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Ya sabemos que, don Alfredo, es capaz de sacarle punta con una hoja de afeitar a un tronco de baobab

El señor Rubalcaba y un partido en recesión

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Que estamos en un mundo de locos parece que no hay nadie que se atreva a desmentirlo y que la política, no sólo la española, sino la del mundo entero, se ha convertido en un jeroglífico indescifrable en el que se juntan las contradicciones más extravagantes con los más inexplicables y temerarias actuaciones de aquellos en los que la ciudadanía mundial – ¬ unos a la fuerza y otros mediante el veredicto de las urnas – confiaron el destino de sus vidas.

Por ello no nos debería extrañar que el señor Rubalcaba quiera aparentar que no ha roto un plato en su vida y ahora, por el mero hecho de que la AN ha devuelto el sumario al juez Ruz, admitiendo que existen indicios de delito aunque, a su criterio, no ven suficientes indicios “racionales” para imputar a los policías que estaban procesados; ahora, repito, se rasgue sus vestiduras y exija rectificaciones y excusas a quienes vieron en él al verdadero instigador del caso Faisán. Como sabemos que es químico y que, al parecer, lo de las letras le viene cuesta arriba; le queremos recordar que para nada el caso está resuelto ni sobreseído, solamente ha sido devuelto al juez instructor para que lo complete y busque más informaciones. Menos alharacas pues.

Ya sabemos que, don Alfredo, es capaz de sacarle punta con una hoja de afeitar a un tronco de baobab; pero, de esto a que ahora quiera presentarse como un inocente ofendido y perjudicado pacienzudo Job, nos parece excesivo, si se me permite la licencia, casi una broma de pésimo gusto si es que queremos valorar lo que se está ventilando en este tenebroso asunto, en el que lo primero que se nos antoja es que, dentro de una mafia policíaca, ajena al resto del prestigiado y prestigioso cuerpo de las fuerzas del orden, en las alcantarillas del secretismo y de la ilegalidad, se intentó y se perpetró una alto delito de traición a la patria. Pero alguien quería librar al señor Rubalcaba del peso de una duda sobre sus andanzas por el ministerio de Interior y pensó que, con la ayuda del señor Gómez Bermúdez, lo conseguiría. Lo malo es que, los ciudadanos de este país, cansados de que se les tome el pelo, de que se les quiera vender las mentiras como verdades y de que se los tome por imbéciles, no creo que estén dispuestos a tragar más sapos y menos, cuando estos vienen de una institución tan desprestigiada como es la Justicia y su evidente politización.

Lo que más llama la atención a los ciudadanos de a pie es que, precisamente, uno de los encartados en la trama, un policía acusado del chivatazo a ETA, seguramente por los “méritos” acreditados de haber sabido mantener la boca cerrada y, sin duda, para que la continúe manteniendo en esta posición, ¡ha sido ascendido de categoría, precisamente al día siguiente de la decisión de la AN! No solamente hacen mal las cosas, no solamente carecen del más mínimo decoro a la hora de pretender esconder sus barrabasadas, sino que, además, parece que se regodean en hacerlas públicas. Nos han llevado al pantanal de la inmoralidad, a la sima de la degradación económica y financiera y al summum de desprestigio internacional; convertidos en una de las naciones que más preocupación despiertan en la CE y los EE.UU. y, no obstante, siguen sacando pecho, negando la evidencia y reclamando el “honor” de habernos llevado por el camino de la igualdad y la defensa de los derechos sociales, cuando han sido incapaces de tomar las medidas adecuadas para detener un desempleo que, por mucho que les duela, duplica la media europea y ha alcanzado cifras desconocidas desde hace muchísimos años. ¡Vergüenza, señores, mucha vergüenza es lo que echamos en falta en aquellos que han sido incapaces de gobernar con decencia nuestro país!

