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Anécdotas Psicológicas

El copago

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Se ha vuelto a poner de moda hablar del COPAGO en nuestro Sistema de Salud, seguramente el mejor del mundo.

Aplicarlo supone dificultades técnico-económicas importantes, aunque aun me lo parecen más desde el punto de vista socio-ético-moral.

Sobre este asunto voy a referirme a opiniones surgidas en mis terapias psicológicas de hace años por parte de los pacientes.

En ellas cuentan muchas cosas de su vida, de sus experiencias y problemas, de su entorno, familiar, social, laboral y… de lo que les pueda resultar interesante; por ejemplo el COPAGO que a nadie es indiferente.

Una de las cosas de las que más se habla con respecto a nuestro sistema es la de la acumulación de medicinas, especialmente por las personas mayores.

Recuerdo que un paciente me contó:

“El otro día fui a casa de mi madre que estaba malucha y me pidió que le trajera una medicina del armario en que las guardaba. ¡Que sorpresa! Más que el armario de una casa particular parecía un almacén de farmacia, por la enorme cantidad de medicinas que había. Al llevarle la que me había pedido le pregunté que para qué tanto y me respondió: “Hijo yo cojo todo lo que me toca y lo voy guardando. Quién sabe si algún día NO me lo darán ¿Y si me hace falta entonces?”.

El que esto ocurra especialmente a la gente mayor puede ser que, por eso, por mayores, no tienen la fe en el Sistema de Salud que, años ha, no era tan seguro.

Otro paciente me contaba que cuando tenía que ir a la Seguridad Social procuraba hacerlo por las tardes sobre las cuatro, porque… “como a esas horas estaban pasando por TV, tal cosa…” no había nadie. En otros días o a otras horas el consultorio estaba siempre lleno, especialmente de gente mayor, que charlaban entre si y el ambiente era más de tertulia que de consulta.

Quien más me sorprendió fue otro, de unos 50 años, que acudió a psicoterapia, porque era HIPOCONDRÍACO.

Los hipocondríacos siempre se creen enfermos. Hoy por esto, mañana por aquello, con miedo, asustados por si lo que están sintiendo es grave. Cuando más se autoanalizan más se asustan y como no encuentran solución por si mismos necesitan, cuanto antes, consultar a un médico. Eso sí, en cuanto los ve, se tranquilizan y se sienten bien, tanto si les recomienda algo como si no. Sin embargo se siguen observando y pronto les vuelven las dudas, el miedo y la urgencia de médico aunque se digan: “No debo hacer caso, es mi hipocondría”.

Mi paciente era funcionario y trabajaba por las noches atendiendo el teléfono de quienes pedían ayuda. Salía a las 6 de la mañana, se iba a casa a dormir y tenía las tardes libres.

Disponía del Seguro Médico de los funcionarios. Tuvo una hernia, lo operaron y, aunque fue bien, al volver al trabajo se deprimió, porque dijo:
“Ha sido volver a oir problemas sin parar”.

Lo trato el psiquiatra, mejoró de la depresión y siguió trabajando hasta que:
“Una noche me quedé en blanco y tuvieron que sustituirme”.

Volvió a estar de baja y en tratamiento y contaba:
“Empecé a tener miedo a todo. A salir, a volver a trabajar y especialmente a las enfermedades; cada vez más, cada vez más”.
“Como podía, por que el seguro en el que estaba me lo permitía: Casi todas las tardes iba a los médicos. He ido sin parar, me han visto todo y me han hecho casi todas las pruebas”.

Cuando mejoró de la depresión, nos centramos en la HIPOCONDRÍA que era lo que le angustiaba más.

Fue muy activo, puso mucho de su parte, con un gran y continuado esfuerzo, dedicando, se podría decir, toda su atención e intención para resolver su hipocondría. Mejoró mucho, espacié sus visitas, de semanal a mensual.

Cuando, tras ese mes, volvió lo vi muy satisfecho, le pregunté y me respondió que si, que estaba muy bien… Sin embargo luego se quedo en silencio y añadió:

Sí, PERO… ¡NO HAY DERECHO!

Esa fue mi sorpresa. “¿A qué no hay derecho? “ Le pregunté y contestó:

“Si al menos me hubieran cobrado VEINTE DUROS (cien pesetas de entonces) POR CADA VISITA, no hubiera caído tan profundamente en la HIPOCONDRÍA.

¿Tiene relación esto con el COPAGO?

