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“La vida del forense Ci Song es una historia de honor, de superación y de aprendizaje”

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Antonio Garrido (Linares, Jaén, 1963) es ingeniero industrial. Trabaja como profesor en la Universidad Politécnica y en la Universidad CEU Cardenal herrera, ambas en Valencia, donde reside. Su primera novela, ‘La escriba’, alcanzó una gran resonancia en España y en el extranjero, ya que ha sido traducida a trece idiomas.

Tras el éxito de su primera novela, ‘La escriba’, Antonio Garrido regresa con una nueva entrega: ‘El lector de cadáveres’, editado por Espasa, “una novela de aventuras – como señala el propio autor -, de ritmo rápido, nada lúgubre a pesar de su título y apta para todos los públicos”.

En la antigua China, sólo los jueces más preparados se hacían acreedores al tenebroso cargo de lector de cadáveres, una élite al servicio del emperador que, arriesgando su propia vida, debía encontrar respuesta a los crímenes más misteriosos. Ci Song, el protagonista de ‘El lector de cadáveres’, fue el primero de ellos y esta novela narra su apasionante existencia, la de un hombre joven de origen humilde, cuya pasión y talento le llevaron del Gran Cementerio de Lin’an, donde trabajaba como enterrador, a servir al emperador y convertirse en el primer juez forense de la Historia, todo ello dentro del gobierno en China de la dinastía Tsong en pleno siglo XIII.

Antonio, leyendo los agradecimientos de ‘El lector de cadáveres’ descubro que la preparación de esta novela te ha dejado exhausto. ¿Qué diferencias hay entre los prolegómenos de este libro y los de ‘La escriba’, tu anterior novela?

Creo que la diferencia radica en la responsabilidad. Cuando una novela, como ocurrió con ‘La escriba’, ha funcionado tan bien, lo que no vale es dormirse en los laureles y creer que lo tienes todo hecho. Al contrario, te debes a los lectores que han confiado en ti y no puedes defraudarlos. Cuando concebí la idea de este libro, me di cuenta de que la historia prometía y he tenido que esforzarme mucho para que esa promesa se hiciese realidad.

De tus palabras deduzco que hay un alto nivel de autoexigencia en tu escritura.

Sí, una autoexigencia subordinada a los lectores pero que, a fin de cuentas, repercute en mí.

En ‘El lector de cadáveres’ descubrimos mucha ambientación, mucho decorado, ¿es realmente imprescindible?

Trato de que la ambientación de la sociedad en que transcurre la novela sea simplemente un barniz, que no distraiga al lector, pero que le sirva para trasladarse al mundo que describo. No quiero ser erudito. Lo que me interesa es lo que les ocurre a los personajes, que a fin de cuentas es lo que emociona. Pero para conseguirlo y legitimar el texto es preciso recrear los ambientes de la manera más fiel posible. Esto es como los efectos especiales en una película, que no te fijas en ellos pero están ahí porque son necesarios.

Antes Bizancio, ahora China, ¿te interesan especialmente las culturas orientales?

‘La escriba’, efectivamente comenzaba en Bizancio, pero luego cambiaba de escenario. En esta segunda novela, la cultura oriental la he descubierto casi por casualidad, porque yo buscaba sumergirme en el mundo del thriller. Para ello me introduje en un foro de forenses y trabé amistad con uno de ellos, que me invitó a asistir a un congreso en Nueva Delhi. Como no podía acudir, este hombre tuvo la amabilidad de enviarme por escrito las ponencias. Y ahí encontré documentación sobre Ci Song, el primer forense de la historia y protagonista de la novela. Cuando vi como era Ci Song y que su vida transcurría en la China antigua lo tuve claro: ahí había un novelón. Desde ese punto justo, arranca mi interés por Oriente.

Entonces, por lo que veo, hay un puntito de casualidad en la gestación de esta novela, ¿no?

Sí, los escritores somos cazadores de historias. Nuestra misión es descubrirlas y transformarlas en novelas.

‘El lector de cadáveres’ tiene un innegable tono policial salvando las distancias. Algún historiador afirma que el género policiaco comenzó con un primer detective que, precisamente era chino y también magistrado: el juez Di. Sus obras nos han llegado a través del sinólogo holandés Van Gulik, ¿conocías estas historias?

