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Etiquetas | Hablemos sin tapujos | Zapatero
“¿Algún viejo profeta ha dicho algo sobre los bastardos entrometidos que acaban consiguiendo que les calienten las orejas a puñetazos? —preguntó el soldado.” ― Terry Pratchett

Los hay que se empeñan en dar oxígeno al dictador Maduro

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Si, en nuestro país, existe alguna persona más encantada de conocerse a si misma y de admirarse ésta es, sin duda, don José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente durante dos legislaturas, largas y penosas legislaturas, durante las cuales los votos de los socialistas permitieron que, en poco menos de ocho años, este notable depredador de economías boyantes, despilfarrador de dineros públicos e inventor del modo más eficiente de llevar a una nación floreciente, bien avenida y contenta con su democracia, a tascar el freno de la desesperación, de la amoralidad, de la incompetencia que llevó al país a alcanzar los límites más insospechados de la falta de empleo y desmoronamiento de nuestra economía hasta que, en los últimos momentos de su penosa gestión al frente del ejecutivo socialista, tuvieron que arrojar la toalla y traspasar el testigo a sus seculares adversarios del PP, a los que, no obstante, acabó jugándoles la última trastada, entregándoles una España endeudada hasta las orejas, con un 9% de déficit público y con los cajones de todas las autonomías, en la que habían gobernado sus huestes socialistas, repletos de facturas de proveedores pendientes de pago.

Habiendo abandonado su despacho de la Moncloa por la puerta falsa, siendo una de las personas sobre la que más críticas se han vertido, calificado justamente de haber sido el peor gobernante de la democracia; este líder socialista, no ha querido, no ha sabido, no ha podido entender que, su paso por la presidencia del gobierno fue tan destructor y maligno para la nación española como lo fueron, para los romanos, las hordas implacables y victoriosas de los ejércitos de Atila, el sanguinario y feroz caudillo de los hunos. Y es que, si hay alguien capaz de ignorar sus defectos, de estar convencido de su inteligencia y de negarse a escuchar los consejos de quienes veían, horrorizados, como incurría, una y otra vez, en errores garrafales sin que, aparentemente, se sintiera preocupado por ellos; este señor fue, aunque en la actualidad los hay tan sectarios que se atreven a defenderlo, el incapaz y deletéreo señor Rodríguez Zapatero.

No obstante, pasados los años, después de vivir de sus emolumentos como miembro del Consejo de Estado, en lugar de intentar pasar inadvertido, en vez de haberse recluido en un cenobio para expirar, con un régimen severo de vida espartano cisterciense, todo el mal que le causó a España y los españoles ( todavía venimos arrastrando las consecuencias de sus leyes, de sus despilfarros económicos, de su empeño en negar que la crisis nos afectaba y por su estupidez cuando delante de los dignatarios estadounidenses hacia bravatas sobre la situación de España presumiendo de estar por delante de Italia y a punto de alcanzar la boyante situación del estado francés); no ha desperdiciado ocasión de intentar regresar a la vida pública para hacerse notar. Lo raro es que, en su propio partido, al que ha llevado a sus peores cuotas de representación parlamentaria, todavía los hay que insisten en querer reivindicar su etapa de gobierno que, salvo los flojos de memoria, todos la recordamos como la época más dañina, funesta, calamitosa y detestable de la democracia española, en la que, gracias a su ejecutivo de fanáticos anticlericales y amorales, y su contribución especial a demoler todo lo bueno del gobierno anterior, España tuvo la peor época económica, financiera, social, laboral, industrial y comercial de su reciente historia democrática.

Justamente calificado de “gafe” en todos los proyectos en los que ha intervenido, tomado a chacota por el resto de mandatarios europeos y caracterizado por sus gestos y modos idénticos a los del cómico ingles “Mr.Been”, interpretado magistralmente por el actor Rowan Atkinson, el señor Zapatero no debiera de ser utilizado para misiones de importancia, en las que la reputación, el buen nombre y el prestigio de España pudieran estar en juego. No suelo utilizar fotografías en mis comentarios, pero voy a hacer una excepción con la que incluyo, en la que queda evidenciado el carácter del señor Zapatero que, en una reunión con el señor Maduro y otros dignatarios, el único que se gira pendiente de la cámara del fotógrafo es él, en lugar de prestar atención a la conversación, como ocurrió con el resto de los presentes.

Y a este señor el Gobierno le ha confiado un tema tan delicado como es el de intervenir como mediador en el contencioso entre el Congreso de Venezuela y el dictador que se niega a aceptar su derrota y, para ello, acude a remedios radicales, como es prohibir que abogados venidos de España puedan asistir al juicio que se le está haciendo al preso político, señor Leopoldo López, encarcelado por motivos políticos y sometido a un juicio que, a la vista está, carece de legitimidad, de imparcialidad y de garantías procesales para el encausado, entre ellas el poder disponer de abogados de su confianza para que asuman su defensa. El mero hecho de que el dictador Maduro haya aceptado de buena gana al señor Zapatero ya es un indicio evidente de que sabe que puede manejarlo a su antojo y de que va a encontrar, en él, no a un mediador imparcial sino más bien a un apoyo para lograr zafarse o al menos intentarlo, de la presión que ejerce sobre él y su gobierno la oposición venezolana.

