La Virgen del Carmen es la Virgen que divide en dos quincenas el mes de julio. Es la Virgen del Escapulario, la que visita a las almas del Purgatorio y, al final de su expiación, las lleva, de su mano, al Cielo, o el primer sábado después de su óbito si, al partir, lo llevaban con devoción y lo tenían impuesto. Una mujer de mi pueblo solía rezar: “Por tu santo escapulario, Virgen Santa del Carmelo, libra a todos tus devotos de las penas del Infierno”.
Admirada y querida en toda España, en su tierna devoción destacan, sobre todos, los pueblos de la costa y los regados por el río. En su veneración son grandes los hombres de la mar. Patrona de marineros, Ella es timón en sus navíos, la Estrella que los conduce en un mar fiero y sin señales. A ella se le canta la Salve Marinera, y no deja insensibles a poetas de fe grande y a otros sin apariencia de fe alguna. En sus brazos maternales, la Dulce y Fuerte marinera nos acoge al dejar estos mares y esta tierra. ¡Qué bien la describió Alberti en su “Marinero en tierra” (Premio Nacional de Poesía en su juventud): “Que eres loba de mar y remadora, / Virgen del Carmen, y patrona mía (...) que eres mi timonel, que eres la guía / de mi oculta sirena cantadora, (...) Que tú me salvarás, ¡oh marinera / Virgen del Carmen!, cuando la escollera / parta la frente en dos de mi navío, / Toquen mis manos el cuadrado anzuelo / —tu escapulario—, Virgen del Carmelo, / y hazme delfín, Señora...”.
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