En una de estas tantas tardes locas de compras y compartir con amigos y familiares, en uno esos minutos que saben a gloria, donde aprovechamos para parar y respirar. Me encontraba compartiendo un momento mágico, educativos y únicos con mi hija pequeña, quien me había solicitado el teléfono móvil para que mirásemos juntos las fotografías. Es algo que le encanta, me dice: es como viajar al pasado a través de las imágenes. Sin duda mientras pasaba su dedito por la pantalla del teléfono, cada imagen me trasladaba a otro momento, todos ellos significativos, cada uno con su propio valor. Experimentamos esa sensación de vivir un cóctel de emociones positivas que nos permiten re-saborear esos instantes únicos ya vividos.

Es curioso observar como uno de esos momentos que me aporta este ejercicio de rememoración que hago cada poco tiempo con mi hija es ser consciente del cambio, es curioso observar como el tiempo nos va cambiando poco a poco. Sin darnos cuenta hemos subido o bajado algo de peso, nuestro corte de pelo ha cambiado o simplemente nuestra forma de vestirnos. Pero este efecto del cambio, que en ocasiones parece imperceptible se ve aún más marcado en los niños, sin darte cuenta en unos meses su cara ha cambiado, están más altos o simplemente su constitución física ha variado tanto que en ocasiones nos sorprendemos de verles.

Somos seres sujetos a un cambio constante, si pudiésemos observar como si de una fotografía se tratase, el cómo sentimos, con quiénes compartimos, el percibir cómo eran nuestros estados de ánimo en los diferentes momentos de nuestra vida, nos pasaría lo mismo que nos sucede con esas fotografías que nos sorprendían.

Cada instante vivido refleja un momento único de emociones y sentimientos positivos donde la gratitud y la alegría brillan en lo alto de nuestros momentos, es importante descubrir cómo nos gusta reunir momentos positivos. Es más, son fundamentales, aunque nuestra mente se empeñe en mostrarnos que a lo largo del año vivimos en un déficit constante de emociones, de miedos y tristezas.

Cada vez le doy más peso en los momentos provocadores de cambio a la reinterpretación constructiva que hacemos de los elementos no ta buenos de nuestra vida para se transformen y sean generadores de crecimiento personal. Es curioso observar como únicamente crecemos y avanzamos cuando se produce esa transformación del dolor, la tristeza o la perdida, en añoranza, melancolía o magua como decimos por Canarias de esos momentos vividos en positivo, es decir, de las alegrías y nuestras esperanzas. De poder experimentar la gratitud de sentirnos afortunados de haber tenido la oportunidad de vivir esos instantes únicos.

Todo ello queda reflejado en la fotografía interna de nuestro estado de ánimo, donde las sensaciones y las emociones generan cambios, con un único objetivo por nuestra parte, equilibrar y acomodar cada situación cambiante de nuestra vida desde la oportunidad de entendernos inmersos en una lucha constante por ser felices y no como situaciones amenazantes que nos pueden destruir. De esta interpretación, de esta valoración del cambio, de esta forma de vivir lo nuevo que a veces no nos gusta tanto, depende nuestra felicidad.