Con ello el señor Maduro está consiguiendo prolongar el tiempo, algo que le favorece para que trascurran los plazos para que se puedan poner en práctica los rechazos del Congreso a que siga como gobernante de Venezuela; y, por otra parte, consigue evitar dar la sensación de que no quiere negociar con la oposición prestándose a que haya una mediación internacional en la que, aparte de Zapatero, se incluyen los expresidentes de Panamá y República Dominicana, señores Martín Torrijos y Leonel Fernández. Y este oxígeno que ha conseguido el dictador, le permite afianzar el poder del Ejército, el absoluto gestor de Venezuela, y continuar ejerciendo su régimen autoritario sobre el pueblo.

Una última noticia nos advierte de la intervención del Vaticano en este proceso de mediación lo que, a la vista de la posición de Francisco I a favor de las posturas izquierdistas, no sabemos si va a servir de apoyo para los opositores, que parece que lo han recibido de buen grado, o si, en definitiva, se convertirá en otra baza para el astuto, no inteligente ni avispado, presidente Maduro. Lo que es evidente es que, si los precios del crudo no suben en un espacio relativamente corto de tiempo, sea cual sea el resultado de la intermediación, en un periodo breve la miseria que ya está padeciendo el pueblo venezolano, las privaciones que le van agobiando, las dificultades para conseguir alimentos y medicinas, puede que acaben con una explosión popular de repulsa en contra del régimen bolivariano, que de al traste con todas estas posibles componendas e intermediaciones, cuyos resultados están en entredicho si, todo lo que se hace, consiste en ir intentando avanzar en una reconciliación, evidentemente imposible, del señor Maduro con los líderes de la oposición y el mismo líder de la protesta, el señor Leopoldo López. Lo dicho, una pérdida de tiempo y un añadido al padecimiento de los ciudadano que, mientras tanto, se encuentran abocados a una situación límite que no se puede solucionar si no es con un cambio de régimen político, dejando que la democracia vuelva al país venezolano.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie vemos, con escepticismo, esta especie de comedia montada para simular que se puede conseguir torcer la voluntad de un personaje, que ya ha dado suficientes muestras de lo que es capaz de hacer para mantenerse en el machito. Quisiéramos equivocarnos, pero tenemos la impresión de que van a ser más las alharacas y los flases de los reporteros que los resultados que se consigan, en estas reuniones, para lograr solucionar este grave problema de la dictadura bolivariana en Venezuela.

Los hay que se empeñan en dar oxígeno al dictador Maduro

“¿Algún viejo profeta ha dicho algo sobre los bastardos entrometidos que acaban consiguiendo que les calienten las orejas a puñetazos? —preguntó el soldado.” ― Terry Pratchett
Miguel Massanet
domingo, 24 de julio de 2016, 01:29 h (CET)
Si, en nuestro país, existe alguna persona más encantada de conocerse a si misma y de admirarse ésta es, sin duda, don José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente durante dos legislaturas, largas y penosas legislaturas, durante las cuales los votos de los socialistas permitieron que, en poco menos de ocho años, este notable depredador de economías boyantes, despilfarrador de dineros públicos e inventor del modo más eficiente de llevar a una nación floreciente, bien avenida y contenta con su democracia, a tascar el freno de la desesperación, de la amoralidad, de la incompetencia que llevó al país a alcanzar los límites más insospechados de la falta de empleo y desmoronamiento de nuestra economía hasta que, en los últimos momentos de su penosa gestión al frente del ejecutivo socialista, tuvieron que arrojar la toalla y traspasar el testigo a sus seculares adversarios del PP, a los que, no obstante, acabó jugándoles la última trastada, entregándoles una España endeudada hasta las orejas, con un 9% de déficit público y con los cajones de todas las autonomías, en la que habían gobernado sus huestes socialistas, repletos de facturas de proveedores pendientes de pago.

Habiendo abandonado su despacho de la Moncloa por la puerta falsa, siendo una de las personas sobre la que más críticas se han vertido, calificado justamente de haber sido el peor gobernante de la democracia; este líder socialista, no ha querido, no ha sabido, no ha podido entender que, su paso por la presidencia del gobierno fue tan destructor y maligno para la nación española como lo fueron, para los romanos, las hordas implacables y victoriosas de los ejércitos de Atila, el sanguinario y feroz caudillo de los hunos. Y es que, si hay alguien capaz de ignorar sus defectos, de estar convencido de su inteligencia y de negarse a escuchar los consejos de quienes veían, horrorizados, como incurría, una y otra vez, en errores garrafales sin que, aparentemente, se sintiera preocupado por ellos; este señor fue, aunque en la actualidad los hay tan sectarios que se atreven a defenderlo, el incapaz y deletéreo señor Rodríguez Zapatero.

