En realidad, no era necesario que don J. Mª. Aznar nos lo recordase porque, desgraciadamente, ya hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que, los nuevos dirigentes del PP, han vendido el legado de los fundadores del partido por un mísero “plato de lentejas”, lo que les ha permitido mantenerse en el poder, aunque fuere a costa de ir cediendo a jirones aquellos principios fundamentales que constituían los soportes básicos de la filosofía de los populares, heredados de aquel partido de Fraga Iribarne conocido por “Alianza Popular”. En ocasiones, el pretender incluir caras nuevas a toda costa, el presumir de innovadores o el someterse a este absurdo reglamento de nueva implantación, consistente en aplicar el principio de la paridad entre hombres y mujeres sin que, al mismo tiempo o con carácter previo, se hayan contrastado las distintas capacidades para hacerse cargo de la nueva responsabilidad que se les asigna, a unos u otras, dando prioridad, prescindiendo del sexo, a aquellos a los que se los vea más idóneos para salir airosos en la misión que se les encomienda, que nada tiene que ver, en la mayoría de casos, con el físico y género de las personas.

Las críticas que se le han hecho al expresidente del partido, señor Aznar, por parte de los que forman el nuevo equipo ( prácticamente los mismos que le acompañaron en la anterior etapa) de dirigentes del actual PP, escocidos por las banderillas con las que les aclaró los errores que vienen cometiendo y el recordatorio que ha hecho de los puntos en los que, teniendo la mayoría absoluta, fallaron a la confianza que le tenían depositado los millones de votantes que les han permanecido fieles, simplemente, porque no existe ningún partido, en estos momentos, en los que una patriota, un verdadero español que no comulgue con esta bazofia que, hoy en día, forma la izquierda española, la mayoría de ellos irresponsables y emisarios del comunismo más radical, pueda depositar su confianza ya que, todos ellos, tienen por misión específica el convertir a España en un país dividido y pasto de la epidemia de vividores, inadaptados, marginados, anarquistas y antisistema que, de un tiempo a esta parte, parece que han salido de debajo de las piedras, creciendo como hongos venenosos, dispuestos a acabar con la democracia representativa en nuestra nación.

El tema catalán, al que no estamos dispuestos a dejar de referirnos, juntamente con el del aborto y el de la enseñanza, parece que, para los dirigentes del PP, desde Rajoy hasta sus adláteres, como la vicepresidenta, señora Sáez de Santamaría (una verdadera desgracia para el partido), el señor Montoro o la propia señora Báñez, se han convertido en moneda de cambio para negociar pactos con la oposición. En realidad, tenemos la desagradable impresión de que parecen estar más dispuestos a aplicar una política social-demócrata que la que, los que los votamos, pensábamos que intentarían conservar, de centro-derecha; aunque esta legislatura ( una opción que debieron desechar cuando vieron que no disponían de una mayoría sólida, que les permitiera gobernar sin estar pendientes de un parlamento en el que son minoritarios) fuera más corta de lo previsto y se tuvieran que convocar unas nuevas elecciones que, aun siendo una solución no deseable, siempre hubieran sido una medida más beneficiosa para el PP que, con toda probabilidad, hubiera mejorado sensiblemente en el número de escaños conseguidos.

