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Había motivos para ocuparse de si debería ir en el hombro izquierdo o en el derecho

Ministro con servilleta, de gola

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- El ministro está en camisa, se ha quitado la chaqueta.

Se avisó en la mesa. Y así parecía. A unos metros, en la mesa principal, el ministro Íñigo Méndez de Vigo, que lo es en funciones de Educación Cultura y Deporte, parecía haberse quedado en camisa. Pero lo que ocurría es que sobre un hombro, a modo de fular, se había colocado una servilleta blanca.

Se celebraba un almuerzo con Conferencia y Coloquio en el que la Directora General de la Unesco, Irina Bokova, exponía la actualidad de la institución, y presentaba las que se esperaban, y resultaron, líneas generales de su candidatura personal para sustituir a Ban Ki-moon en la Secretaría General de la ONU.

A estas alturas de la vida política nacional, con el Gobierno en funciones y los partidos políticos en precampaña y “en trance”, cualquier acto social es motivo de atención, y de agradecimiento, por la ocasión que proporciona para evadirse del aldeanismo mediático-político que hay montado alrededor de los ombligos de líderes y aspirantes a serlo.

La oradora, Irina Georgieva Bokova, había pronunciado su discurso y en la mesa de prensa se repasaba su biografía: comunista búlgara, ministra de Asuntos Exteriores de su país, embajadora en Mónaco y Francia, directora de la Unesco, y candidata a Secretaria de la ONU.

Partiendo de sus orígenes comunistas, y recordando conversiones y reconversiones de la historia, la conversación derivó hacia un suceso histórico importante sobre el que Josif, uno de los comensales, tenía información y opinión fundadas: La expulsión de los judíos de España con sus grupos de conversos, renegados y apostatas.

Josif, periodista búlgaro y sefardí, recordaba el Edicto de Granada de 1492, por el que se dictó el exilio forzoso de judíos, los motivos expuestos en él, la entidad, convicciones y creencias del Rey Fernando V de Aragón. E hizo la precisión «Para la historia, El Rey Católico», que propició la controversia de dos españoles sobre el supuesto de la no promulgación de aquel Edicto y el aporte para España de una comunidad que Josif definía como «la aristocracia intelectual del Siglo XVI»

Retirados los platos con los restos de una moussaka búlgara, mientras se saboreaba un postre de “Tartar de Frutas con sorbete de Limón” y servían Bombones del Foro y mignardises, la conversación, lejos de languidecer, hubo de avivarse, ante la inminencia del coloquio, con aportes sobre el conflicto religioso del pasado, la lucha contra los totalitarismos de la fe, y las convicciones de «un tal Geert Geertsen, al que le latinizaron el nombre y conocemos como Erasmo de Rotterdam».

Entonces fue cuando apareció lo que parecía, y no era, un ministro en camisa, presidiendo una reunión en honor de la Directora de la Unesco.

La situación la aclaró el “maestro” Pedro González, periodista español impuesto en etiquetas y avezado en protocolos. Él fue el que informó sobre el uso de “la servilleta” y lo que parecía la modernidad de un ministro al que otro comensal encontró con porte de protagonista de la serie “La Embajada”, de Atresmedia, que Antena 3 televisión emite los lunes.

Indigentes en ceremoniales y exquisiteces de salón, era momento de recurrir a míster Google y averiguar algo sobre servilletas. Supimos así que el babero, pechero o delantal tiene orígenes varios y remotos: Tras los refinados egipcios, que se lavaban los restos de comidas con agua aromatizada con pétalos de rosa, aparecieron los griegos, que se limpiaban con una miga de pan enrollada que llamaban apomagdalie. Después, los romanos, más prácticos, emplearon el sudarium, que era una especie de pañuelo pequeño con el que se limpiaban boca y manos; y la mappa, más grande y para el mismo uso, que además servía para proteger de suciedades asiento, lecho y triclinia; y que en época del rey romano Tarquino El Soberbio mereció una atención real por la que se dispuso, que tras los banquetes, los comensales emplearan sus mappae para llevarse en ellas las sobras.

Pero al llegar la Edad Media se perdieron usos, ceremoniales y hasta los platos; se comía con las manos y se limpiaban con lo que podían.

