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El horizonte se abre al infinito mirando al mar

Pego. Paradojas señeras

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El lugar resulta elemental para el asiento de las personas, introduce matices peculiares en el pensamiento y en las actividades de sus habitantes. Delimita la distancia entre las abstracciones y lo concreto; para bien, para mal o de manera intrascendente, que ese será otro asunto de raíces profundas. La confluencia de circunstancias configura la realidad existencial, participa en su espléndida diversidad. El LUGAR adquiere su protagonismo indudable, con rasgos circulantes por los subconscientes u otros más llamativos. Las similitudes entre áreas diversas no empañan el carácter irrepetible de cada localización.

A modo de reflejo de estas experiencias, entresaco hoy algunas perspectivas en torno a mi pueblo, PEGO, en la provincia de Alicante; donde el espacio y el tiempo establecen uno de esos marcos de la realidad. Adherido a las faldas montañosas de cotas benignas, recibe el aliento de los aires mediterráneos y los aromas de la huerta. Comienzan así las citadas influencias, de las cuales apenas sonsacaré hoy algunos trazos significativos.

Por las zonas elevadas toma posiciones el primer contraste, asoma el Barranc del Infern. Paisaje agreste sin concesiones al disimulo, de peligros ciertos con el lamento de víctimas mortales entre sus visitantes; de exhuberante belleza y reserva ecológica valiosa. Impresiona su recorrido por trayectos tortuosos, encerrados entre paredes rocosas de altura. Provocan un pálpito reverencial sin igual. Sonidos y silencios a la par predisponen a la cercanía con dichos ámbitos naturales. El INFIERNO de su nombre, hecho paraíso; amenazado por esas torturas de los incendios forestales. En las estribaciones aledañas queda patente la lucha por la vida, desde la flora a la fauna, del territorio solitario a la vida humana.

El horizonte se abre al infinito mirando al mar, apertura unida entrañablemente a los humedales de la Marjal Pego-Oliva y sus múltiples vicisitudes en la historia reciente. Los arrozales de la zona fundamentaron una de las principales ánimas de la vida pegolina. Los tiempos cambian la evolución de las costumbres, las necesidades son otras. El cultivo del arroz aminoró sus influencias, suplantadas por las tendencias exclusivas de la reserva ecológica. La pugna creó TENSIONES en las que uno se pregunta si predomina la imposición sobre el respeto mutuo. Corren tiempos poco propicios para las deliberaciones pausadas; propensos en cambio para los abandonos y la desconsideración.

Desde el ambiente natural nace la metáfora ligada a la sed y los manantiales. Los rasgos climáticos agudizan las menores disponibilidades de agua; quizá por eso sean más apreciados los acuíferos del Bullentó y de la Marjal. Lo que no equivale a los esmerados cuidados requeridos para el uso de semejante potencial. SEDIENTOS de lo mejor, no siempre aportamos los esfuerzos convenientes. Contaminamos las razones con subterfugios preñados de ideologías, de intereses varios; no siempre enfocados al resultado final encomiable. Hemos adelantado poco en la comprensión mutua, cada grupo avanza por su vereda divergente, cegando los manantiales de los rasgos comunes.

De tal modo situados, el tratamiento de la Naturaleza ofrece la paradoja de zonas avasalladas, desoladoras; frente a sectores bien cuidados y cultivados. Como denominar si no a la invasión de cemento en las áreas montañosas, verdadera invasión de construcciones; nada parecido al cuidado ecológico en las riberas de los lagos de Estocolmo. CONTRASTE notable con las áreas de cultivo, de tradicional esmero, creación de riqueza, solaz y esparcimiento. No sólo consideramos niveles estéticos al valorar los aspectos referidos, modifican las condiciones de vida de sus habitantes. Al albur de los tiempos críticos, pero también como reflejo de la desidia o del interés aplicado en dichas actitudes.

Como es natural, la vida diaria en los entornos referidos consolida los variados trabajos propios de las necesidades sociales; servicios, profesiones y sobre todo los trabajos agrícolas. Con el acompañamiento de períodos festeros de raigambre, desde fallas a carnavales, desde veraneos a las más diversas aficciones. Cada uno de los desarrollos, con toda la carga de preparación previa requerida; en poco tiempo queda expresada muchas veces la labor de todo el año. Las estaciones se suceden, con los ánimos cambiantes y la disposición a las ALTERNANCIAS estimulantes de los esfuerzos laboriosos a las expansiones para la reposición de las baterías. Son los altibajos necesarios para suplir la modorra y la cansera.

