No sorprende la decisión adoptada por unanimidad. La confidencialidad abogado cliente, cuya vulneración era objeto del juicio, es requisito fundamental para garantizar el derecho de defensa de los acusados. La sentencia es demoledora. Según establece la sentencia 79/2012, Baltasar Garzón además de vulnerar el derecho de defensa vulneró el derecho a la intimidad, el derecho del imputado a no declarar y el derecho al secreto profesional. Consideran también sus Señorías que la actuación de Garzón es más propia de jueces de un régimen totalitario que de los de un Estado de Derecho.
Pero la propaganda, ay la propaganda, cuenta otra cosa. Mención aparte merece la llamada de Gaspar Llamazares a no acatar ni respetar la sentencia, que no se sabe bien a estas horas en qué se puede traducir. Lo mismo amenaza, cual niño pequeño y enrabietado, con aguantar la respiración hasta que su amigo sea absuelto.
Pero vayamos a los mantras que socavan el Estado de Derecho y que se repiten incesantemente:
1) Garzón ha sido condenado por investigar el caso Gürtel. Falso. Garzón ha sido condenado por prevaricación (dictar una resolución a sabiendas de que es injusta). Dicha prevaricación causó la vulneración de uno de los derechos fundamentales que tienen los acusados en un sistema penal democrático y que sólo conoce de excepciones para casos de extrema gravedad como el terrorismo. Sistema penal democrático, que ya se sabe que en las dictaduras tanto da que da lo mismo escuchar o no a los abogados, porque la condena está decidida de antemano.
A los amigos de esta teoría los invitaría a poner por escrito que en caso de ser investigados por la Justicia sus conversaciones con los letrados que se encarguen de su defensa puedan ser intervenidas arbitrariamente. ¿A que no suscriben?
2) Garzón debería de haber sido absuelto porque en el extranjero no se va a entender la condena y nos va a salir caro en términos de prestigio internacional. Falso. Una cosa es que la prensa amiga de izquierdas, y todos sabemos cómo funciona la cosa, ponga el grito en el cielo, aunque no tanto, y otra que la condena del personaje dañe nuestra imagen exterior. Todo lo contrario. Lo normal en democracia es juzgar a jueces corruptos. Lo anormal es que en más de treinta años apenas se haya juzgado a cinco. Pero es que aunque la condena perjudicara nuestra imagen en el exterior, ¿están los defensores de esta teoría pidiendo que no se aplique el Estado de Derecho en función de intereses ajenos a la Justicia? Qué poco democrático.
3) Es injusto que Garzón haya sido condenado y Camps esté libre. Pataleta. No se puede pedir la condena de nuestro amigo A porque B, que nos cae mal o es adversario político, haya sido absuelto. Pueril. Quizá por ello eficaz.
4) Garzón es el juez que más ha hecho contra el terrorismo y por eso no es justa la condena. Esto viene a ser algo así como pedir la absolución de un criminal sencillamente porque hasta el momento de la comisión del crimen se había comportado bien. Primario.
En todo caso, lo que se pide en los cuatro casos es que la Justicia se declare en huelga y no actúe. Una barbaridad. Lo pinten como lo pinten.