Parece ser que fue a finales del siglo XV, en el mes de julio de 1491 si hacemos caso de la información que aporta Maira Álvarez en su “ Protocolo y Etiqueta”, cuando con el Renacimiento apareció la servilleta tal cual es. Inventada por Leonardo da Vinci, maestro de festejos de Lodovico El Moro, señor de Milán, surgió un trozo de tela mucho más apto para el menester de limpiezas bucales y manuales que los conejos, vivos y muertos, que, usaban los comensales para limpiarse.

El texto del gran Leonardo es tan preciso y genial que merece, al menos, aparcar las atenciones a la excelsa señora búlgara y al ministro con servilleta para recrearse en él:

«He ideado que a cada comensal se le dé su propio paño, que, después de ensuciado por su mano y su cuchillo, podrá plegar para, de esta manera, no profanar la apariencia de la mesa con su suciedad»

Siguiendo con los apuntes de míster, o lady, Google apareció otra vez Erasmo de Rotterdam en relación con la servilleta. Éste, autor del libro “De Civilitate Morum Puerilium”, en el año 1530 se había preocupado de la instrucción y urbanidad de la infancia y del uso de adminiculos para limpieza y otros adornos para el cuello.

“Cuello”. Con él surgieron los conceptos garganta, gorja, gañote, gorguera, pasapán, tragadero y...

Gola: «Un adorno hecho de tela blanca, lienzo plegado y alechugado o de tul y encaje»

¡La servilleta del ministro!. Que llevaba en un hombro.

Había motivos para ocuparse de si debería ir en el hombro izquierdo o en el derecho. Pero había dos inconvenientes, a cual más importante:

Había que concentrar la atención en el coloquio que empezaba con la búlgara.

Lo de ir en el hombro izquierdo o en el derecho suponía, según los casos y autores, pertenencia a grupo elitista, tendencias a fidelidades, proclividades a traiciones...

Por eso, sin más, concentramos la atención en el coloquio al tiempo que el ministro, sin servilleta al hombro, hacía lo propio.

Tiempo habrá, y momento, para ocuparse de en qué hombro apoyaba el ministro la tela blanca, del porqué de usar el hombro para llevarla, de las modas actuales sobre etiquetas de salón y...

De algunas cosas más en torno a la situación singular de un ministro que no iba en camisa, pero sí con una servilleta al hombro, de gola.

Ministro con servilleta, de gola

Había motivos para ocuparse de si debería ir en el hombro izquierdo o en el derecho
José Luis Heras Celemín
jueves, 2 de junio de 2016, 08:25 h (CET)
- El ministro está en camisa, se ha quitado la chaqueta.

Se avisó en la mesa. Y así parecía. A unos metros, en la mesa principal, el ministro Íñigo Méndez de Vigo, que lo es en funciones de Educación Cultura y Deporte, parecía haberse quedado en camisa. Pero lo que ocurría es que sobre un hombro, a modo de fular, se había colocado una servilleta blanca.

Se celebraba un almuerzo con Conferencia y Coloquio en el que la Directora General de la Unesco, Irina Bokova, exponía la actualidad de la institución, y presentaba las que se esperaban, y resultaron, líneas generales de su candidatura personal para sustituir a Ban Ki-moon en la Secretaría General de la ONU.

A estas alturas de la vida política nacional, con el Gobierno en funciones y los partidos políticos en precampaña y “en trance”, cualquier acto social es motivo de atención, y de agradecimiento, por la ocasión que proporciona para evadirse del aldeanismo mediático-político que hay montado alrededor de los ombligos de líderes y aspirantes a serlo.

La oradora, Irina Georgieva Bokova, había pronunciado su discurso y en la mesa de prensa se repasaba su biografía: comunista búlgara, ministra de Asuntos Exteriores de su país, embajadora en Mónaco y Francia, directora de la Unesco, y candidata a Secretaria de la ONU.

Partiendo de sus orígenes comunistas, y recordando conversiones y reconversiones de la historia, la conversación derivó hacia un suceso histórico importante sobre el que Josif, uno de los comensales, tenía información y opinión fundadas: La expulsión de los judíos de España con sus grupos de conversos, renegados y apostatas.