No obstante, pasados los años, después de vivir de sus emolumentos como miembro del Consejo de Estado, en lugar de intentar pasar inadvertido, en vez de haberse recluido en un cenobio para expirar, con un régimen severo de vida espartano cisterciense, todo el mal que le causó a España y los españoles ( todavía venimos arrastrando las consecuencias de sus leyes, de sus despilfarros económicos, de su empeño en negar que la crisis nos afectaba y por su estupidez cuando delante de los dignatarios estadounidenses hacia bravatas sobre la situación de España presumiendo de estar por delante de Italia y a punto de alcanzar la boyante situación del estado francés); no ha desperdiciado ocasión de intentar regresar a la vida pública para hacerse notar. Lo raro es que, en su propio partido, al que ha llevado a sus peores cuotas de representación parlamentaria, todavía los hay que insisten en querer reivindicar su etapa de gobierno que, salvo los flojos de memoria, todos la recordamos como la época más dañina, funesta, calamitosa y detestable de la democracia española, en la que, gracias a su ejecutivo de fanáticos anticlericales y amorales, y su contribución especial a demoler todo lo bueno del gobierno anterior, España tuvo la peor época económica, financiera, social, laboral, industrial y comercial de su reciente historia democrática.

Justamente calificado de “gafe” en todos los proyectos en los que ha intervenido, tomado a chacota por el resto de mandatarios europeos y caracterizado por sus gestos y modos idénticos a los del cómico ingles “Mr.Been”, interpretado magistralmente por el actor Rowan Atkinson, el señor Zapatero no debiera de ser utilizado para misiones de importancia, en las que la reputación, el buen nombre y el prestigio de España pudieran estar en juego. No suelo utilizar fotografías en mis comentarios, pero voy a hacer una excepción con la que incluyo, en la que queda evidenciado el carácter del señor Zapatero que, en una reunión con el señor Maduro y otros dignatarios, el único que se gira pendiente de la cámara del fotógrafo es él, en lugar de prestar atención a la conversación, como ocurrió con el resto de los presentes.

Y a este señor el Gobierno le ha confiado un tema tan delicado como es el de intervenir como mediador en el contencioso entre el Congreso de Venezuela y el dictador que se niega a aceptar su derrota y, para ello, acude a remedios radicales, como es prohibir que abogados venidos de España puedan asistir al juicio que se le está haciendo al preso político, señor Leopoldo López, encarcelado por motivos políticos y sometido a un juicio que, a la vista está, carece de legitimidad, de imparcialidad y de garantías procesales para el encausado, entre ellas el poder disponer de abogados de su confianza para que asuman su defensa. El mero hecho de que el dictador Maduro haya aceptado de buena gana al señor Zapatero ya es un indicio evidente de que sabe que puede manejarlo a su antojo y de que va a encontrar, en él, no a un mediador imparcial sino más bien a un apoyo para lograr zafarse o al menos intentarlo, de la presión que ejerce sobre él y su gobierno la oposición venezolana.

Con ello el señor Maduro está consiguiendo prolongar el tiempo, algo que le favorece para que trascurran los plazos para que se puedan poner en práctica los rechazos del Congreso a que siga como gobernante de Venezuela; y, por otra parte, consigue evitar dar la sensación de que no quiere negociar con la oposición prestándose a que haya una mediación internacional en la que, aparte de Zapatero, se incluyen los expresidentes de Panamá y República Dominicana, señores Martín Torrijos y Leonel Fernández. Y este oxígeno que ha conseguido el dictador, le permite afianzar el poder del Ejército, el absoluto gestor de Venezuela, y continuar ejerciendo su régimen autoritario sobre el pueblo.

Una última noticia nos advierte de la intervención del Vaticano en este proceso de mediación lo que, a la vista de la posición de Francisco I a favor de las posturas izquierdistas, no sabemos si va a servir de apoyo para los opositores, que parece que lo han recibido de buen grado, o si, en definitiva, se convertirá en otra baza para el astuto, no inteligente ni avispado, presidente Maduro. Lo que es evidente es que, si los precios del crudo no suben en un espacio relativamente corto de tiempo, sea cual sea el resultado de la intermediación, en un periodo breve la miseria que ya está padeciendo el pueblo venezolano, las privaciones que le van agobiando, las dificultades para conseguir alimentos y medicinas, puede que acaben con una explosión popular de repulsa en contra del régimen bolivariano, que de al traste con todas estas posibles componendas e intermediaciones, cuyos resultados están en entredicho si, todo lo que se hace, consiste en ir intentando avanzar en una reconciliación, evidentemente imposible, del señor Maduro con los líderes de la oposición y el mismo líder de la protesta, el señor Leopoldo López. Lo dicho, una pérdida de tiempo y un añadido al padecimiento de los ciudadano que, mientras tanto, se encuentran abocados a una situación límite que no se puede solucionar si no es con un cambio de régimen político, dejando que la democracia vuelva al país venezolano.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie vemos, con escepticismo, esta especie de comedia montada para simular que se puede conseguir torcer la voluntad de un personaje, que ya ha dado suficientes muestras de lo que es capaz de hacer para mantenerse en el machito. Quisiéramos equivocarnos, pero tenemos la impresión de que van a ser más las alharacas y los flases de los reporteros que los resultados que se consigan, en estas reuniones, para lograr solucionar este grave problema de la dictadura bolivariana en Venezuela.

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