? Cada cual será el autor de su propia respuesta ante los susodichos repliegues.

La autenticidad pierde sus atributos, a fuerza de disminuir los componentes de su constitución o de añadirle componentes falsos. En la medida que una persona olvida sus caraterísticas esenciales, degenera o destruye su identidad de auténtica persona. Corren tiempos de una espontaneidad impetuosa, que desatiende otros aspectos cruciales, como si lo ESPONTÁNEO constituyera el nivel máximo de la personalidad. Podemos observarlo en declaraciones, manifestaciones y diversas relaciones sociales. Evidencian la frivolidad de una actitud, la de prescindir de una mínima reflexión sobre la naturaleza de la persona. La espontaneidad valorable necesita del acompañamiento de las mejores cualidades naturales, instintos, sentimientos, consideraciones comunitarias y la aplicación racional de la inteligencia. En la medida de la supresión o el olvido de cada cualidad, la espontaneidad queda reducida a impulsos aislados, refleja una escasa autenticidad como humanos. Esa mengua de atributos beneficia a todos los manipuladores que observamos en los diversos sectores.

Hay noticias demoledoras. Como la desaparición de algún familiar, el hundimiento económico o un diagnóstico grave; desdichas particulares, agravadas por los desastres colectivos de importancia. Suponen un reto notable para los afectados, a veces quedan marcados para toda la vida, ante una superación imposible. Las dificultades ponen a prueba a cada ser humano, el DESAFÍO VITAL plantea su crudeza erigido con total arrogancia, haciendo frente a la libertad y cualidades de cada individuo. Cuando los objetivos del proyecto vital de ese sujeto tienen consistencia, su historia personal confiere un significado a los actos realizados; ahora bien, le exige un planteamiento, esfuerzo y tenacidad, en las diferentes fases. Sea por las presiones sociales o por las limitaciones propias, es demasiado habitual el descubrimiento de personas limitadas a las vicisitudes inmediatas, con la acumulación de renuncias en la elaboración de aquel proyecto necesario.

Las miradas menguadas, por sus escasas pretensiones, simplifican las cosas hasta extremos peligrosos. En efecto, veamos, la reducción del amor a sexo, de la idea comunitaria al escueto número de individuos, la felicidad a dinero, la labor sindical a la poltrona de sus líderes, la democracia a la votación cuatrienal; nos introducen en simplezas desatinadas que nos dejan sin amor, ausentes en la cooperación social, infelices, con sindicatos desvaídos y sin democracia que se precie. Justo cuando comenzamos a intuir algunos secretos CUÁNTICOS, de causas inexplicadas y de una enorme complejidad. Aquellas pérdidas resaltan con los ejemplos citados y muchos más, de parecida orientación, comprobamos la sorprendente presencia de las simplezas en nuestros entornos.

A pesar de las distancias, los movimientos de unas partículas influyen sobre otras muy alejadas; las partículas situadas en una neurona, ¿Hasta dónde alcanzarán en sus influencias? Vuelvo con las neuronas, las partículas pueden estar en varios sitios a la vez, ¿En cuántos? ¿Con qué efectos variables? Al introducir mecanismos y métodos para observar esos funcionamientos cerebrales, ¿Variarán sus comportamientos? Después de las introducciones sencillas sobre estos conocimientos, las maniobras de simplificación quedan rídiculas. No queda otro remedio, hay que adentrarse en la complejidad y asimilar sus condiciones.

Cuando predominan los puntos de vista pasotas, al no prestar atención a las circunstancias ambientales, nos dejamos arrastrar por los ciclones ajenos; nunca faltan voluntarios para manejar a los indecisos. Con estas trazas no hay sociedad participativa que valga, nos limitaremos a la contemplación de las diferentes modalidades de arrastre utilizadas. Tampoco habrá diálogo constructivo; si uno no quiere, dos no dialogan; si no quieren los dos, menos aún. Al ser muchos los indolentes, el monólogo de unos pocos poderosos y su presiones, marcarán el camino a seguir por el resto. A la vez que otras inconveniencias, nos hemos desprendido progresivamente del conocido concepto de RELIGACIÓN con nuestra realidad.

Por no verlo, por incómodo o por sentirnos independientes de Él, nos hemos desprendido del tutelaje de Dios; de los ídolos paganos aún conservamos muchos acompañantes. Del Universo en general cuesta sentirse partícipe, quizá por su lejanía y por los misterios que acumula, también lo alejamos de nuestras miradas habituales. En el siguiente eslabón, seguimos ignorando incomodidades, los ciudadanos ocupantes de territorios lejanos y, poco a poco, las interferencias más próximas de los contactos en directo; cada cual ocupa sus interesadas posiciones. Quedamos así reducidos al mínimo, AISLADOS en el cubículo mental y físico, ni a las propias esencias atendemos; el desinterés agranda la ligereza. Con esa poquita cosa, las expectativas sugerentes no aparecen por ninguna parte.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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