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¿Cree su señoría que si yo tuviese dos caras iba a venir con ésta?

Pistas para que no se aburran Sus Señorías

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Desde el barreño a la ducha existen muchos años y desde el antiguo jabón Lagarto al gel de baño, no digamos, y desde el “suave” estropajo o la manopla a las esponjas de hoy día, la distancia es mayor. Es el progreso, tocayo, el progreso que nuestros ojos han visto y del que nuestro pellejo se ha beneficiado.

Lo bueno que tenía, y sigue teniendo, ducharse con jabón es que usted, tocayo del alma, percibía que el Lagarto iba menguando y, por ello, ya tenía preparada la próxima pastilla o taco. Con el gel no ocurre igual, uno aprieta el envase y de repente suena un cuesco de gel que se transforma en una burbuja que nos avisa del final del contenido.

Desde hace un cierto tiempo, y no porque tenga más mugre que antes, caigo en la cuenta que el cuesco se adelanta al tiempo previsto de duración del gel. Y es que algunas marcas del gel, tres en cuestión cuyos nombres omito, vierten menos contenido en el envase que el que marca el etiquetado y cobran igual que antes, o sea, ya nos racanean y estafan hasta la limpieza en este jodido tiempo de crisis.

No es nueva la cuestión, pues hace un montón de años, querido tocayo, don Francisco Bergamín, Diputado a Cortes en 1886 por la circunscripción de Campillos, y natural de esta ciudad, cargo el de parlamentario que retuvo hasta 1910, y después fue Senador vitalicio, al tiempo que ostentó los ministerios de Instrucción Pública, Gobernación, Hacienda y Estado, Francisco Bergamín, decía, dedicó algún tiempo a contar las cerillas o mixtos que tenían las correspondientes cajillas y comprobó que en su interior había menos unidades que las citadas en el exterior.

Con todo su arsenal preparado interpuso una denuncia contra Fosforera Española por estafa, denuncia que ganó el buen militante del Partido Conservador y pasó al estrellato. Como nota curiosa de don Francisco, decirle, amigo lector, que era muy feo, más todavía, y que durante un debate en el Congreso un opositor le espetó: “usted, señor Bergamín, tiene dos caras”, don Francisco ni se inmutó, tan sólo por alusiones replicó: “¿cree su señoría que si yo tuviese dos caras iba a venir con ésta?”, igualita elegancia que la de hoy en día.

Se está haciendo necesario que los actuales diputados investiguen, por ejemplo, cuánto pesa el papel estraza o si las balanzas están equilibradas o si las cajitas de juanolas o de sacarina tienen la misma cantidad que indican sus envases, no sea que como pasa con el gel no se pueda llegar al frote y disfrute de lo íntimo, órganos que, no sé la causa, se dejan para el final del enjabonado.

Que investiguen lo que quieran, pero de verdad.

Pistas para que no se aburran Sus Señorías

¿Cree su señoría que si yo tuviese dos caras iba a venir con ésta?
José García Pérez
domingo, 8 de enero de 2017, 11:50 h (CET)
Desde el barreño a la ducha existen muchos años y desde el antiguo jabón Lagarto al gel de baño, no digamos, y desde el “suave” estropajo o la manopla a las esponjas de hoy día, la distancia es mayor. Es el progreso, tocayo, el progreso que nuestros ojos han visto y del que nuestro pellejo se ha beneficiado.

Lo bueno que tenía, y sigue teniendo, ducharse con jabón es que usted, tocayo del alma, percibía que el Lagarto iba menguando y, por ello, ya tenía preparada la próxima pastilla o taco. Con el gel no ocurre igual, uno aprieta el envase y de repente suena un cuesco de gel que se transforma en una burbuja que nos avisa del final del contenido.

Desde hace un cierto tiempo, y no porque tenga más mugre que antes, caigo en la cuenta que el cuesco se adelanta al tiempo previsto de duración del gel. Y es que algunas marcas del gel, tres en cuestión cuyos nombres omito, vierten menos contenido en el envase que el que marca el etiquetado y cobran igual que antes, o sea, ya nos racanean y estafan hasta la limpieza en este jodido tiempo de crisis.

No es nueva la cuestión, pues hace un montón de años, querido tocayo, don Francisco Bergamín, Diputado a Cortes en 1886 por la circunscripción de Campillos, y natural de esta ciudad, cargo el de parlamentario que retuvo hasta 1910, y después fue Senador vitalicio, al tiempo que ostentó los ministerios de Instrucción Pública, Gobernación, Hacienda y Estado, Francisco Bergamín, decía, dedicó algún tiempo a contar las cerillas o mixtos que tenían las correspondientes cajillas y comprobó que en su interior había menos unidades que las citadas en el exterior.

Con todo su arsenal preparado interpuso una denuncia contra Fosforera Española por estafa, denuncia que ganó el buen militante del Partido Conservador y pasó al estrellato. Como nota curiosa de don Francisco, decirle, amigo lector, que era muy feo, más todavía, y que durante un debate en el Congreso un opositor le espetó: “usted, señor Bergamín, tiene dos caras”, don Francisco ni se inmutó, tan sólo por alusiones replicó: “¿cree su señoría que si yo tuviese dos caras iba a venir con ésta?”, igualita elegancia que la de hoy en día.

Se está haciendo necesario que los actuales diputados investiguen, por ejemplo, cuánto pesa el papel estraza o si las balanzas están equilibradas o si las cajitas de juanolas o de sacarina tienen la misma cantidad que indican sus envases, no sea que como pasa con el gel no se pueda llegar al frote y disfrute de lo íntimo, órganos que, no sé la causa, se dejan para el final del enjabonado.

Que investiguen lo que quieran, pero de verdad.

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