Hay un chiste que describe a un británico observando a Europa desde la costa inglesa un día de temporal y dice- pobre Europa, otra vez aislada. Es un chiste, precisamente porque parodia la realidad.
El próximo día 29 de marzo, Reino Unido va a iniciar su proceso de separación de la Unión Europea. Un proceso que debe durar dos años y cuyas condiciones ha de pactar con Bruselas, debido a una de las mayores faltas de previsión de la propia UE.
Una separación, como la mayoría de las separaciones, que deja secuelas en ambas partes. Pero La Unión Europea tiene que consolidar sus vínculos internos ahora más que nunca, y creo que se están poniendo los mecanismos para ello. Se ha comprender y transmitir que quien sale es un miembro fuerte, pero cuya integración nunca ha sido total. Su manera particular de participar en los acuerdos de Schengen y su política monetaria- su negativa a adoptar el euro-, lo han hecho siempre un integrante poco integrado, muchas veces más próximo a EEUU que a sus socios europeos.
Por lo tanto, si las cosas se hacen bien, la Unión Europea debe salir más cohesionada y fortalecida después de superar el trauma de la separación. Que las cosas se hagan bien depende de todos los poderes, de los políticos y de los fácticos. También, y mucho, de los medios de comunicación, que a veces parecen revolcarse en los problemas en vez de dar soluciones para superarlos. Transmitir miedo suele generar huida o parálisis, mientras que difundir una actitud positiva, confianza y participar en la construcción de las herramientas para el crecimiento de la nueva Unión Europea implica un grado de responsabilidad y madurez a la altura de las circunstancias.
Por lo tanto, la vida sigue durante y después del Brexit, una vida llena de oportunidades para una Europa fuerte. Una Unión Europea cuyo mayor enemigo no es en absoluto el Brexit, sino la partición interna en dos bloques, norte-sur; radicalizados ambos, hacia los extremismos de derecha o de izquierdas.
Austria y Holanda han sido dos primeros avisos, que de momento se han superado con éxito. Esperemos que Francia haya aprendido la lección y que el sur de Europa entienda que una radicalización de izquierdas conlleva de forma natural un contrapeso de una radicalización de la derecha. Este es el verdadero peligro para la UE.