Lo que sucede es que, los primeros errores de esta política de parcheo y cesiones, que parece ser que es la que el PP está dispuesto a poner en práctica, han empezado a producirse con la iniciativa de la señora vicepresidenta ( esta señora que se cree que lo sabe todo y que siempre suele hablar ex cátedra) de trasladarse a “territorio comanche” o sea, a Cataluña, convencida de que, si instala un despacho en Barcelona y se reúne en él con los mandatarios, los empresarios, los partidos, las instituciones etc. catalanes, va a conseguir lo que, desde Madrid, no tenía oportunidad alguna de lograr. Olvida, Soraya, que los políticos catalanes ya no dependen de ellos mismos, ninguno de ellos está en condiciones de tomar decisiones que no sean bien vistas por los millones de catalanes a los que, durante años, les han hecho creer que la culpa de todo lo malo que está sucediendo en Cataluña, incluso lo que se debe a sus propias actuaciones, está motivado por el interés “insano” que, desde el resto de España y, en especial, desde Madrid, se tiene en “fastidiar, “robar”, “castigar y actuar” en contra de todos los catalanes. Se lo han imbuido desde su infancia y ya son (gracias a la estulticia de los distintos gobiernos de la democracia) tantas las generaciones que han crecido bajo estos principios que, ahora, cualquiera de los dirigentes de la CUP, del nuevo PDEcat, ERC o de la propia Colau de Podemos, que últimamente, no se sabe con qué ignotas intenciones, se ha apuntado al carro de los separatistas; se atrevieran a dar marcha atrás o a dar la impresión de flaquear ante los gobernantes españoles, estaría cavando su propia tumba política y, con toda probabilidad, poniendo en peligro su integridad física.

Tenemos la impresión de que, después de los primeros escarceos; de recibir las primeras calabazas de quienes tienen la patata caliento de la convocatoria del referendum por el derecho a decidir; la señora vicepresidenta, deberá valorar el siguiente paso que, una vez iniciada, con luz y taquígrafos, esta operación exploratoria, no podrá consistir en una retirada estratégica lo que sería tanto como reconocer su derrota. Se vería obligada a intentar nuevas estratégicas, si es que las ofertas económicas ( “cuatro duros”, como dice Puigdemont) no han cuajado y. como ya apuntábamos en anteriores comentarios, el tiempo para este tipo de negociaciones ya ha pasado; será necesario que las ofertas pasen a cuestiones más trascendentales que, como parece que viene indicando el señor Aznar, pueden abarcar concesiones de otro calado que, a ojos de muchos de nosotros, pudiera significar una traición a la patria, una componenda de posible adaptación de la Constitución, reconociéndole un especial estatus a Cataluña o, quien sabe, otorgarles a los catalanes la condición de “estado libre asociado”, como sucede en el caso del ligamen de la república de Puerto Rico con respecto a los EE.UU de América.

Abrigamos nuestras dudas respecto al comportamiento del TC y la evidente endeblez de su nueva resolución, que se ha limitado a declarar ilegal el pronunciamiento separatista del Parlamento catalán, sin que a la señora Forcadell, a la que ya se le había advertido del peligro de asumir el protagonismo en semejante fantochada, haya salido mal parada porque, señores, lo único que han hecho los “valientes” magistrados del alto tribunal, es advertirla de que, de insistir en semejante conducta va a tener que afrontar las posibles consecuencias de índole penal. ¿Cuántas veces más van a tener que advertir, sin que la actuación del TC, hoy con facultades ejecutivas, se limite a advertencias, después de que estos separatistas lleven años actuando como les da la gana, infringiendo las leyes, olvidándose de las sentencias del TS y pasándose por el forro de los pantalones las repetidas advertencias de este tribunal que, a ojos de los españoles, se ha convertido en uno de los organismos inútiles, que no sirven más que para que unos magistrados, incapaces de comprometerse, se saquen unos buenos sueldos sin dar golpe al agua. Al menos, en aquellos temas en los que hace tiempo que ya debieran de “haberse mojado” por tener una trascendencia especial, tanto en cuanto a preservar de la muerte a criaturas en condiciones de vivir, la ley del aborto, como, en este caso, en el que se está ante una clara intención de traicionar a la nación, intentando por medios espurios, conseguir la independencia de una parte importante del territorio nacional.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos, una vez más, que demostrar nuestra crítica, nuestro rechazo y nuestro repudio a una política del ejecutivo del PP, que tiene todo el aspecto de constituir una deslealtad para todos aquellos que lo votaron y, una vez más, un engaño de la propaganda electoral del partido, cuando el gobernar se está haciendo a costa de tener que ir cediendo, una y otra vez, ante las peticiones del resto de la oposición y, en ocasiones, en temas en los que nunca pudimos pensar que se llegaría a transigir.