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Una foto impresionante de la imparable decadencia del hombre

Starsky y Hutch, sic transit gloria mundi

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Hoy, señores, vamos a comentar un tema que se viene dando en la humanidad desde que el primer hombre, entendiendo por tal el llamado homo sapiens, se dio cuenta de que llegaba un momento, en la vida de sus congéneres, en el que aquella llama interior que iluminaba los ojos de sus compañeros y compañeras, aquellos movimientos de brazos y piernas que les permitían desplazarse, ir de caza y cobrar presas con las que saciar su apetito, ya no respondían, ni sentían dolor cuando se les pinchaba ni, aquellos movimientos curiosos de aquellos ojos, iluminaba aquellas pupilas, ahora vacuas de vida, mirando fijamente a un punto del que eran incapaces de apartarse. Esta, seguramente, debió ser la primera vez que aquellos cromagñon entendieron que había un momento en el que, el fuego interior que los mantenía activos, dejaba de arder y, con él, toda la vida que dependía de su energía, se apagaba, como se consumían las de sus víctimas cuando las golpeaban con sus gruesos garrotes y las herían con sus afiladas puntas de lanza, para que les sirvieran de alimento.

En realidad, lo que ha pasado es que, por casualidad, he visto una foto en una revista, creo que se titulaba Pronto, de dos personas que, en su tiempo, hace ya muchos años, allá por la década de los 70, causaron furor en las TV de todo el mundo; protagonizando una serie titulada “Starsky y Hatch”. Se trataba de una serie policíaca en la que los dos protagonistas, dos muchachos fuertes y dinámicos, protagonizaban una serie de aventuras en las que se mezclaba la habitual trama de policías y criminales y la comicidad con la que se trufaba aquellos episodios, como si se quisiera mezclar en ella la sal y la pimienta, de modo que la atracción para la audiencia llegara a ser adictiva.

Seguramente, para mucha gente, estos dos actores serán desconocidos, porque todavía no habían nacido cuando ellos dominaban las pantallas de los televisores y, si he de serles franco, tampoco importa mucho que pudieran seguir sus aventuras trepidantes, porque de lo que voy a hablar, señores, no es para hacer un panegírico de aquellas películas que, si ahora se volvieran a emitir probablemente resultaran anticuadas, pobres en medios, de técnicas ya mil veces superadas y argumentos casposos. Lo que de verdad me ha sorprendido y me ha impactado, cuando he podido observar la fotografía de los dos hombres, los dos ancianos que aparecían en la fotografía, ha sido lo que el impacto del tiempo, la crudeza de la vida y la maldición de los años ha producido al actuar sobre aquellos dos jóvenes pletóricos de salud, de ánimo, vitalidad y, por qué no decirlo, de juventud.

Un viejo David Soul, que así se llamaba, en realidad, el actor que representaba a Hutch en la serie, con el pelo alborotado por el viento, con una bufanda al cuello, una cazadora y, un rudimentario bastón de madera cruzado sobre sus piernas; sentado en una silla de ruedas, con el rostro sin afeitar, mirando a su alrededor como sorprendido de que, en aquella ciudad por la que transitaban, Liverpool, todavía hubiera alguien que se acordara de él. Detrás, encorvado sobre la silla de su compañero, empujándola, su antiguo compañero de fatigas, el otro actor de la serie, Paul Michael Glaser, Starsky, con su rostro envejecido, como el de David, con arrugas que el tiempo y, quién sabe si los disgustos, habían dejado marcados a ambos lados del rostro, en unas mejillas flácidas que enmarcaban un rictus de cansancio y, posiblemente, de nostalgia, acumulada después de tantos años de haberle dicho adiós a la gloria de la fama que, tan cruelmente suele comportarse con quienes han pensado que sería compañera suya toda la vida.

Puedo asegurarles que algo se me ha revuelto dentro, en lo más profundo de mi ser y no he podido evitar que, mis pensamientos, regresaran a aquellos años setenta en los que uno también era una persona joven, llena de ilusiones y pensando que la vida era hermosa y que merecía ser vivida, porque nunca iban a pasar los años, los hijos siempre serían unos niños y las enfermedades ¿qué enfermedades? Era algo que sólo afectaba a los demás. La fotografía de los actores Glaser y Soul, han despertado en mí, la nostalgia que sentimos todos los que, sobre nuestras espaldas, sentimos que, cada día, el peso de los años nos obliga a doblegarnos, aunque, algunos, intentamos no dejarnos intimidar y reaccionamos con rebeldía ante esta servidumbre a la que la vida quiere someternos.

