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Las divergencias están para ejercerlas, no sólo para un parloteo insustancial

Divergencias

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Los intrincados recovecos de la mente, convierten en casi imposibles los acuerdos. Llegado el caso de tales, será preciso escarbar el contenido de la sintonía, no sea una falsedad encubierta por una dialéctica viciada. Ya sabemos de antiguo la importancia del punto de vista, del cristal, a través del cual miramos las cosas. No hay mucha distancia entre estas diferencias de apreciación y los ENGAÑOS propiamente dichos. La claridad y el buen debate son imprescindibles para unas relaciones dignas. Además, por añadidura, las realidades cambian de un instante al inmediato; ese dinamismo nos remueve los cimientos a cada paso.

Valga como una introducción este cuento breve titulado Divergencias, en el que sitúo al agente financiero protagonista, como referencia a las disparidades derivadas del punto de observación:
“El insomnio y las pesadillas acechaban implacables al ilustre agente financiero, pastillas y cafés contribuían a su agitación, acentuaban sus inquietudes. Él afirmaría que los índices bursátiles ocasionaban sus torturas. Freud, un tanto socarrón, descubriría reflejos inmisericordes de tantas gentes abrasadas a raíz de aquellas especulaciones”

La ironía del cuento, no supone mala intención, muy al contrario; el subconsciente pulula por debajo de las inquietudes y de las actuaciones personales. Lo hace en un doble sentido, acoge las huellas de los comportamientos previos y aporta impulsos para las nuevas iniciativas. Al ponerse de manifiesto, puede delatar intenciones perversas que estaban latentes y expresar algo más de lo previsto por los protagonistas. Si bien el desconocimiento nos sitúa ante limitaciones de todo tipo, la evidencia de los LAZOS SOCIALES no debe ser puesta en cuestión. Formamos parte irrenunciable de dicho conjunto. Sin embargo, meter en la cabeza de financieros, políticos y demás componentes del género de los endiosados; que la razón es limitada y las personas muy variadas; esa, es una tarea que roza la utopía. Una divergencia de las peores, radica en esa creencia de muchos pretenciosos, la de su colocación por encima del resto de ciudadanos.

La igualdad es una bandera dominante en las manifestaciones públicas, aunque conocemos de sobra la fuerza del viento; al socaire de sus remolinos, las bandera tremolan en la dirección oportunista. Estos días, como en tantas épocas anteriores, los oradores de turno, realzan la famosa igualdad, sobre todo aplicada a los trámites de la JUSTICIA. Precisamente, cuando la familia real, los gestores saqueadores de bancos, terroristas y sus adláteres, como también diversos cargos públicos en activo; provocan el gesto adusto de los ciudadanos. La disparidad de criterios entre la gente común y aquellas declaraciones, provoca la animadversión general. El trato desigual para los truhanes y sus familiares, lo tenemos a la vista. De tan explícito, suena a burla grotesca el que nos intenten inducir en la creencia igualitaria. No hace falta prestar demasiada atención, los hechos son flagrantes y repetidos.

No es que las opiniones vertidas sean absurdas, que pueden serlo, pero proceden de fuentes distintas; en sí mismas, son coherentes con su mentalidad generadora, aunque resulten contradictorias. Así nos llega el reflejo de las diversas maneras de pensar. Ante el reciente vaciamiento de cualquier fondo con dinero público; la ESQUILMACIÓN es notoria, convertida en hechos contrastados. Pues bien, las divergencias las escuchamos por doquier. Quienes abundarían con el despropósito del gasto y la desfachatez de unas deudas contraídas sin reparos, con el mayor desprecio de lo ajeno. Y quienes piensan en la corrección de dichas actitudes, en busca de una cierta sensatez. Entre dichos criterios opuestos, me llama la atención una curiosidad alarmante; en las variadas tendencias políticas que nos acechan, sucedieron despilfarros enormes. Visto así el panorama, es natural la dificultad para la mejora de los planes sociales. La indignación y la vigilancia ciudadana exige una mayor cordura.

Comprendo la dificultad para establecer una sintonía generalizada, los apuros derivados de la crisis actual, aún la hacen más difícil. Si cité los despilfarros como origen de valoraciones encontradas; tampoco reinan los acuerdos a la hora de los RECORTES. No cabe duda, van ligados a la cuantía de los derroches previos. Una primera divergencia con estos planes de ajuste, brota desprestigiada desde su origen, puesto que proviene de quienes derraparon con los endeudamientos y nos mantuvieron desinformados del alcance de sus desmanes.