Como hemos llegado al momento de la disolución de las cámaras y se les ha dado portante, por fin, a tantos parlamentarios inútiles que llevan viviendo de gorra, pero con desahogo, a costa de nuestros impuestos; convendría que hiciéramos un repaso a lo que ha sido el gran logro de los socialistas, el de los cupos que garantizan que las mujeres tendrán, en los cargos públicos, paridad con sus “adversarios”, los hombres. Porque, señores, si el nivel general de los miembros del Ejecutivo socialista de las dos legislaturas pasadas, ha sido, salvo contadas excepciones, de una desesperante mediocridad e ineficacia, incapaces de asumir con eficacia las tareas que se les encomendaban; cuando entramos a valorar a las representantes del grupo de las féminas, resulta que no hay palabras para definirlas y poder medir, con exactitud, su grado de incompetencia, su baja preparación, su feminismo recalcitrante y sus evidentes dotes para la demagogia, el sectarismo y la falta de escrúpulos, a la hora de tomar importantes decisiones que, por supuesto, no estaban en condiciones de asumir con eficacia, por su inexperiencia y su deficiente preparación, amén de poca altura intelectual; con el consiguiente detrimento de los intereses de España y de sus ciudadanos, que han asistido, estupefactos, a la puesta en vigor de leyes que más bien parecían engendros de fanáticos que elaborados por personas con responsabilidades de gobierno.

La lista de ministras de los gobiernos de Rodríguez Zapatero, han dejado sangrantes ejemplos de la sinrazón de establecer cuotas en función del género y no basadas en la capacidad, inteligencia y preparación de los aspirantes a cargos, de tanta responsabilidad, como es el de ministros del Ejecutivo. Señoras como Magdalena Álvarez, un ciclón de desaciertos en su ministerio de Fomento; Antonia Trujillo y sus mini pisos de 30 metros cuadrados, una señora que todavía se prodiga en las tertulias de radio, demostrando a quienes la escuchan su intolerancia, sectarismo, y ceguera política. Otras pasaron sin pena ni gloria, como la ministra Cabrera, o Beatriz Corredor, pero las verdaderas perlas de las “adquisiciones” de ZP, las tenemos en las benjaminas y pizpiretas ministras, como la señora Bibiana Aído, para la que se creó un ministerio especial, el de Igualdad y la no menos enchufada, la señora Leire Pajín, actual ministra de Sanidad; dos ejemplos de la política autocrática del señor Zapatero, que no buscaba personas preparadas para el cargo, sino aquellas de las que él estuviera seguro de que le serían fieles y obedecerían, sin rechistar, lo que se les mandase hacer.

Tan mal les ha resultado la experiencia femenina a los del PSOE que durante los últimos tiempos ya han dejado de lado la famosa “paridad” para cubrir las vacantes con personas que ofrezcan garantías de eficiencia y experiencia. Así nos encontramos que, en la actualidad, cuando se están confeccionando las nuevas listas para las próximas legislativas del 20N, parece que está cundiendo la alarma entre las diputadas del PSOE, que parece que se sienten relegadas en las listas. Seguramente no es tanto que no se de la paridad de hombres y mujeres entre los candidatos, sino que lo que ocurre es que, ante unas perspectivas electorales que no se les presentan demasiado fáciles ni optimistas, el hecho de que, a una aspirante a ser elegida, se le sitúe en los lugares últimos de las candidaturas, es casi lo mismo que dejarla fuera de toda posibilidad de conseguir ser elegida. En honor a la verdad y para ser justos, debemos mencionar como una de las ministras más eficientes del PSOE a la señora Fernández De la Vega, hoy apartada del Gobierno debido al gran desgaste que le supuso tener que apechugar, como portavoz en el Parlamento, con los errores de su jefe de filas.

Lo cierto es que, en las circunstancias actuales, cualquier experimento, como el que nos propone el señor Rubalcaba que, en honor a la verdad, ha decepcionado por la campaña que ha proyectado, llena de tópicos, mensajes contradictorios, imprecisiones sobre datos económicos e ignorancia supina respecto a los problemas financieros; acompañados de trucos obsoletos como el de querer enfrentar a ricos y pobres, con lo que intenta, enfrentar los españoles una vez más. Este es, señores, el panorama que tenemos ante nosotros o, al menos, esta es la manera con que lo veo.

