Francia llamaba a una nueva revolución pero España la abortó en un nuevo domingo para la historia. Los Gasol, Navarro, Calderón, Rudy y compañía demostraron quién manda en el viejo continente, una selección que está ya a la altura de Yugoslavia, la extinta URSS y Lituania al conquistar su segundo Eurobasket consecutivo. Que conste que sus nombres figuran desde hace años en los libros de gestas del baloncesto, pero este nuevo hito les consagra aún más. En realidad, a este equipo sólo le falta un sueño por cumplir: el oro olímpico, y Londres 2012 será la última posibilidad de lograrlo para parte de esta generación, que se quedó con la miel en los labios ante Estados Unidos en los Juegos de Pekín.
La final de ayer dejó para el archivo todas las virtudes de la selección española. Los triplazos de Juan Carlos Navarro (un MVP bien merecido), el recital anotador de Pau Gasol, su química (fraternal) con un Marc que no para de crecer, la intensidad de Rudy, el acierto en defensa y ataque de Calderón, el empuje de Ricky, los tapones de Ibaka, el revulsivo de Sada... Los galos, pese a la contribución de Tony Parker, fueron comprendiendo con el paso de los minutos su función de rival muy digno (bajó los brazos cuando se vio definitivamente impotente) y espectador de lujo de una obra maestra.
Si tras conquistar el Mundial de 2006 el entonces seleccionador Pepu Hernández enfatizó que habían dado una lección de BA-LON-CES-TO, podemos afirmar que en Lituania ha quedado claro que el secreto del éxito de estos jugadores está en la palabra E-QUI-PO. Queda demostrado dentro de la cancha, ya que da gusto verles jugar y derrochar talento; con partidos así, uno quisiera que estos torneos duraran mucho más. Y también se refleja fuera, con gestos como que Felipe Reyes tuviera el honor de levantar al cielo la copa de campeones. El compañerismo de estos chicos es el original, y el que después ha mostrado el camino a las selecciones de otros deportes.
Esta nuevo capítulo de oro en la historia del deporte español tuvo un prólogo igualmente brillante escrito por la Armada del tenis (por cierto, también precursora de este buen rollo entre los compañeros). Además, quiso el destino que la dulce victoria fuera en otro duelo ante el país vecino, que, si ya nos tenía envidia, hoy tiene que estar inventando historias para desprestigiarnos. Lo cierto es que tener a Rafa Nadal en el equipo es como garantizarse un comodín que vale por una victoria. Barrió el viernes a Gasquet en el primer partido de la semifinal y dio una lección de juego a Tsonga, que era el clavo ardiendo de los franceses. Con este buen sabor de boca, junto con el triunfo de David Ferrer en el segundo punto contra Simon, podemos dar por olvidada la pifia de Feliciano López y Fernando Verdasco en dobles.
Enrique IV de Navarra dijo allá por el siglo XVI una frase que se hizo célebre: “París bien vale una misa”; la pronunció porque no era católico pero estaba dispuesto a convertirse a esta religión para poder ser rey de Francia. Por seguir viendo cómo el deporte español sigue conquistando títulos y haciéndonos disfrutar, yo también estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio.