Al acercarnos a las personas de niveles económicos medios y bajos, los perdedores de siempre; disentiremos por fuerza y con repulsión, ante la distribución de los recortes. Las tijeras podan por abajo y apenas insinuan algún gesto en las cumbres políticas o sociales, que mantienen PREBENDAS importantes (Diputados europeos y nacionales, sindicatos, empresas semioficiales adjudicadas a…). No casan los recortes sanitarios con las costosas embajadas catalanas, ni las devaluaciones de sueldos o pensiones están en proporción con el trato dado a las opulencias bancarias. Las divergencias aumentan a medida que lo hace la información.

En estas disquisiciones, planeamos alrededor de unas divergencias con tintes de radicales, debido sobre todo a su gran repercusión general; pero dejadas de lado a la hora de sus consideraciones prácticas. ¿Por comodidad? ¿Por estupidez? Giran en la confusión permanente de dos conceptos, pluralismo y excelencia; como si hacer las cosas lo mejor posible, estuviera reñido con la diversidad de participantes y de sus cualidades. Tratamos con la divergencia de la MEDIOCRIDAD. Unos admiten lo plural como un salir del paso con trampas o como sea, sin otras miras. Mientras muy pocos, quizá por el esfuerzo, dentro de sus limitaciones, laboran por la citada excelencia. El sello de ambas actitudes es bien visible en la sociedad, cada día lo presenciamos. ¿Con resignación?

Las opciones conducen a unas determinadas CONSECUENCIAS y las quejas no siempre son coherentes con la actitud adopatada. La atención al cliente, impersonal e hipócrita, de las grandes empresas. La letra pequeña y críptica de las instrucciones o contratos. La trapacería latente en los productos entregados bajo todo tipo de trucos. La falsía de tantos cargos electos, con su gran verborrea. La presión de gran número de medradores, sin ningún ánimo de colaboración. Sólo resumen algunas de las áreas afectadas por los diferentes puntos de vista sobre la mediocridad. Las diferentes direcciones conducen a metas bien distintas.

Ir con orientaciones divergentes, no entraña obligatoriamente el signo calificativo de bueno o malo; bien notamos aquello de los senderos intrincados, con la consiguiente dificultad para aclararnos. La mayor abundancia asienta en el campo de las dudas, las seguridades radicarán en otros mundos. Sin embargo, una realidad queda muy a la vista, no todo da igual, las DIFERENCIAS marcan los derroteros de nuestras vidas y en el arte de elegir radican, la dignidad, el acierto y la responsabilidad. ¿Cuál será nuestra apuesta?

Divergencias

Las divergencias están para ejercerlas, no sólo para un parloteo insustancial
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 25 de mayo de 2012, 07:01 h (CET)
Los intrincados recovecos de la mente, convierten en casi imposibles los acuerdos. Llegado el caso de tales, será preciso escarbar el contenido de la sintonía, no sea una falsedad encubierta por una dialéctica viciada. Ya sabemos de antiguo la importancia del punto de vista, del cristal, a través del cual miramos las cosas. No hay mucha distancia entre estas diferencias de apreciación y los ENGAÑOS propiamente dichos. La claridad y el buen debate son imprescindibles para unas relaciones dignas. Además, por añadidura, las realidades cambian de un instante al inmediato; ese dinamismo nos remueve los cimientos a cada paso.

Valga como una introducción este cuento breve titulado Divergencias, en el que sitúo al agente financiero protagonista, como referencia a las disparidades derivadas del punto de observación:
“El insomnio y las pesadillas acechaban implacables al ilustre agente financiero, pastillas y cafés contribuían a su agitación, acentuaban sus inquietudes. Él afirmaría que los índices bursátiles ocasionaban sus torturas. Freud, un tanto socarrón, descubriría reflejos inmisericordes de tantas gentes abrasadas a raíz de aquellas especulaciones”

La ironía del cuento, no supone mala intención, muy al contrario; el subconsciente pulula por debajo de las inquietudes y de las actuaciones personales. Lo hace en un doble sentido, acoge las huellas de los comportamientos previos y aporta impulsos para las nuevas iniciativas. Al ponerse de manifiesto, puede delatar intenciones perversas que estaban latentes y expresar algo más de lo previsto por los protagonistas. Si bien el desconocimiento nos sitúa ante limitaciones de todo tipo, la evidencia de los LAZOS SOCIALES no debe ser puesta en cuestión. Formamos parte irrenunciable de dicho conjunto. Sin embargo, meter en la cabeza de financieros, políticos y demás componentes del género de los endiosados; que la razón es limitada y las personas muy variadas; esa, es una tarea que roza la utopía. Una divergencia de las peores, radica en esa creencia de muchos pretenciosos, la de su colocación por encima del resto de ciudadanos.

