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Etiquetas | Felipe VI | Política | Cataluña
El Rey y el Gobierno, cada uno por su lado, coinciden ante la amenaza de secesión en Cataluña

Felipe VI y Rajoy frente al secesionismo

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Veamos sus manifestaciones. Gobierno: Existen los poderes del Estado, todos los poderes del Estado, no sólo los del poder Ejecutivo. El Gobierno tiene su cometido. Pero cada uno tiene su obligación y todo el mundo sabe qué hacer. Rey: “...ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía”.

La primera corresponde a un alto cargo del Gobierno en un pasillo del Congreso de los Diputados hace unos días (se publicó bajo el título ‘Sting y la táctica de Rajoy en Cataluña’). En ella se muestra la postura del Gobierno: Saber qué hacer y confiar en que todos los poderes del Estado conozcan su cometido y lo cumplan. La segunda es una frase del discurso del Rey Felipe VI en la noche del 3 de octubre que no necesita explicación.

Frente a la postura del Gobierno, hay opiniones contrapuestas sobre si, además de prever y vigilar comportamientos, debiera intervenir; o dejar libertad de actuación. Por lo visto hasta ahora, parece que se ha optado por no intervenir. Mas adelante trataremos de entrever por qué.

También hay opiniones distintas sobre la postura que debe adoptar el Rey. La militar, que en privado definía un coronel hace unas horas: Como Jefe del Ejército y para evitar demasiadas muertes, ordenar al Capitán General de Cataluña la intervención inmediata en defensa de la integridad de la Patria. La pasiva, de una parte de la izquierda y algún analista, que cree oportuno aislar a La Corona del conflicto para, en algún supuesto, usarla como mediadora. Y la de Jefe del Estado activo que marca directrices.

Tras la intervención del Rey, además de críticas y opiniones, se ha producido esa mezcla de noticias y bulos que forman parte del mundillo de una prensa que ha de considerar un todo en el que caben análisis neutros, opiniones interesadas, intoxicadores de oficio, y las declaraciones de políticos de distinta condición.

Entre todo, destacan dos hechos: Las supuestas presiones al Rey para que saliera a la palestra (se citaban presiones militares, económicas y diplomáticas y se propalaban unos comunicados durísimos y sin prueba de autenticidad). Y la postura del partido en el Gobierno y su presidente, según información próxima a Radio Nacional de España, contraria a que el Rey interviniera. Sea como sea, lo cierto es que el Rey ha intervenido. Y que con su declaración parece apoyar al Gobierno. Cotejando las manifestaciones del principio, hemos de reconocer que el Rey y el Gobierno coinciden frente a la amenaza que supone la secesión en Cataluña: Es responsabilidad de los poderes del Estado asegurar el orden constitucional, el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.

Tomando lo anterior por cierto, conviene tratar de entrever por qué. Por qué el Rey (con la postura mostrada) y Rajoy (con una actuación pasiva) no optan por la acción inmediata de las instituciones que representan (Corona y Gobierno) y ambos fían el futuro a la responsabilidad de los poderes del Estado. Amparando la actuación real en lo fijado por la Constitución, quedan por conocer las razones que mueven a Rajoy a actuar como lo hace (con la confusión inducida que llega desde fuentes próximas a Radio Nacional de España). A simple vista, parece como si entendiera que la mejor forma de hacer es no hacer nada. Pero eso supone, para él y para el Partido Popular, descrédito; y unos perjuicios que comprometen el porvenir. Por ello, hay que suponer que hay algo más: ¿Deja que cada adversario perezca por su incompetencia? ¿Espera el desfile de los cadáveres de enemigos políticos? ¿Falta de ideas? ¿O algo más?.

Sin duda, hay más. Es ilógico que Rajoy haya decidido acabar su carrera política víctima de alguna de las respuestas que pudieran contestar esas preguntas.

Veamos otro porqué: Rajoy, desde su atalaya y con una visión fruto de la actividad científica, conoce de forma irrefutable (la privilegiada que le dan los instrumentos al servicio del poder) todos y cada uno de los supuestos de las realidades del momento y los hechos que puedan producirse. Los demás, observadores y analistas, hacen juicios en función de los conocimientos que tienen, las impresiones que reciben y los métodos de deducción que usan. Pero el Presidente, además, dispone de los instrumentos que la ‘ciencia estatal’ le brinda: técnicos diversos, especialistas en sociología y prevención de evoluciones varias (mercado, economía, opinión, intención de voto, evolución de masas sociales...). Y, muy importante y desconocido, el uso de los algoritmos que son de aplicación. El algoritmo, se sabe, es el ‘conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permiten hacer un cálculo y hallar la solución de un tipo de problemas’, entre ellos, los socio-políticos.