Cuando descubrí la historia de Ci no las conocía, pero al comenzar a documentarme descubrí a Van Gulik y también a su juez Di. Van Gulik lo que hizo fue adaptar los cuentos del juez Di para el lector occidental y publicarlos. Se trata de historias sencillas, porque la literatura china de aquel entonces era así. La importancia radica en que el protagonista, como tú has dicho, es un juez y también investigador. El protagonista de ‘El lector de cadáveres’, Ci Song, incorpora además una parte de medicina a esta profesión.

La novela se inicia con mucho ritmo. En apenas cien páginas ocurren muchas cosas, ¿te interesaba captar pronto la atención de lector?

Comencé a escribir la novela con un nivel alto de tensión, muy fuerte, y a partir de ahí no podía permitir que decayese. Para ello he tenido que valorar muy bien el tono dramático que utilizaba para que la intensidad fuera subiendo hasta acabar en un clímax. Hoy en día, los escritores tenemos que atender a muchos tipos de lectores. Los que son fieles a un autor determinado se leen una novela suya como sea, pero hay otros que, si el libro nos les engancha desde el principio, se lo dejan. Y hemos de intentar llegar a todos.

En contra de lo que hacen otros escritores de novela histórica, utilizas un lenguaje muy actual.

Me interesa mucho lograr un equilibro en el lenguaje que utilizo, que no sea muy actual pero tampoco demasiado arcaico. Mi objetivo es que la lectura sea dinámica.

Ci Song existió realmente, ¿dónde queda la ficción en ‘El lector de cadáveres’?

Como todas las novelas, ‘El lector de cadáveres’ es ficción, si no hablaríamos de ensayo, de un tratado o de una biografía. He respetado al personaje y su trascendencia, muchos de sus procedimientos y sus casos, porque en los cinco volúmenes de sus tratados que nos legó, se habla no sólo de la práctica forense sino también sobre los casos que resolvió y cómo lo hizo. La ficción la he utilizado para reflejar las emociones del personaje y para unir los fragmentos de la realidad.

Al acercarte a la figura de Ci ¿qué es lo que te resultó más atractivo para transmitirlo al público occidental?

Como todo estaba tan regulado en China y los rituales condicionaban la vida de la gente, me llamó la atención el hecho de que Ci Song luchase por imponer su forma de entender la judicatura frente a la concepción tradicional. Ésta es una historia de honor, de superación y de aprendizaje y me interesó enormemente su tesón, porque Ci también tuvo que superar una serie de conflictos personales internos.

En una novela que habla de un forense como ésta, los olores son un componente importante, ¿no?

Evidentemente. Yo presencié una autopsia completa para documentarme. Pero como hoy los cadáveres se conservan en neveras, los olores están atenuados. Si no encuentras un cuerpo en descomposición en el campo no puedes saber cómo huele. De todos modos esta experiencia fue suficiente, porque yo sólo buscaba recrear los olores hasta un cierto punto, evitando que resultaran desagradables. Así que lo que he hecho ha sido sugerirlos para que el lector los interprete. Pero no sólo es importante este olor, también hay otros aromas destacados en la novela como el de los mercados de especias, el de los prostíbulos, el de los campos…

Como descubrimos a medida que vamos leyendo, en aquellos tiempos, la tortura era una práctica habitual de la justicia china.

Sí, allí no existía la figura del abogado. El propio acusado debía defenderse por sí mismo y no se le podía condenar hasta que no confesase. Por eso se les torturaba. Ahora bien, si una vez que se producía la confesión se demostraba que el acusado era inocente, las consecuencias que se derivaban para el juez que lo había condenado eran tremendas. Podía ser azotado, desterrado e, incluso, condenado a muerte. Cuando la ciencia forense estaba ya en pleno funcionamiento, un mismo cuerpo era examinado por dos forenses. Si el dictamen coincidía no ocurría nada, pero si no era así al forense equivocado lo condenaban. Estas formas de procedimiento eran entendidas y aprobadas por la gente de entonces. A los chinos no les gustaba que les robasen y entendían que la única manera de disuadir a los delincuentes era mediante el castigo corporal.

Acabamos. ‘El lector de cadáveres’ se desarrolla durante el gobierno Tsong, ¿por qué fue importante esta dinastía en la historia de China?

La dinastía Tsong supone una especie de renacimiento cultural en China, algo parecido a lo que ocurrió en Europa en su momento. Ellos apostaron por la pintura, por la cultura, por el neo confucianismo y descuidaron el aparato militar, una circunstancia que al final fue la causa de su perdición, ya que se produjo varias invasiones, entre ellas la mongola, que acabó con todo.

