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"Los políticos siempre hacen lo mismo: prometen construir un puente aunque no haya río". Nikita Jruschov

Los pensionistas pagarán sus pensiones con sus propios impuestos

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Sí, señores, la inventiva de aquellos que presumen de ser los defensores de los menos favorecidos de la fortuna y los garantes de que los pensionistas sigan cobrando sus pensiones o, incluso, puedan percibirlas incrementadas, no tiene límites y tenemos buena muestra de ello en las propuestas que el PSOE, a través de su gobierno en la sombra, en esta ocasión por medio del ex ministro señor Sevilla que, en plena campaña electoral, ha reconocido que el sistema de pensiones que tenemos en España no es sostenible y que, para poder continuar pagando a los pensionistas y jubilados, se van a ver precisados a buscar otras alternativas. La que propone es la creación de una tasa específica para sufragarlas que se tomará de una cesta de impuestos ya existentes.

Conviene recapitular un poco para entender la grave situación en la que se encuentra nuestro sistema de pensiones. Lo cierto es que cuando, en tiempos del general Franco, se creo el actual sistema de pensiones, se basó en lo que se conoce como “sistema de reparto”, una fórmula que, al revés de lo que sucede con los métodos empleados habitualmente por las compañías de seguros, que se basan en la capitalización de las aportaciones de los beneficiarios que tengan suscritos las correspondientes pólizas de seguros de vida o de pensiones vitalicias ( método de cálculos actuariales), se ha venido utilizando desde entonces consistente en que, de las cotizaciones de la masa de trabajadores, se detrae una parte ( la correspondiente al pago de pensiones) que se reparte entre las clases pasivas para que perciban las pensiones correspondientes de entre la variedad de ellas existentes. Si las cotizaciones, cuando existe abundancia de trabajo y hay muchos cotizantes contribuyendo, superan a las cantidades precisas para cubrir las pensiones de los beneficiarios, la parte sobrante (como ha ocurrido durante muchos años) ha pasado a integrar un fondo, Fondo de Garantía de las Pensiones, que ha venido siendo la garantía de que, en casos en los que la tendencia se invierta, no haya ningún beneficiario que deje de percibir la correspondiente prestación.

Claro que, cuando, como viene ocurriendo durante los últimos años de crisis y de grandes masas de trabajadores en desempleo, los trabajadores que cotizan quedan reducidos a un número tan bajo que sus cotizaciones resultan insuficientes para pagar las pensiones de las clases pasivas, entonces no queda más remedio, como viene ocurriendo últimamente, que acudir a las cantidades ahorradas durante los años de abundancia. Lo que sucede es que, la reactivación de nuestra economía no se ha producido con la celeridad precisa para que, el número de cotizantes a la Seguridad Social, alcance la línea de estabilización precisa para que, el montante de lo ingresado por las cotizaciones de los obreros en activo, sea suficiente para abonar todas las pensiones de aquellos deban percibirlas. Este retraso supone que los zarpazos a la Caja de Reserva se hagan más frecuentes y, al no existir el superávit que las engrosaba, la tendencia es a la baja, con el peligro de que, como ocurre en la actualidad, el colchón de las reservas esté reducido a la mitad lo que, como es evidente, pone al Estado en una situación de alarma ante la posibilidad de que esta situación se prolongue.

Existía, fruto de las actuaciones del gobierno del PP, una tendencia positiva de la economía que parecía que señalaba un claro camino hacia la recuperación, un hecho que se constataba con una rebaja de la tendencia al paro y un aumento del número de trabajadores que lo abandonaban para ocupar un puesto de trabajo, lo que suponía dos situaciones esperanzadoras. La primera, que al encontrar un trabajo se producía una baja en el desempleo, lo que suponía que la Seguridad Social dejaba de pagar una prestación de desempleo y la segunda, que el nuevo trabajador contribuía, con su cotización, a aumentar los ingresos disponibles para atender los pagos necesarios. Desgraciadamente, en los últimos meses esa propensión ha quedado estancada, las empresas han reducido sus expectativas y están en un stand by esperando los resultados inciertos de unas elecciones que, más bien, parecen indicar una situación inestable y la posibilidad, nefasta para el país, de que pudiera formarse un gobierno de izquierdas, con la participación de los partidos de extrema izquierda, cuyas políticas, sin duda, iban a apartarnos del entorno europeo, situándonos en tierra de nadie.