Esas operaciones sistemáticas, aplicadas en el análisis de datos y en la previsión de evoluciones, están a disposición del Presidente. Pudiendo usarlas, es lógico que las haya empleado en momentos especiales. Con la previsión de consecuencias que hoy todos vemos, pero con efectos que sólo él conoce para el futuro y conoció en el pasado.

Desde esa óptica, la acción de Rajoy en las legislaturas como Presidente del Gobierno (X, XI y XII actual), parece responder a una lógica que concuerda con su carácter; y con los resultados de aplicación de los algoritmos socio-políticos que no conocemos y estuvieron a su servicio. Hoy vemos que su comportamiento en la Legislatura X responde a algo preconcebido (controlar crisis bancaria, disminuir el paro, relanzar la economía, etc). También podemos comprobar que su táctica al comenzar las Legislaturas XI y XII prolongó su estancia en el Palacio de la Moncloa, consiguió la actuación del Rey entonces, y produjo las trifulcas y descrédito de Sánchez, Rivera e Iglesias.

¿Por qué no suponer que hoy, como antaño, la actuación de Rajoy es consecuencia de la estrategia derivada de la ‘ciencia política’ que puede usar? Si fuera así, cabe deducir que lo que hoy ocurre en Cataluña ya ha sido previsto. Con todas sus variantes. Y con lo que conocemos: Actuación del Estado en Cataluña. Recurso sobre la constitucionalidad de artículos del Estatut. Postura del PP y Gobierno. Trato con los grupos políticos nacionales. Permisividad con la autonomía indócil. Información sesgada de medios de información catalanes... Y un largo etcétera en el que, con la actuación de los Poderes del Estado, caben algunos de los supuestos que están sobre la mesa: Detenciones de supuestos sediciosos y desobedientes. Comportamiento de los Mossos y sus mandos. El trato a la Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña, su alojamiento,...

Y otros, muy duros y desconocidos, que hoy puede conocer el Presidente del Gobierno. Sólo él: ¿Revueltas locales? ¿Enfrentamientos entre sectores catalanes? ¿Guerra Civil?

Desde ese supuesto, la concordancia del Rey con el Presidente del Gobierno frente a la situación en Cataluña puede que ya estuviera analizada, prevista, y decidida.

Queda, una pregunta ¿Se han previsto consecuencias? Y un deseo: Que quienes lo calcularon hayan acertado.

Felipe VI y Rajoy frente al secesionismo

El Rey y el Gobierno, cada uno por su lado, coinciden ante la amenaza de secesión en Cataluña
José Luis Heras Celemín
jueves, 5 de octubre de 2017, 07:47 h (CET)
Veamos sus manifestaciones. Gobierno: Existen los poderes del Estado, todos los poderes del Estado, no sólo los del poder Ejecutivo. El Gobierno tiene su cometido. Pero cada uno tiene su obligación y todo el mundo sabe qué hacer. Rey: “...ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía”.

La primera corresponde a un alto cargo del Gobierno en un pasillo del Congreso de los Diputados hace unos días (se publicó bajo el título ‘Sting y la táctica de Rajoy en Cataluña’). En ella se muestra la postura del Gobierno: Saber qué hacer y confiar en que todos los poderes del Estado conozcan su cometido y lo cumplan. La segunda es una frase del discurso del Rey Felipe VI en la noche del 3 de octubre que no necesita explicación.

Frente a la postura del Gobierno, hay opiniones contrapuestas sobre si, además de prever y vigilar comportamientos, debiera intervenir; o dejar libertad de actuación. Por lo visto hasta ahora, parece que se ha optado por no intervenir. Mas adelante trataremos de entrever por qué.

También hay opiniones distintas sobre la postura que debe adoptar el Rey. La militar, que en privado definía un coronel hace unas horas: Como Jefe del Ejército y para evitar demasiadas muertes, ordenar al Capitán General de Cataluña la intervención inmediata en defensa de la integridad de la Patria. La pasiva, de una parte de la izquierda y algún analista, que cree oportuno aislar a La Corona del conflicto para, en algún supuesto, usarla como mediadora. Y la de Jefe del Estado activo que marca directrices.

Tras la intervención del Rey, además de críticas y opiniones, se ha producido esa mezcla de noticias y bulos que forman parte del mundillo de una prensa que ha de considerar un todo en el que caben análisis neutros, opiniones interesadas, intoxicadores de oficio, y las declaraciones de políticos de distinta condición.