Allá donde coinciden los humanos, desde pequeños grupos a grandes poblaciones, brota fogosa la paradoja de las CREENCIAS, asomadas a las intimidades de la forma de percibir la vida. Por subjetivas, muy diferentes unas de otras. Por obcecación, muy intolerantes entre sí. ¿Espirituales? ¿Materialistas? ¿Agnósticas? En este pueblo, muy ligado a su patrón el Ecce-Homo, esta misma realidad es vivida de muchas maneras; variedad precibida también entre los no creyentes. ¿En qué medida son simultáneos estos diferentes puntos de vista? Porque no son compartimentos estancos, los matices son enriquecedores y las respuestas concluyentes no están a disposición de los intervinientes. Las barbaridades también asoman es estos lances.

Las cuitas acumuladas compiten con los períodos placenteros con una envidiable PLURALIDAD de sentimientos. Por fortuna, en estos lares no rige todavía la clonación de las uniformidades reglamentarias. Eso sí, intentos, los hubo, los hay y seguramente no cesarán; confiemos en el saneamiento mental suficiente para la ridiculización de esas tendencias. Si después primará la solidaridad ante cualquier desvalimiento del vecino o el desdén, será cuestión de análisis ulteriores. Quejas y debates no van a faltar. El establecimiento de los buenos cauces para el entendimiento parece ser un requerimiento persistente a lo largo de las diferentes épocas. ¿Porqué será tan fácil la tozudez ensimismada?

Una mención especial merece el componente de ciudadanos pegolinos repartidos por el mundo y por motivos dispares. La DIÁSPORA de un sentimiento de arraigo imperecedero, de intensidades y repercusiones peculiares de cada caso. Argel, Nueva York, Francia, cualquier provincia española, suman ejemplos continuamente. Lo mismo que la llegada de nuevos habitantes foráneos al núcleo de población autóctono. Son una fuente de influencias repartidas en un mosaico pleno de vivencias, sufridas unas, celebradas otras. Los intercambios no son perceptibles en muchas ocasiones, pero su realidad es patente.

Ustedes dirán, y es verdad, que esto sucede en cualquier pueblo de las geografías; a grandes rasgos son circunstancias comunes a las agrupaciones de gentes. Aunque la SINGULARIDAD es el hecho relevante. Si lo observamos desde un individuo concreto, como si lo consideramos en grupos determinados. Y aturdidos por la globalidad atosigante, quizá convengamos en la fascinante ilusión de mantener viva la semilla de cada persona, de cada rincón, de cada mentalidad.

Pego. Paradojas señeras

El horizonte se abre al infinito mirando al mar
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 20 de mayo de 2016, 10:02 h (CET)
El lugar resulta elemental para el asiento de las personas, introduce matices peculiares en el pensamiento y en las actividades de sus habitantes. Delimita la distancia entre las abstracciones y lo concreto; para bien, para mal o de manera intrascendente, que ese será otro asunto de raíces profundas. La confluencia de circunstancias configura la realidad existencial, participa en su espléndida diversidad. El LUGAR adquiere su protagonismo indudable, con rasgos circulantes por los subconscientes u otros más llamativos. Las similitudes entre áreas diversas no empañan el carácter irrepetible de cada localización.

A modo de reflejo de estas experiencias, entresaco hoy algunas perspectivas en torno a mi pueblo, PEGO, en la provincia de Alicante; donde el espacio y el tiempo establecen uno de esos marcos de la realidad. Adherido a las faldas montañosas de cotas benignas, recibe el aliento de los aires mediterráneos y los aromas de la huerta. Comienzan así las citadas influencias, de las cuales apenas sonsacaré hoy algunos trazos significativos.

