Los cuentos, las parábolas, suelen hablar en forma metafórica. Pero eso incluso los hace más atractivos como para poder ponerlos de ejemplo en ciertas ocasiones.
¿AVISARÍAS A LOS PERSONAJES DE TU SUEÑO? Es el título de una parábola oriental que dice así:
El discípulo se reunió con su mentor espiritual para indagar algunos aspectos de la Liberación y de aquellos que la alcanzan. Hablaron durante horas y, por último, el discípulo le preguntó al maestro: --¿Cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer tan sereno a pesar de las terribles tragedias que padece la humanidad?
El mentor tomó entre las suyas las manos del perplejo discípulo y le explicó: --Tú estás durmiendo. Supóntelo.
Sueñas que vas en un barco con otros muchos pasajeros. De repente, el barco encalla y comienza a hundirse. Angustiado, te despiertas. Y la pregunta que yo te hago es: ¿Acaso te duermes rápidamente de nuevo para avisar a los personajes de tu sueño?
El Maestro dice: El ser liberado es como una flor que no deja de exhalar su aroma y, suceda lo que suceda, no se marchita.
Es como mirar los acontecimientos desde un balcón, sin implicarnos en ellos, porque el problema es otro, nosotros no somos el problema y debemos verlo con distancia para poder resolverlo, si nos ponemos a la altura del problema, éste nos envolverá y nos controlará a nosotros en vez de ser como tiene que ser: al revés.
Este cuento presenta una poderosa metáfora espiritual para hablar sobre el despertar de la conciencia y la aparente indiferencia de los seres liberados ante el sufrimiento del mundo.
A través del sueño como símbolo, el texto sugiere que una persona que ha alcanzado la iluminación o la liberación interior percibe la realidad de manera distinta: como si la vida misma fuera un sueño del que ha despertado. Ya no se identifica con el drama del ego ni con la ilusión del sufrimiento, tal como alguien que despierta de una pesadilla no vuelve a dormir solo para advertir a los personajes de que están en peligro.
El discípulo representa la mente aún identificada con el mundo de las formas, del dolor y del apego. En cambio, el maestro —símbolo del ser consciente— transmite que, para quien ha trascendido esa identificación, la tragedia humana ya no tiene el mismo peso.
No se trata de frialdad ni de insensibilidad, sino de una comprensión más profunda: la de que el sufrimiento es parte de un sueño colectivo del cual todos podemos despertar.
El ejemplo del barco que se hunde sirve para ilustrar que la mayoría de las personas viven dentro de una "realidad ilusoria" y que el sufrimiento que experimentan es producto, en gran parte, de la ignorancia sobre su verdadera naturaleza.
El ser liberado ya no lucha contra ese mundo ilusorio, ni trata de forzar el despertar de otros, sabe que cada flor abre su corola a su debido tiempo.
En la vida real, este cuento nos invita a cultivar conciencia sin caer en el drama constante de los medios, los conflictos o los sufrimientos ajenos que, aunque reales, no se pueden transformar desde la ansiedad o el juicio.
La serenidad no es egoísmo sino una base firme para actuar con verdadera compasión y eficacia. Una solución contemporánea sería practicar presencia y acción consciente: << Informarnos sin engancharnos emocionalmente al caos. << Meditar o reflexionar antes de reaccionar impulsivamente. << Aportar a nuestro entorno desde lo que sí podemos cambiar: ayudar a otros, actuar con ética, compartir conocimiento, o simplemente ofrecer calma donde hay agitación.
Como el maestro dice, la flor no deja de exhalar su fragancia, pase lo que pase. Así también, cada persona despierta puede irradiar claridad, compasión y lucidez, sin necesidad de volver a "dormirse" en el sufrimiento colectivo.
No podemos volver al sueño para salvar a los personajes, pero sí podemos vivir despiertos entre ellos, con una presencia silenciosa que transforma más de lo que mil palabras lograrían. En un mundo cargado de ruido, ansiedad y conflicto, nuestra paz es una forma de servicio.
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