Entre todo, destacan dos hechos: Las supuestas presiones al Rey para que saliera a la palestra (se citaban presiones militares, económicas y diplomáticas y se propalaban unos comunicados durísimos y sin prueba de autenticidad). Y la postura del partido en el Gobierno y su presidente, según información próxima a Radio Nacional de España, contraria a que el Rey interviniera. Sea como sea, lo cierto es que el Rey ha intervenido. Y que con su declaración parece apoyar al Gobierno. Cotejando las manifestaciones del principio, hemos de reconocer que el Rey y el Gobierno coinciden frente a la amenaza que supone la secesión en Cataluña: Es responsabilidad de los poderes del Estado asegurar el orden constitucional, el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.

Tomando lo anterior por cierto, conviene tratar de entrever por qué. Por qué el Rey (con la postura mostrada) y Rajoy (con una actuación pasiva) no optan por la acción inmediata de las instituciones que representan (Corona y Gobierno) y ambos fían el futuro a la responsabilidad de los poderes del Estado. Amparando la actuación real en lo fijado por la Constitución, quedan por conocer las razones que mueven a Rajoy a actuar como lo hace (con la confusión inducida que llega desde fuentes próximas a Radio Nacional de España). A simple vista, parece como si entendiera que la mejor forma de hacer es no hacer nada. Pero eso supone, para él y para el Partido Popular, descrédito; y unos perjuicios que comprometen el porvenir. Por ello, hay que suponer que hay algo más: ¿Deja que cada adversario perezca por su incompetencia? ¿Espera el desfile de los cadáveres de enemigos políticos? ¿Falta de ideas? ¿O algo más?.

Sin duda, hay más. Es ilógico que Rajoy haya decidido acabar su carrera política víctima de alguna de las respuestas que pudieran contestar esas preguntas.

Veamos otro porqué: Rajoy, desde su atalaya y con una visión fruto de la actividad científica, conoce de forma irrefutable (la privilegiada que le dan los instrumentos al servicio del poder) todos y cada uno de los supuestos de las realidades del momento y los hechos que puedan producirse. Los demás, observadores y analistas, hacen juicios en función de los conocimientos que tienen, las impresiones que reciben y los métodos de deducción que usan. Pero el Presidente, además, dispone de los instrumentos que la ‘ciencia estatal’ le brinda: técnicos diversos, especialistas en sociología y prevención de evoluciones varias (mercado, economía, opinión, intención de voto, evolución de masas sociales...). Y, muy importante y desconocido, el uso de los algoritmos que son de aplicación. El algoritmo, se sabe, es el ‘conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permiten hacer un cálculo y hallar la solución de un tipo de problemas’, entre ellos, los socio-políticos.

Esas operaciones sistemáticas, aplicadas en el análisis de datos y en la previsión de evoluciones, están a disposición del Presidente. Pudiendo usarlas, es lógico que las haya empleado en momentos especiales. Con la previsión de consecuencias que hoy todos vemos, pero con efectos que sólo él conoce para el futuro y conoció en el pasado.

Desde esa óptica, la acción de Rajoy en las legislaturas como Presidente del Gobierno (X, XI y XII actual), parece responder a una lógica que concuerda con su carácter; y con los resultados de aplicación de los algoritmos socio-políticos que no conocemos y estuvieron a su servicio. Hoy vemos que su comportamiento en la Legislatura X responde a algo preconcebido (controlar crisis bancaria, disminuir el paro, relanzar la economía, etc). También podemos comprobar que su táctica al comenzar las Legislaturas XI y XII prolongó su estancia en el Palacio de la Moncloa, consiguió la actuación del Rey entonces, y produjo las trifulcas y descrédito de Sánchez, Rivera e Iglesias.

¿Por qué no suponer que hoy, como antaño, la actuación de Rajoy es consecuencia de la estrategia derivada de la ‘ciencia política’ que puede usar? Si fuera así, cabe deducir que lo que hoy ocurre en Cataluña ya ha sido previsto. Con todas sus variantes. Y con lo que conocemos: Actuación del Estado en Cataluña. Recurso sobre la constitucionalidad de artículos del Estatut. Postura del PP y Gobierno. Trato con los grupos políticos nacionales. Permisividad con la autonomía indócil. Información sesgada de medios de información catalanes... Y un largo etcétera en el que, con la actuación de los Poderes del Estado, caben algunos de los supuestos que están sobre la mesa: Detenciones de supuestos sediciosos y desobedientes. Comportamiento de los Mossos y sus mandos. El trato a la Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña, su alojamiento,...

Y otros, muy duros y desconocidos, que hoy puede conocer el Presidente del Gobierno. Sólo él: ¿Revueltas locales? ¿Enfrentamientos entre sectores catalanes? ¿Guerra Civil?

Desde ese supuesto, la concordancia del Rey con el Presidente del Gobierno frente a la situación en Cataluña puede que ya estuviera analizada, prevista, y decidida.

Queda, una pregunta ¿Se han previsto consecuencias? Y un deseo: Que quienes lo calcularon hayan acertado.

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