“La vida del forense Ci Song es una historia de honor, de superación y de aprendizaje”

Herme Cerezo
lunes, 17 de octubre de 2011, 07:05 h (CET)

Antonio Garrido (Linares, Jaén, 1963) es ingeniero industrial. Trabaja como profesor en la Universidad Politécnica y en la Universidad CEU Cardenal herrera, ambas en Valencia, donde reside. Su primera novela, ‘La escriba’, alcanzó una gran resonancia en España y en el extranjero, ya que ha sido traducida a trece idiomas.

Tras el éxito de su primera novela, ‘La escriba’, Antonio Garrido regresa con una nueva entrega: ‘El lector de cadáveres’, editado por Espasa, “una novela de aventuras – como señala el propio autor -, de ritmo rápido, nada lúgubre a pesar de su título y apta para todos los públicos”.

En la antigua China, sólo los jueces más preparados se hacían acreedores al tenebroso cargo de lector de cadáveres, una élite al servicio del emperador que, arriesgando su propia vida, debía encontrar respuesta a los crímenes más misteriosos. Ci Song, el protagonista de ‘El lector de cadáveres’, fue el primero de ellos y esta novela narra su apasionante existencia, la de un hombre joven de origen humilde, cuya pasión y talento le llevaron del Gran Cementerio de Lin’an, donde trabajaba como enterrador, a servir al emperador y convertirse en el primer juez forense de la Historia, todo ello dentro del gobierno en China de la dinastía Tsong en pleno siglo XIII.

Antonio, leyendo los agradecimientos de ‘El lector de cadáveres’ descubro que la preparación de esta novela te ha dejado exhausto. ¿Qué diferencias hay entre los prolegómenos de este libro y los de ‘La escriba’, tu anterior novela?

Creo que la diferencia radica en la responsabilidad. Cuando una novela, como ocurrió con ‘La escriba’, ha funcionado tan bien, lo que no vale es dormirse en los laureles y creer que lo tienes todo hecho. Al contrario, te debes a los lectores que han confiado en ti y no puedes defraudarlos. Cuando concebí la idea de este libro, me di cuenta de que la historia prometía y he tenido que esforzarme mucho para que esa promesa se hiciese realidad.

De tus palabras deduzco que hay un alto nivel de autoexigencia en tu escritura.

Sí, una autoexigencia subordinada a los lectores pero que, a fin de cuentas, repercute en mí.

En ‘El lector de cadáveres’ descubrimos mucha ambientación, mucho decorado, ¿es realmente imprescindible?

Trato de que la ambientación de la sociedad en que transcurre la novela sea simplemente un barniz, que no distraiga al lector, pero que le sirva para trasladarse al mundo que describo. No quiero ser erudito. Lo que me interesa es lo que les ocurre a los personajes, que a fin de cuentas es lo que emociona. Pero para conseguirlo y legitimar el texto es preciso recrear los ambientes de la manera más fiel posible. Esto es como los efectos especiales en una película, que no te fijas en ellos pero están ahí porque son necesarios.

Antes Bizancio, ahora China, ¿te interesan especialmente las culturas orientales?

‘La escriba’, efectivamente comenzaba en Bizancio, pero luego cambiaba de escenario. En esta segunda novela, la cultura oriental la he descubierto casi por casualidad, porque yo buscaba sumergirme en el mundo del thriller. Para ello me introduje en un foro de forenses y trabé amistad con uno de ellos, que me invitó a asistir a un congreso en Nueva Delhi. Como no podía acudir, este hombre tuvo la amabilidad de enviarme por escrito las ponencias. Y ahí encontré documentación sobre Ci Song, el primer forense de la historia y protagonista de la novela. Cuando vi como era Ci Song y que su vida transcurría en la China antigua lo tuve claro: ahí había un novelón. Desde ese punto justo, arranca mi interés por Oriente.

Entonces, por lo que veo, hay un puntito de casualidad en la gestación de esta novela, ¿no?

Sí, los escritores somos cazadores de historias. Nuestra misión es descubrirlas y transformarlas en novelas.

‘El lector de cadáveres’ tiene un innegable tono policial salvando las distancias. Algún historiador afirma que el género policiaco comenzó con un primer detective que, precisamente era chino y también magistrado: el juez Di. Sus obras nos han llegado a través del sinólogo holandés Van Gulik, ¿conocías estas historias?