He querido averiguar lo que había sido de ellos, cuatro décadas después, desde que dejaron de hacer aquella serie icónica de detectives. Por lo visto, David, se casó 5 veces y sus matrimonios tuvieron de todo menos de amistosos y pacíficos; se le acusó de maltratados y pasó por numerosos juicios. En la actualidad tiene 73 años y su última esposa, según la información recibida, fue Hellen Snell. Nada extraño en estos actores a los que la fama les proporcionó fama y dinero, pero, igualmente, les facilitó cometer toda clase de desatinos que, si hubieran sido personas normales, gente de la calle, con toda seguridad hubieran dado con sus huesos en la cárcel, pero mientras fueron grandes figuras del espectáculo, se les trataba quizá con excesiva benevolencia.

En cuanto a Glaser, cuando terminó la serie continúo haciendo películas, pero acabó por trabajar de director. Respecto a su vida personal, aunque en sus películas parecía ser el más impulsivo de la pareja, se puede decir que, en su caso, la desgracia se ensañó con él porque su esposa, Elizabeth Glaser, se infectó del VIH, por una transfusión de sangre sin que se percataran de ello hasta cuatro años después, cuando ya había concebido dos hijos que también fueron seropositivos. La esposa de Glaser falleció en 1994 y su hija Ariel en 1988. Antes de morir Elisabeth fundó la Fundación de sida Pediátrico Elisabeth Glaser. Sin duda, la vida de este artista tuvo más de drama que de comedia, pero es el precio que, en ocasiones, hay que pagar por la fama. Paul Michael Glaser, como su compañero de serie, en la actualidad tiene 73 años.

A veces la casualidad nos juega malas pasadas. Es cierto que lo que les ha pasado a estos dos artistas es lo más natural del mundo porque, cada día que pasa en la vida, vamos envejeciendo, aunque uno que se ve (no se contempla) en el espejo cada día, apenas lo va notando porque, las arrugas, las manchas en la piel y las demás impurezas a las que nos van sometiendo los años, van apareciendo, yo diría que subrepticiamente, hasta que llega un día en el que te das cuenta de que ya estás convertido en un viejo de tomo y lomo. Y todavía debemos dar gracia por ello y por seguir con la ilusión de comentar la vida, aunque, si debemos ser francos, los momentos de la política que nos toca comentar, no son precisamente los mejores para España y, para nosotros, los españoles.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vean ustedes lo que, una foto vista por casualidad, ha sido capaz de despertar en esta vieja carcasa que contiene un corazón que ya empieza a estar cansado de tanto latir. En fin, que no nos pongamos tristes, porque la cosa no tiene remedio. Abur

Starsky y Hutch, sic transit gloria mundi

Una foto impresionante de la imparable decadencia del hombre
Miguel Massanet
miércoles, 22 de marzo de 2017, 00:59 h (CET)
Hoy, señores, vamos a comentar un tema que se viene dando en la humanidad desde que el primer hombre, entendiendo por tal el llamado homo sapiens, se dio cuenta de que llegaba un momento, en la vida de sus congéneres, en el que aquella llama interior que iluminaba los ojos de sus compañeros y compañeras, aquellos movimientos de brazos y piernas que les permitían desplazarse, ir de caza y cobrar presas con las que saciar su apetito, ya no respondían, ni sentían dolor cuando se les pinchaba ni, aquellos movimientos curiosos de aquellos ojos, iluminaba aquellas pupilas, ahora vacuas de vida, mirando fijamente a un punto del que eran incapaces de apartarse. Esta, seguramente, debió ser la primera vez que aquellos cromagñon entendieron que había un momento en el que, el fuego interior que los mantenía activos, dejaba de arder y, con él, toda la vida que dependía de su energía, se apagaba, como se consumían las de sus víctimas cuando las golpeaban con sus gruesos garrotes y las herían con sus afiladas puntas de lanza, para que les sirvieran de alimento.

En realidad, lo que ha pasado es que, por casualidad, he visto una foto en una revista, creo que se titulaba Pronto, de dos personas que, en su tiempo, hace ya muchos años, allá por la década de los 70, causaron furor en las TV de todo el mundo; protagonizando una serie titulada “Starsky y Hatch”. Se trataba de una serie policíaca en la que los dos protagonistas, dos muchachos fuertes y dinámicos, protagonizaban una serie de aventuras en las que se mezclaba la habitual trama de policías y criminales y la comicidad con la que se trufaba aquellos episodios, como si se quisiera mezclar en ella la sal y la pimienta, de modo que la atracción para la audiencia llegara a ser adictiva.

Seguramente, para mucha gente, estos dos actores serán desconocidos, porque todavía no habían nacido cuando ellos dominaban las pantallas de los televisores y, si he de serles franco, tampoco importa mucho que pudieran seguir sus aventuras trepidantes, porque de lo que voy a hablar, señores, no es para hacer un panegírico de aquellas películas que, si ahora se volvieran a emitir probablemente resultaran anticuadas, pobres en medios, de técnicas ya mil veces superadas y argumentos casposos. Lo que de verdad me ha sorprendido y me ha impactado, cuando he podido observar la fotografía de los dos hombres, los dos ancianos que aparecían en la fotografía, ha sido lo que el impacto del tiempo, la crudeza de la vida y la maldición de los años ha producido al actuar sobre aquellos dos jóvenes pletóricos de salud, de ánimo, vitalidad y, por qué no decirlo, de juventud.