El señor Rubalcaba y un partido en recesión

Ya sabemos que, don Alfredo, es capaz de sacarle punta con una hoja de afeitar a un tronco de baobab
Miguel Massanet
lunes, 26 de septiembre de 2011, 06:45 h (CET)
Que estamos en un mundo de locos parece que no hay nadie que se atreva a desmentirlo y que la política, no sólo la española, sino la del mundo entero, se ha convertido en un jeroglífico indescifrable en el que se juntan las contradicciones más extravagantes con los más inexplicables y temerarias actuaciones de aquellos en los que la ciudadanía mundial – ¬ unos a la fuerza y otros mediante el veredicto de las urnas – confiaron el destino de sus vidas.

Por ello no nos debería extrañar que el señor Rubalcaba quiera aparentar que no ha roto un plato en su vida y ahora, por el mero hecho de que la AN ha devuelto el sumario al juez Ruz, admitiendo que existen indicios de delito aunque, a su criterio, no ven suficientes indicios “racionales” para imputar a los policías que estaban procesados; ahora, repito, se rasgue sus vestiduras y exija rectificaciones y excusas a quienes vieron en él al verdadero instigador del caso Faisán. Como sabemos que es químico y que, al parecer, lo de las letras le viene cuesta arriba; le queremos recordar que para nada el caso está resuelto ni sobreseído, solamente ha sido devuelto al juez instructor para que lo complete y busque más informaciones. Menos alharacas pues.

Ya sabemos que, don Alfredo, es capaz de sacarle punta con una hoja de afeitar a un tronco de baobab; pero, de esto a que ahora quiera presentarse como un inocente ofendido y perjudicado pacienzudo Job, nos parece excesivo, si se me permite la licencia, casi una broma de pésimo gusto si es que queremos valorar lo que se está ventilando en este tenebroso asunto, en el que lo primero que se nos antoja es que, dentro de una mafia policíaca, ajena al resto del prestigiado y prestigioso cuerpo de las fuerzas del orden, en las alcantarillas del secretismo y de la ilegalidad, se intentó y se perpetró una alto delito de traición a la patria. Pero alguien quería librar al señor Rubalcaba del peso de una duda sobre sus andanzas por el ministerio de Interior y pensó que, con la ayuda del señor Gómez Bermúdez, lo conseguiría. Lo malo es que, los ciudadanos de este país, cansados de que se les tome el pelo, de que se les quiera vender las mentiras como verdades y de que se los tome por imbéciles, no creo que estén dispuestos a tragar más sapos y menos, cuando estos vienen de una institución tan desprestigiada como es la Justicia y su evidente politización.

Lo que más llama la atención a los ciudadanos de a pie es que, precisamente, uno de los encartados en la trama, un policía acusado del chivatazo a ETA, seguramente por los “méritos” acreditados de haber sabido mantener la boca cerrada y, sin duda, para que la continúe manteniendo en esta posición, ¡ha sido ascendido de categoría, precisamente al día siguiente de la decisión de la AN! No solamente hacen mal las cosas, no solamente carecen del más mínimo decoro a la hora de pretender esconder sus barrabasadas, sino que, además, parece que se regodean en hacerlas públicas. Nos han llevado al pantanal de la inmoralidad, a la sima de la degradación económica y financiera y al summum de desprestigio internacional; convertidos en una de las naciones que más preocupación despiertan en la CE y los EE.UU. y, no obstante, siguen sacando pecho, negando la evidencia y reclamando el “honor” de habernos llevado por el camino de la igualdad y la defensa de los derechos sociales, cuando han sido incapaces de tomar las medidas adecuadas para detener un desempleo que, por mucho que les duela, duplica la media europea y ha alcanzado cifras desconocidas desde hace muchísimos años. ¡Vergüenza, señores, mucha vergüenza es lo que echamos en falta en aquellos que han sido incapaces de gobernar con decencia nuestro país!