Cuando descubrí la historia de Ci no las conocía, pero al comenzar a documentarme descubrí a Van Gulik y también a su juez Di. Van Gulik lo que hizo fue adaptar los cuentos del juez Di para el lector occidental y publicarlos. Se trata de historias sencillas, porque la literatura china de aquel entonces era así. La importancia radica en que el protagonista, como tú has dicho, es un juez y también investigador. El protagonista de ‘El lector de cadáveres’, Ci Song, incorpora además una parte de medicina a esta profesión.

La novela se inicia con mucho ritmo. En apenas cien páginas ocurren muchas cosas, ¿te interesaba captar pronto la atención de lector?

Comencé a escribir la novela con un nivel alto de tensión, muy fuerte, y a partir de ahí no podía permitir que decayese. Para ello he tenido que valorar muy bien el tono dramático que utilizaba para que la intensidad fuera subiendo hasta acabar en un clímax. Hoy en día, los escritores tenemos que atender a muchos tipos de lectores. Los que son fieles a un autor determinado se leen una novela suya como sea, pero hay otros que, si el libro nos les engancha desde el principio, se lo dejan. Y hemos de intentar llegar a todos.

En contra de lo que hacen otros escritores de novela histórica, utilizas un lenguaje muy actual.

Me interesa mucho lograr un equilibro en el lenguaje que utilizo, que no sea muy actual pero tampoco demasiado arcaico. Mi objetivo es que la lectura sea dinámica.

Ci Song existió realmente, ¿dónde queda la ficción en ‘El lector de cadáveres’?

Como todas las novelas, ‘El lector de cadáveres’ es ficción, si no hablaríamos de ensayo, de un tratado o de una biografía. He respetado al personaje y su trascendencia, muchos de sus procedimientos y sus casos, porque en los cinco volúmenes de sus tratados que nos legó, se habla no sólo de la práctica forense sino también sobre los casos que resolvió y cómo lo hizo. La ficción la he utilizado para reflejar las emociones del personaje y para unir los fragmentos de la realidad.

Al acercarte a la figura de Ci ¿qué es lo que te resultó más atractivo para transmitirlo al público occidental?

Como todo estaba tan regulado en China y los rituales condicionaban la vida de la gente, me llamó la atención el hecho de que Ci Song luchase por imponer su forma de entender la judicatura frente a la concepción tradicional. Ésta es una historia de honor, de superación y de aprendizaje y me interesó enormemente su tesón, porque Ci también tuvo que superar una serie de conflictos personales internos.

En una novela que habla de un forense como ésta, los olores son un componente importante, ¿no?

Evidentemente. Yo presencié una autopsia completa para documentarme. Pero como hoy los cadáveres se conservan en neveras, los olores están atenuados. Si no encuentras un cuerpo en descomposición en el campo no puedes saber cómo huele. De todos modos esta experiencia fue suficiente, porque yo sólo buscaba recrear los olores hasta un cierto punto, evitando que resultaran desagradables. Así que lo que he hecho ha sido sugerirlos para que el lector los interprete. Pero no sólo es importante este olor, también hay otros aromas destacados en la novela como el de los mercados de especias, el de los prostíbulos, el de los campos…

Como descubrimos a medida que vamos leyendo, en aquellos tiempos, la tortura era una práctica habitual de la justicia china.

Sí, allí no existía la figura del abogado. El propio acusado debía defenderse por sí mismo y no se le podía condenar hasta que no confesase. Por eso se les torturaba. Ahora bien, si una vez que se producía la confesión se demostraba que el acusado era inocente, las consecuencias que se derivaban para el juez que lo había condenado eran tremendas. Podía ser azotado, desterrado e, incluso, condenado a muerte. Cuando la ciencia forense estaba ya en pleno funcionamiento, un mismo cuerpo era examinado por dos forenses. Si el dictamen coincidía no ocurría nada, pero si no era así al forense equivocado lo condenaban. Estas formas de procedimiento eran entendidas y aprobadas por la gente de entonces. A los chinos no les gustaba que les robasen y entendían que la única manera de disuadir a los delincuentes era mediante el castigo corporal.

Acabamos. ‘El lector de cadáveres’ se desarrolla durante el gobierno Tsong, ¿por qué fue importante esta dinastía en la historia de China?

La dinastía Tsong supone una especie de renacimiento cultural en China, algo parecido a lo que ocurrió en Europa en su momento. Ellos apostaron por la pintura, por la cultura, por el neo confucianismo y descuidaron el aparato militar, una circunstancia que al final fue la causa de su perdición, ya que se produjo varias invasiones, entre ellas la mongola, que acabó con todo.

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