Los gobernantes no se han atrevido a coger al toro por los cuernos y buscar la solución al problema, estableciendo un sistema de carácter mixto, un sistema público que garantizara una parte de la pensión y una rebaja de las cotizaciones de forma que, cada trabajador, pudiera crearse su correspondiente seguro que le reconociese el complemento necesario para asegurarse un retiro digno. Evidentemente, para poner en marcha un sistema semejante, lo mismo que para dotarse de un seguro complementario, mediante la capitalización de las cuotas aportadas por el trabajador, se precisa un periodo prolongado de interinidad, durante el cual de se deberían ir ajustando los sistemas provisionales, para que los beneficiarios no salieran perjudicados por el cambio de procedimiento. Ninguno de los gobiernos, tanto de los que se han dado en democracia como de los anteriores, durante el régimen franquista, aún sabiendo que, tarde o temprano, se llegaría a una situación de colapso, han tenido la valentía de enfrentarse al problema y, por ello, nos encontramos ante una situación en la que, promover los cambios precisos, resulte casi imposible.

Seguramente que, al menos con carácter temporal hasta que la reforma precisa tenga lugar, el Estado debería dotar a sus presupuestos generales de un fondo destinado a garantizar el pago de pensiones que, hasta que la normalización de los porcentajes de empleo lo permitiese, permitiera obtener los recursos precisos para atender los pagos correspondientes. Sin embargo, se puede dar aquí una circunstancia curiosa que puede resultar injusta para quienes, después de largos periodos de cotización a la Seguridad Social, de muchos años de trabajo y de haberse visto obligados, no voluntariamente, como se suelen firmar los contratos entre dos partes, a cotizar las cantidades que les fueron impuestas; ahora, pasados los años, se les modifiquen unilateralmente por el Estado las condiciones del contrato; se les aumenten las pensiones en porcentajes inferiores, en ocasiones ridículos, al IPC; se les obligue al pago de parte de los medicamentos y finalmente, si se crea una tasa especial que también la tengan que pagar los pensionistas, se encuentren ante el contrasentido y el absurdo de que se vean obligados a contribuir (al pagar el impuesto) al pago de una parte de su propia pensión.

Estamos, sin duda, ante una serie de políticos empeñados en conseguir, como sea, alcanzar el poder, que parecen surgidos de las cavernas, verdaderos intrusos en la política; incapaces de planificar, estudiar y proponer con sentido común, objetividad y seriedad, un programa sensato, que sea factible y favorable para los ciudadanos afectados, que tenga un mínimo de verosimilitud, que sea posible aplicarlo y, al mismo tiempo, que sea sostenible durante muchos años.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender como aquellos mismos, los del PSOE, que tuvieron que dejar el poder por su incapacidad para sacar a España del lío económico, financiero y social en el que la había metido la incapacidad de Zapatero y su equipo ( en el que también estuvo el señor Sevilla); ahora, apenas cuatro años después de aquella fecha en la que dejaron a nuestra nación al borde de ser rescatada por Bruselas, vuelvan a intentar, como si no hubieran tenido culpa alguna en aquel fracaso (que a punto estuvo a que acabáramos como Grecia), el señor Sánchez y todos sus adláteres, intenten vendernos que son ellos, los sucesores de aquellos gobernantes funestos para los españoles, los que tienen la piedra filosofal para, repitiendo aquellos mismo errores, pretender que nos creamos que, enfrentándose a Europa y echando abajo lo que, el PP, siguiendo los consejos y advertencias del Parlamento Europeo, puso en marcha –como, por ejemplo, la misma reforma laboral que tan buenos frutos ha dado y que, no obstante, está entre uno de los primeros objetivos del PSOE para volverla atrás – España va a conseguir salir del atasco. Un buen comienzo para ganarse las simpatías de la CE.