Josif, periodista búlgaro y sefardí, recordaba el Edicto de Granada de 1492, por el que se dictó el exilio forzoso de judíos, los motivos expuestos en él, la entidad, convicciones y creencias del Rey Fernando V de Aragón. E hizo la precisión «Para la historia, El Rey Católico», que propició la controversia de dos españoles sobre el supuesto de la no promulgación de aquel Edicto y el aporte para España de una comunidad que Josif definía como «la aristocracia intelectual del Siglo XVI»

Retirados los platos con los restos de una moussaka búlgara, mientras se saboreaba un postre de “Tartar de Frutas con sorbete de Limón” y servían Bombones del Foro y mignardises, la conversación, lejos de languidecer, hubo de avivarse, ante la inminencia del coloquio, con aportes sobre el conflicto religioso del pasado, la lucha contra los totalitarismos de la fe, y las convicciones de «un tal Geert Geertsen, al que le latinizaron el nombre y conocemos como Erasmo de Rotterdam».

Entonces fue cuando apareció lo que parecía, y no era, un ministro en camisa, presidiendo una reunión en honor de la Directora de la Unesco.

La situación la aclaró el “maestro” Pedro González, periodista español impuesto en etiquetas y avezado en protocolos. Él fue el que informó sobre el uso de “la servilleta” y lo que parecía la modernidad de un ministro al que otro comensal encontró con porte de protagonista de la serie “La Embajada”, de Atresmedia, que Antena 3 televisión emite los lunes.

Indigentes en ceremoniales y exquisiteces de salón, era momento de recurrir a míster Google y averiguar algo sobre servilletas. Supimos así que el babero, pechero o delantal tiene orígenes varios y remotos: Tras los refinados egipcios, que se lavaban los restos de comidas con agua aromatizada con pétalos de rosa, aparecieron los griegos, que se limpiaban con una miga de pan enrollada que llamaban apomagdalie. Después, los romanos, más prácticos, emplearon el sudarium, que era una especie de pañuelo pequeño con el que se limpiaban boca y manos; y la mappa, más grande y para el mismo uso, que además servía para proteger de suciedades asiento, lecho y triclinia; y que en época del rey romano Tarquino El Soberbio mereció una atención real por la que se dispuso, que tras los banquetes, los comensales emplearan sus mappae para llevarse en ellas las sobras.

Pero al llegar la Edad Media se perdieron usos, ceremoniales y hasta los platos; se comía con las manos y se limpiaban con lo que podían.

Parece ser que fue a finales del siglo XV, en el mes de julio de 1491 si hacemos caso de la información que aporta Maira Álvarez en su “ Protocolo y Etiqueta”, cuando con el Renacimiento apareció la servilleta tal cual es. Inventada por Leonardo da Vinci, maestro de festejos de Lodovico El Moro, señor de Milán, surgió un trozo de tela mucho más apto para el menester de limpiezas bucales y manuales que los conejos, vivos y muertos, que, usaban los comensales para limpiarse.

El texto del gran Leonardo es tan preciso y genial que merece, al menos, aparcar las atenciones a la excelsa señora búlgara y al ministro con servilleta para recrearse en él:

«He ideado que a cada comensal se le dé su propio paño, que, después de ensuciado por su mano y su cuchillo, podrá plegar para, de esta manera, no profanar la apariencia de la mesa con su suciedad»

Siguiendo con los apuntes de míster, o lady, Google apareció otra vez Erasmo de Rotterdam en relación con la servilleta. Éste, autor del libro “De Civilitate Morum Puerilium”, en el año 1530 se había preocupado de la instrucción y urbanidad de la infancia y del uso de adminiculos para limpieza y otros adornos para el cuello.

“Cuello”. Con él surgieron los conceptos garganta, gorja, gañote, gorguera, pasapán, tragadero y...

Gola: «Un adorno hecho de tela blanca, lienzo plegado y alechugado o de tul y encaje»

¡La servilleta del ministro!. Que llevaba en un hombro.

Había motivos para ocuparse de si debería ir en el hombro izquierdo o en el derecho. Pero había dos inconvenientes, a cual más importante:

Había que concentrar la atención en el coloquio que empezaba con la búlgara.

Lo de ir en el hombro izquierdo o en el derecho suponía, según los casos y autores, pertenencia a grupo elitista, tendencias a fidelidades, proclividades a traiciones...

Por eso, sin más, concentramos la atención en el coloquio al tiempo que el ministro, sin servilleta al hombro, hacía lo propio.

Tiempo habrá, y momento, para ocuparse de en qué hombro apoyaba el ministro la tela blanca, del porqué de usar el hombro para llevarla, de las modas actuales sobre etiquetas de salón y...

De algunas cosas más en torno a la situación singular de un ministro que no iba en camisa, pero sí con una servilleta al hombro, de gola.

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