La igualdad es una bandera dominante en las manifestaciones públicas, aunque conocemos de sobra la fuerza del viento; al socaire de sus remolinos, las bandera tremolan en la dirección oportunista. Estos días, como en tantas épocas anteriores, los oradores de turno, realzan la famosa igualdad, sobre todo aplicada a los trámites de la JUSTICIA. Precisamente, cuando la familia real, los gestores saqueadores de bancos, terroristas y sus adláteres, como también diversos cargos públicos en activo; provocan el gesto adusto de los ciudadanos. La disparidad de criterios entre la gente común y aquellas declaraciones, provoca la animadversión general. El trato desigual para los truhanes y sus familiares, lo tenemos a la vista. De tan explícito, suena a burla grotesca el que nos intenten inducir en la creencia igualitaria. No hace falta prestar demasiada atención, los hechos son flagrantes y repetidos.

No es que las opiniones vertidas sean absurdas, que pueden serlo, pero proceden de fuentes distintas; en sí mismas, son coherentes con su mentalidad generadora, aunque resulten contradictorias. Así nos llega el reflejo de las diversas maneras de pensar. Ante el reciente vaciamiento de cualquier fondo con dinero público; la ESQUILMACIÓN es notoria, convertida en hechos contrastados. Pues bien, las divergencias las escuchamos por doquier. Quienes abundarían con el despropósito del gasto y la desfachatez de unas deudas contraídas sin reparos, con el mayor desprecio de lo ajeno. Y quienes piensan en la corrección de dichas actitudes, en busca de una cierta sensatez. Entre dichos criterios opuestos, me llama la atención una curiosidad alarmante; en las variadas tendencias políticas que nos acechan, sucedieron despilfarros enormes. Visto así el panorama, es natural la dificultad para la mejora de los planes sociales. La indignación y la vigilancia ciudadana exige una mayor cordura.

Comprendo la dificultad para establecer una sintonía generalizada, los apuros derivados de la crisis actual, aún la hacen más difícil. Si cité los despilfarros como origen de valoraciones encontradas; tampoco reinan los acuerdos a la hora de los RECORTES. No cabe duda, van ligados a la cuantía de los derroches previos. Una primera divergencia con estos planes de ajuste, brota desprestigiada desde su origen, puesto que proviene de quienes derraparon con los endeudamientos y nos mantuvieron desinformados del alcance de sus desmanes.

Al acercarnos a las personas de niveles económicos medios y bajos, los perdedores de siempre; disentiremos por fuerza y con repulsión, ante la distribución de los recortes. Las tijeras podan por abajo y apenas insinuan algún gesto en las cumbres políticas o sociales, que mantienen PREBENDAS importantes (Diputados europeos y nacionales, sindicatos, empresas semioficiales adjudicadas a…). No casan los recortes sanitarios con las costosas embajadas catalanas, ni las devaluaciones de sueldos o pensiones están en proporción con el trato dado a las opulencias bancarias. Las divergencias aumentan a medida que lo hace la información.

En estas disquisiciones, planeamos alrededor de unas divergencias con tintes de radicales, debido sobre todo a su gran repercusión general; pero dejadas de lado a la hora de sus consideraciones prácticas. ¿Por comodidad? ¿Por estupidez? Giran en la confusión permanente de dos conceptos, pluralismo y excelencia; como si hacer las cosas lo mejor posible, estuviera reñido con la diversidad de participantes y de sus cualidades. Tratamos con la divergencia de la MEDIOCRIDAD. Unos admiten lo plural como un salir del paso con trampas o como sea, sin otras miras. Mientras muy pocos, quizá por el esfuerzo, dentro de sus limitaciones, laboran por la citada excelencia. El sello de ambas actitudes es bien visible en la sociedad, cada día lo presenciamos. ¿Con resignación?

Las opciones conducen a unas determinadas CONSECUENCIAS y las quejas no siempre son coherentes con la actitud adopatada. La atención al cliente, impersonal e hipócrita, de las grandes empresas. La letra pequeña y críptica de las instrucciones o contratos. La trapacería latente en los productos entregados bajo todo tipo de trucos. La falsía de tantos cargos electos, con su gran verborrea. La presión de gran número de medradores, sin ningún ánimo de colaboración. Sólo resumen algunas de las áreas afectadas por los diferentes puntos de vista sobre la mediocridad. Las diferentes direcciones conducen a metas bien distintas.

Ir con orientaciones divergentes, no entraña obligatoriamente el signo calificativo de bueno o malo; bien notamos aquello de los senderos intrincados, con la consiguiente dificultad para aclararnos. La mayor abundancia asienta en el campo de las dudas, las seguridades radicarán en otros mundos. Sin embargo, una realidad queda muy a la vista, no todo da igual, las DIFERENCIAS marcan los derroteros de nuestras vidas y en el arte de elegir radican, la dignidad, el acierto y la responsabilidad. ¿Cuál será nuestra apuesta?

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