El copago

Anécdotas Psicológicas
Jaime Fúster Pérez
martes, 17 de enero de 2017, 00:36 h (CET)
Se ha vuelto a poner de moda hablar del COPAGO en nuestro Sistema de Salud, seguramente el mejor del mundo.

Aplicarlo supone dificultades técnico-económicas importantes, aunque aun me lo parecen más desde el punto de vista socio-ético-moral.

Sobre este asunto voy a referirme a opiniones surgidas en mis terapias psicológicas de hace años por parte de los pacientes.

En ellas cuentan muchas cosas de su vida, de sus experiencias y problemas, de su entorno, familiar, social, laboral y… de lo que les pueda resultar interesante; por ejemplo el COPAGO que a nadie es indiferente.

Una de las cosas de las que más se habla con respecto a nuestro sistema es la de la acumulación de medicinas, especialmente por las personas mayores.

Recuerdo que un paciente me contó:

“El otro día fui a casa de mi madre que estaba malucha y me pidió que le trajera una medicina del armario en que las guardaba. ¡Que sorpresa! Más que el armario de una casa particular parecía un almacén de farmacia, por la enorme cantidad de medicinas que había. Al llevarle la que me había pedido le pregunté que para qué tanto y me respondió: “Hijo yo cojo todo lo que me toca y lo voy guardando. Quién sabe si algún día NO me lo darán ¿Y si me hace falta entonces?”.

El que esto ocurra especialmente a la gente mayor puede ser que, por eso, por mayores, no tienen la fe en el Sistema de Salud que, años ha, no era tan seguro.

Otro paciente me contaba que cuando tenía que ir a la Seguridad Social procuraba hacerlo por las tardes sobre las cuatro, porque… “como a esas horas estaban pasando por TV, tal cosa…” no había nadie. En otros días o a otras horas el consultorio estaba siempre lleno, especialmente de gente mayor, que charlaban entre si y el ambiente era más de tertulia que de consulta.

Quien más me sorprendió fue otro, de unos 50 años, que acudió a psicoterapia, porque era HIPOCONDRÍACO.

Los hipocondríacos siempre se creen enfermos. Hoy por esto, mañana por aquello, con miedo, asustados por si lo que están sintiendo es grave. Cuando más se autoanalizan más se asustan y como no encuentran solución por si mismos necesitan, cuanto antes, consultar a un médico. Eso sí, en cuanto los ve, se tranquilizan y se sienten bien, tanto si les recomienda algo como si no. Sin embargo se siguen observando y pronto les vuelven las dudas, el miedo y la urgencia de médico aunque se digan: “No debo hacer caso, es mi hipocondría”.

Mi paciente era funcionario y trabajaba por las noches atendiendo el teléfono de quienes pedían ayuda. Salía a las 6 de la mañana, se iba a casa a dormir y tenía las tardes libres.

Disponía del Seguro Médico de los funcionarios. Tuvo una hernia, lo operaron y, aunque fue bien, al volver al trabajo se deprimió, porque dijo:
“Ha sido volver a oir problemas sin parar”.

Lo trato el psiquiatra, mejoró de la depresión y siguió trabajando hasta que:
“Una noche me quedé en blanco y tuvieron que sustituirme”.

Volvió a estar de baja y en tratamiento y contaba:
“Empecé a tener miedo a todo. A salir, a volver a trabajar y especialmente a las enfermedades; cada vez más, cada vez más”.
“Como podía, por que el seguro en el que estaba me lo permitía: Casi todas las tardes iba a los médicos. He ido sin parar, me han visto todo y me han hecho casi todas las pruebas”.

Cuando mejoró de la depresión, nos centramos en la HIPOCONDRÍA que era lo que le angustiaba más.

Fue muy activo, puso mucho de su parte, con un gran y continuado esfuerzo, dedicando, se podría decir, toda su atención e intención para resolver su hipocondría. Mejoró mucho, espacié sus visitas, de semanal a mensual.

Cuando, tras ese mes, volvió lo vi muy satisfecho, le pregunté y me respondió que si, que estaba muy bien… Sin embargo luego se quedo en silencio y añadió:

Sí, PERO… ¡NO HAY DERECHO!

Esa fue mi sorpresa. “¿A qué no hay derecho? “ Le pregunté y contestó:

“Si al menos me hubieran cobrado VEINTE DUROS (cien pesetas de entonces) POR CADA VISITA, no hubiera caído tan profundamente en la HIPOCONDRÍA.

¿Tiene relación esto con el COPAGO?

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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