Los pensionistas pagarán sus pensiones con sus propios impuestos

"Los políticos siempre hacen lo mismo: prometen construir un puente aunque no haya río". Nikita Jruschov
Miguel Massanet
domingo, 22 de mayo de 2016, 12:57 h (CET)
Sí, señores, la inventiva de aquellos que presumen de ser los defensores de los menos favorecidos de la fortuna y los garantes de que los pensionistas sigan cobrando sus pensiones o, incluso, puedan percibirlas incrementadas, no tiene límites y tenemos buena muestra de ello en las propuestas que el PSOE, a través de su gobierno en la sombra, en esta ocasión por medio del ex ministro señor Sevilla que, en plena campaña electoral, ha reconocido que el sistema de pensiones que tenemos en España no es sostenible y que, para poder continuar pagando a los pensionistas y jubilados, se van a ver precisados a buscar otras alternativas. La que propone es la creación de una tasa específica para sufragarlas que se tomará de una cesta de impuestos ya existentes.

Conviene recapitular un poco para entender la grave situación en la que se encuentra nuestro sistema de pensiones. Lo cierto es que cuando, en tiempos del general Franco, se creo el actual sistema de pensiones, se basó en lo que se conoce como “sistema de reparto”, una fórmula que, al revés de lo que sucede con los métodos empleados habitualmente por las compañías de seguros, que se basan en la capitalización de las aportaciones de los beneficiarios que tengan suscritos las correspondientes pólizas de seguros de vida o de pensiones vitalicias ( método de cálculos actuariales), se ha venido utilizando desde entonces consistente en que, de las cotizaciones de la masa de trabajadores, se detrae una parte ( la correspondiente al pago de pensiones) que se reparte entre las clases pasivas para que perciban las pensiones correspondientes de entre la variedad de ellas existentes. Si las cotizaciones, cuando existe abundancia de trabajo y hay muchos cotizantes contribuyendo, superan a las cantidades precisas para cubrir las pensiones de los beneficiarios, la parte sobrante (como ha ocurrido durante muchos años) ha pasado a integrar un fondo, Fondo de Garantía de las Pensiones, que ha venido siendo la garantía de que, en casos en los que la tendencia se invierta, no haya ningún beneficiario que deje de percibir la correspondiente prestación.

Claro que, cuando, como viene ocurriendo durante los últimos años de crisis y de grandes masas de trabajadores en desempleo, los trabajadores que cotizan quedan reducidos a un número tan bajo que sus cotizaciones resultan insuficientes para pagar las pensiones de las clases pasivas, entonces no queda más remedio, como viene ocurriendo últimamente, que acudir a las cantidades ahorradas durante los años de abundancia. Lo que sucede es que, la reactivación de nuestra economía no se ha producido con la celeridad precisa para que, el número de cotizantes a la Seguridad Social, alcance la línea de estabilización precisa para que, el montante de lo ingresado por las cotizaciones de los obreros en activo, sea suficiente para abonar todas las pensiones de aquellos deban percibirlas. Este retraso supone que los zarpazos a la Caja de Reserva se hagan más frecuentes y, al no existir el superávit que las engrosaba, la tendencia es a la baja, con el peligro de que, como ocurre en la actualidad, el colchón de las reservas esté reducido a la mitad lo que, como es evidente, pone al Estado en una situación de alarma ante la posibilidad de que esta situación se prolongue.

Existía, fruto de las actuaciones del gobierno del PP, una tendencia positiva de la economía que parecía que señalaba un claro camino hacia la recuperación, un hecho que se constataba con una rebaja de la tendencia al paro y un aumento del número de trabajadores que lo abandonaban para ocupar un puesto de trabajo, lo que suponía dos situaciones esperanzadoras. La primera, que al encontrar un trabajo se producía una baja en el desempleo, lo que suponía que la Seguridad Social dejaba de pagar una prestación de desempleo y la segunda, que el nuevo trabajador contribuía, con su cotización, a aumentar los ingresos disponibles para atender los pagos necesarios. Desgraciadamente, en los últimos meses esa propensión ha quedado estancada, las empresas han reducido sus expectativas y están en un stand by esperando los resultados inciertos de unas elecciones que, más bien, parecen indicar una situación inestable y la posibilidad, nefasta para el país, de que pudiera formarse un gobierno de izquierdas, con la participación de los partidos de extrema izquierda, cuyas políticas, sin duda, iban a apartarnos del entorno europeo, situándonos en tierra de nadie.

