El hombre que aparece en la fotografía es un joven tailandés el día de su boda. Besa la mano de su esposa con el amor de cualquier novio en ese momento nupcial donde se da el sí quiero. Ella, sin embargo, no siente nada; como esas novias de antes llevadas al altar no tanto por plena voluntad como por la fuerza de las circunstancias. Pero no es la falta de amor lo que la deja impávida, sino la falta de vida. Falleció víctima de un accidente cuatro días antes de la boda. Está muerta. Aunque todo el mundo actúa como si no lo estuviese. El novio que la besa, los invitados que los aplauden y hasta ella misma, vestida de blanco ceremonial y pálido como la propia muerte, parece no darse cuenta de su imposible presencia. Tan natural es el conjunto que nadie que vea la imagen sin pararse a conocer la historia se plantea la mortandad de la dama y lo inadecuado de la fiesta.
Es un tierno gesto de disimulo el de este pobre muchacho: negar lo innegable como si las consecuencias de la realidad presente fueran a pasar de largo. Seguir viviendo como si nada hubiese sucedido. Pero ése es un terreno vedado a las leyes inexorables de la vida. Todo lo contrario de la política, lugar de ensueño donde los milagros, especialmente los del disimulo, están presentes y cohabitan con los vivos. Rajoy lo sabe perfectamente: ha sido un maestro en negar la podredumbre inoportuna que descompone a sus ex amantes políticos.
Pero esta semana se le aparecen por los juzgados sus novias muertas. Sus ex: el ex presidente balear Jaume Mata y el ex presidente valenciano Francisco Camps, ambos acusados de graves delitos de corrupción.
¿Recuerdan? Mayo de 2011, vísperas de las elecciones autonómicas. Plaza de toros de Valencia. Francisco Camps, camino del banquillo de los acusados. Mariano Rajoy sube al estrado y dice: “Camps es un gran presidente”. El caso de los trajes de la trama Gürtel ya descompone el cadáver del candidato valenciano, pero los 15.000 asistentes aplauden a rabiar. Ambos se abrazan. Tras las elecciones, Camps dimitió.
Antes ya subió al altar con Jaume Matas. Corría el año 2004, cuando el actual presidente del Gobierno le dijo al ex presidente autonómico y ex ministro del PP: “Lo que tú haces en Baleares, lo haremos en toda España”. Esta semana Matas se enfrenta a una petición de ocho años de cárcel por supuesta malversación. Otra ex novia cadáver.
Aunque ha habido más novias (el “político ejemplar” Fabra o el ex tesorero Bárcenas), con ellos fue diferente. O eso les decía al menos. Porque pasó el tiempo y Rajoy se olvidó del romanticismo y de esas fotografías de boda en las que, como en la ceremonia del joven tailandés, todos sabían que la novia era un cadáver: lo sabía la novia, los asistentes al convite que aplaudían y el novio, que haciendo como si no pasara nada llegó a presidente del Gobierno. ¿De eso se trataba, no?