Un viejo David Soul, que así se llamaba, en realidad, el actor que representaba a Hutch en la serie, con el pelo alborotado por el viento, con una bufanda al cuello, una cazadora y, un rudimentario bastón de madera cruzado sobre sus piernas; sentado en una silla de ruedas, con el rostro sin afeitar, mirando a su alrededor como sorprendido de que, en aquella ciudad por la que transitaban, Liverpool, todavía hubiera alguien que se acordara de él. Detrás, encorvado sobre la silla de su compañero, empujándola, su antiguo compañero de fatigas, el otro actor de la serie, Paul Michael Glaser, Starsky, con su rostro envejecido, como el de David, con arrugas que el tiempo y, quién sabe si los disgustos, habían dejado marcados a ambos lados del rostro, en unas mejillas flácidas que enmarcaban un rictus de cansancio y, posiblemente, de nostalgia, acumulada después de tantos años de haberle dicho adiós a la gloria de la fama que, tan cruelmente suele comportarse con quienes han pensado que sería compañera suya toda la vida.

Puedo asegurarles que algo se me ha revuelto dentro, en lo más profundo de mi ser y no he podido evitar que, mis pensamientos, regresaran a aquellos años setenta en los que uno también era una persona joven, llena de ilusiones y pensando que la vida era hermosa y que merecía ser vivida, porque nunca iban a pasar los años, los hijos siempre serían unos niños y las enfermedades ¿qué enfermedades? Era algo que sólo afectaba a los demás. La fotografía de los actores Glaser y Soul, han despertado en mí, la nostalgia que sentimos todos los que, sobre nuestras espaldas, sentimos que, cada día, el peso de los años nos obliga a doblegarnos, aunque, algunos, intentamos no dejarnos intimidar y reaccionamos con rebeldía ante esta servidumbre a la que la vida quiere someternos.

He querido averiguar lo que había sido de ellos, cuatro décadas después, desde que dejaron de hacer aquella serie icónica de detectives. Por lo visto, David, se casó 5 veces y sus matrimonios tuvieron de todo menos de amistosos y pacíficos; se le acusó de maltratados y pasó por numerosos juicios. En la actualidad tiene 73 años y su última esposa, según la información recibida, fue Hellen Snell. Nada extraño en estos actores a los que la fama les proporcionó fama y dinero, pero, igualmente, les facilitó cometer toda clase de desatinos que, si hubieran sido personas normales, gente de la calle, con toda seguridad hubieran dado con sus huesos en la cárcel, pero mientras fueron grandes figuras del espectáculo, se les trataba quizá con excesiva benevolencia.

En cuanto a Glaser, cuando terminó la serie continúo haciendo películas, pero acabó por trabajar de director. Respecto a su vida personal, aunque en sus películas parecía ser el más impulsivo de la pareja, se puede decir que, en su caso, la desgracia se ensañó con él porque su esposa, Elizabeth Glaser, se infectó del VIH, por una transfusión de sangre sin que se percataran de ello hasta cuatro años después, cuando ya había concebido dos hijos que también fueron seropositivos. La esposa de Glaser falleció en 1994 y su hija Ariel en 1988. Antes de morir Elisabeth fundó la Fundación de sida Pediátrico Elisabeth Glaser. Sin duda, la vida de este artista tuvo más de drama que de comedia, pero es el precio que, en ocasiones, hay que pagar por la fama. Paul Michael Glaser, como su compañero de serie, en la actualidad tiene 73 años.

A veces la casualidad nos juega malas pasadas. Es cierto que lo que les ha pasado a estos dos artistas es lo más natural del mundo porque, cada día que pasa en la vida, vamos envejeciendo, aunque uno que se ve (no se contempla) en el espejo cada día, apenas lo va notando porque, las arrugas, las manchas en la piel y las demás impurezas a las que nos van sometiendo los años, van apareciendo, yo diría que subrepticiamente, hasta que llega un día en el que te das cuenta de que ya estás convertido en un viejo de tomo y lomo. Y todavía debemos dar gracia por ello y por seguir con la ilusión de comentar la vida, aunque, si debemos ser francos, los momentos de la política que nos toca comentar, no son precisamente los mejores para España y, para nosotros, los españoles.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vean ustedes lo que, una foto vista por casualidad, ha sido capaz de despertar en esta vieja carcasa que contiene un corazón que ya empieza a estar cansado de tanto latir. En fin, que no nos pongamos tristes, porque la cosa no tiene remedio. Abur

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