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No es la primera vez que el presidente estadounidense, con un pie más fuera que dentro de la Casa Blanca, visita nuestro país. La anterior, lo hizo cargando con una mochila a la espalda –asegura-, si bien estoy convencido de que entonces le supo mejor la estancia, aunque fuese tan solo por ahorrarse el aburrido ceremonial del protocolo. Entonces, el joven Barack acababa de concluir sus estudios universitarios, o estaba a punto de hacerlo. La democracia todavía no se había instalado en España, pero Francisco Franco tampoco mandaba ya; aunque algunos de sus adláteres, los menos conformes con lo que se avecinaba, tampoco se resignarían a abandonar así como así el sitio de privilegio que habían ocupado en vida del Caudillo.
Me lo imagino caminando por las calles de Madrid junto a su esposa Michel, o tal vez con alguna pareja previa que ni de lejos permitía preludiar ningún compromiso futuro. Acerca de este asunto, es cierto que no se ha pronunciado, pero puestos a lucubrar el tema da para mucha inventiva. Pero como el propio presidente de los Estados Unidos declara, aquellos eran otros tiempos, y su postura ante el poder muy diferente a la de hoy día. De hecho, me gustaría saber si por aquel entonces fue algo más crítico con lo que vio y escuchó por el Madrid de hace ya treinta años, puesto que en esta ocasión se ha limitado a cumplir con el protocolo occidental de dorarle la píldora a los aliados. Él, que no cometió la estupidez de optar por la austeridad como una forma para intentar sacar a su país de la regresión en la que estaba inmerso, sino todo lo contrario, ahora resulta que la política de su homónimo hispano es la repera.
La de banalidades que tiene uno que articular en política para intentar quedar bien con todos. Hasta del insolente Donald Trump, ha tenido que pronunciarse en un tono virtuoso o, en su defecto, morderse la lengua para no llegar a cometer un dislate y verbalizar una opinión políticamente incorrecta e indigna del cargo que ocupa. Eso, a mí no me gusta, qué quieren que les diga.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.
El pasado martes mientras limpiaba uno de los patios de colegio que me toca dos veces a la semana, una niña intentaba proteger a una abeja que no podía volar cogiéndola con una hoja y la apartó para que nadie la pisara estando pendiente para ver si se podía recuperar a lo que se sumaron una compañera y un compañero. Gestos que demuestran más empatía que muchos adultos.
En la colosal vorágine de los tiempos modernos, nos encontramos enredados en un tejido de deseos y ansias desbocadas. Nos hemos convertido en una sociedad dominada por la avaricia, un apetito voraz que desemboca en la insaciabilidad. La hambruna crónica de la insatisfacción. Más y más por el mero más y más. Lejos queda la capacidad personal y colectiva de detenernos a pensar quiénes somos y echar la vista atrás para recapitular de dónde venimos.
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