Como hemos llegado al momento de la disolución de las cámaras y se les ha dado portante, por fin, a tantos parlamentarios inútiles que llevan viviendo de gorra, pero con desahogo, a costa de nuestros impuestos; convendría que hiciéramos un repaso a lo que ha sido el gran logro de los socialistas, el de los cupos que garantizan que las mujeres tendrán, en los cargos públicos, paridad con sus “adversarios”, los hombres. Porque, señores, si el nivel general de los miembros del Ejecutivo socialista de las dos legislaturas pasadas, ha sido, salvo contadas excepciones, de una desesperante mediocridad e ineficacia, incapaces de asumir con eficacia las tareas que se les encomendaban; cuando entramos a valorar a las representantes del grupo de las féminas, resulta que no hay palabras para definirlas y poder medir, con exactitud, su grado de incompetencia, su baja preparación, su feminismo recalcitrante y sus evidentes dotes para la demagogia, el sectarismo y la falta de escrúpulos, a la hora de tomar importantes decisiones que, por supuesto, no estaban en condiciones de asumir con eficacia, por su inexperiencia y su deficiente preparación, amén de poca altura intelectual; con el consiguiente detrimento de los intereses de España y de sus ciudadanos, que han asistido, estupefactos, a la puesta en vigor de leyes que más bien parecían engendros de fanáticos que elaborados por personas con responsabilidades de gobierno.

La lista de ministras de los gobiernos de Rodríguez Zapatero, han dejado sangrantes ejemplos de la sinrazón de establecer cuotas en función del género y no basadas en la capacidad, inteligencia y preparación de los aspirantes a cargos, de tanta responsabilidad, como es el de ministros del Ejecutivo. Señoras como Magdalena Álvarez, un ciclón de desaciertos en su ministerio de Fomento; Antonia Trujillo y sus mini pisos de 30 metros cuadrados, una señora que todavía se prodiga en las tertulias de radio, demostrando a quienes la escuchan su intolerancia, sectarismo, y ceguera política. Otras pasaron sin pena ni gloria, como la ministra Cabrera, o Beatriz Corredor, pero las verdaderas perlas de las “adquisiciones” de ZP, las tenemos en las benjaminas y pizpiretas ministras, como la señora Bibiana Aído, para la que se creó un ministerio especial, el de Igualdad y la no menos enchufada, la señora Leire Pajín, actual ministra de Sanidad; dos ejemplos de la política autocrática del señor Zapatero, que no buscaba personas preparadas para el cargo, sino aquellas de las que él estuviera seguro de que le serían fieles y obedecerían, sin rechistar, lo que se les mandase hacer.

Tan mal les ha resultado la experiencia femenina a los del PSOE que durante los últimos tiempos ya han dejado de lado la famosa “paridad” para cubrir las vacantes con personas que ofrezcan garantías de eficiencia y experiencia. Así nos encontramos que, en la actualidad, cuando se están confeccionando las nuevas listas para las próximas legislativas del 20N, parece que está cundiendo la alarma entre las diputadas del PSOE, que parece que se sienten relegadas en las listas. Seguramente no es tanto que no se de la paridad de hombres y mujeres entre los candidatos, sino que lo que ocurre es que, ante unas perspectivas electorales que no se les presentan demasiado fáciles ni optimistas, el hecho de que, a una aspirante a ser elegida, se le sitúe en los lugares últimos de las candidaturas, es casi lo mismo que dejarla fuera de toda posibilidad de conseguir ser elegida. En honor a la verdad y para ser justos, debemos mencionar como una de las ministras más eficientes del PSOE a la señora Fernández De la Vega, hoy apartada del Gobierno debido al gran desgaste que le supuso tener que apechugar, como portavoz en el Parlamento, con los errores de su jefe de filas.

Lo cierto es que, en las circunstancias actuales, cualquier experimento, como el que nos propone el señor Rubalcaba que, en honor a la verdad, ha decepcionado por la campaña que ha proyectado, llena de tópicos, mensajes contradictorios, imprecisiones sobre datos económicos e ignorancia supina respecto a los problemas financieros; acompañados de trucos obsoletos como el de querer enfrentar a ricos y pobres, con lo que intenta, enfrentar los españoles una vez más. Este es, señores, el panorama que tenemos ante nosotros o, al menos, esta es la manera con que lo veo.

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