Los gobernantes no se han atrevido a coger al toro por los cuernos y buscar la solución al problema, estableciendo un sistema de carácter mixto, un sistema público que garantizara una parte de la pensión y una rebaja de las cotizaciones de forma que, cada trabajador, pudiera crearse su correspondiente seguro que le reconociese el complemento necesario para asegurarse un retiro digno. Evidentemente, para poner en marcha un sistema semejante, lo mismo que para dotarse de un seguro complementario, mediante la capitalización de las cuotas aportadas por el trabajador, se precisa un periodo prolongado de interinidad, durante el cual de se deberían ir ajustando los sistemas provisionales, para que los beneficiarios no salieran perjudicados por el cambio de procedimiento. Ninguno de los gobiernos, tanto de los que se han dado en democracia como de los anteriores, durante el régimen franquista, aún sabiendo que, tarde o temprano, se llegaría a una situación de colapso, han tenido la valentía de enfrentarse al problema y, por ello, nos encontramos ante una situación en la que, promover los cambios precisos, resulte casi imposible.

Seguramente que, al menos con carácter temporal hasta que la reforma precisa tenga lugar, el Estado debería dotar a sus presupuestos generales de un fondo destinado a garantizar el pago de pensiones que, hasta que la normalización de los porcentajes de empleo lo permitiese, permitiera obtener los recursos precisos para atender los pagos correspondientes. Sin embargo, se puede dar aquí una circunstancia curiosa que puede resultar injusta para quienes, después de largos periodos de cotización a la Seguridad Social, de muchos años de trabajo y de haberse visto obligados, no voluntariamente, como se suelen firmar los contratos entre dos partes, a cotizar las cantidades que les fueron impuestas; ahora, pasados los años, se les modifiquen unilateralmente por el Estado las condiciones del contrato; se les aumenten las pensiones en porcentajes inferiores, en ocasiones ridículos, al IPC; se les obligue al pago de parte de los medicamentos y finalmente, si se crea una tasa especial que también la tengan que pagar los pensionistas, se encuentren ante el contrasentido y el absurdo de que se vean obligados a contribuir (al pagar el impuesto) al pago de una parte de su propia pensión.

Estamos, sin duda, ante una serie de políticos empeñados en conseguir, como sea, alcanzar el poder, que parecen surgidos de las cavernas, verdaderos intrusos en la política; incapaces de planificar, estudiar y proponer con sentido común, objetividad y seriedad, un programa sensato, que sea factible y favorable para los ciudadanos afectados, que tenga un mínimo de verosimilitud, que sea posible aplicarlo y, al mismo tiempo, que sea sostenible durante muchos años.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender como aquellos mismos, los del PSOE, que tuvieron que dejar el poder por su incapacidad para sacar a España del lío económico, financiero y social en el que la había metido la incapacidad de Zapatero y su equipo ( en el que también estuvo el señor Sevilla); ahora, apenas cuatro años después de aquella fecha en la que dejaron a nuestra nación al borde de ser rescatada por Bruselas, vuelvan a intentar, como si no hubieran tenido culpa alguna en aquel fracaso (que a punto estuvo a que acabáramos como Grecia), el señor Sánchez y todos sus adláteres, intenten vendernos que son ellos, los sucesores de aquellos gobernantes funestos para los españoles, los que tienen la piedra filosofal para, repitiendo aquellos mismo errores, pretender que nos creamos que, enfrentándose a Europa y echando abajo lo que, el PP, siguiendo los consejos y advertencias del Parlamento Europeo, puso en marcha –como, por ejemplo, la misma reforma laboral que tan buenos frutos ha dado y que, no obstante, está entre uno de los primeros objetivos del PSOE para volverla atrás – España va a conseguir salir del atasco. Un buen comienzo para ganarse las simpatías de la CE.

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