Por las zonas elevadas toma posiciones el primer contraste, asoma el Barranc del Infern. Paisaje agreste sin concesiones al disimulo, de peligros ciertos con el lamento de víctimas mortales entre sus visitantes; de exhuberante belleza y reserva ecológica valiosa. Impresiona su recorrido por trayectos tortuosos, encerrados entre paredes rocosas de altura. Provocan un pálpito reverencial sin igual. Sonidos y silencios a la par predisponen a la cercanía con dichos ámbitos naturales. El INFIERNO de su nombre, hecho paraíso; amenazado por esas torturas de los incendios forestales. En las estribaciones aledañas queda patente la lucha por la vida, desde la flora a la fauna, del territorio solitario a la vida humana.

El horizonte se abre al infinito mirando al mar, apertura unida entrañablemente a los humedales de la Marjal Pego-Oliva y sus múltiples vicisitudes en la historia reciente. Los arrozales de la zona fundamentaron una de las principales ánimas de la vida pegolina. Los tiempos cambian la evolución de las costumbres, las necesidades son otras. El cultivo del arroz aminoró sus influencias, suplantadas por las tendencias exclusivas de la reserva ecológica. La pugna creó TENSIONES en las que uno se pregunta si predomina la imposición sobre el respeto mutuo. Corren tiempos poco propicios para las deliberaciones pausadas; propensos en cambio para los abandonos y la desconsideración.

Desde el ambiente natural nace la metáfora ligada a la sed y los manantiales. Los rasgos climáticos agudizan las menores disponibilidades de agua; quizá por eso sean más apreciados los acuíferos del Bullentó y de la Marjal. Lo que no equivale a los esmerados cuidados requeridos para el uso de semejante potencial. SEDIENTOS de lo mejor, no siempre aportamos los esfuerzos convenientes. Contaminamos las razones con subterfugios preñados de ideologías, de intereses varios; no siempre enfocados al resultado final encomiable. Hemos adelantado poco en la comprensión mutua, cada grupo avanza por su vereda divergente, cegando los manantiales de los rasgos comunes.

De tal modo situados, el tratamiento de la Naturaleza ofrece la paradoja de zonas avasalladas, desoladoras; frente a sectores bien cuidados y cultivados. Como denominar si no a la invasión de cemento en las áreas montañosas, verdadera invasión de construcciones; nada parecido al cuidado ecológico en las riberas de los lagos de Estocolmo. CONTRASTE notable con las áreas de cultivo, de tradicional esmero, creación de riqueza, solaz y esparcimiento. No sólo consideramos niveles estéticos al valorar los aspectos referidos, modifican las condiciones de vida de sus habitantes. Al albur de los tiempos críticos, pero también como reflejo de la desidia o del interés aplicado en dichas actitudes.

Como es natural, la vida diaria en los entornos referidos consolida los variados trabajos propios de las necesidades sociales; servicios, profesiones y sobre todo los trabajos agrícolas. Con el acompañamiento de períodos festeros de raigambre, desde fallas a carnavales, desde veraneos a las más diversas aficciones. Cada uno de los desarrollos, con toda la carga de preparación previa requerida; en poco tiempo queda expresada muchas veces la labor de todo el año. Las estaciones se suceden, con los ánimos cambiantes y la disposición a las ALTERNANCIAS estimulantes de los esfuerzos laboriosos a las expansiones para la reposición de las baterías. Son los altibajos necesarios para suplir la modorra y la cansera.

Allá donde coinciden los humanos, desde pequeños grupos a grandes poblaciones, brota fogosa la paradoja de las CREENCIAS, asomadas a las intimidades de la forma de percibir la vida. Por subjetivas, muy diferentes unas de otras. Por obcecación, muy intolerantes entre sí. ¿Espirituales? ¿Materialistas? ¿Agnósticas? En este pueblo, muy ligado a su patrón el Ecce-Homo, esta misma realidad es vivida de muchas maneras; variedad precibida también entre los no creyentes. ¿En qué medida son simultáneos estos diferentes puntos de vista? Porque no son compartimentos estancos, los matices son enriquecedores y las respuestas concluyentes no están a disposición de los intervinientes. Las barbaridades también asoman es estos lances.

Las cuitas acumuladas compiten con los períodos placenteros con una envidiable PLURALIDAD de sentimientos. Por fortuna, en estos lares no rige todavía la clonación de las uniformidades reglamentarias. Eso sí, intentos, los hubo, los hay y seguramente no cesarán; confiemos en el saneamiento mental suficiente para la ridiculización de esas tendencias. Si después primará la solidaridad ante cualquier desvalimiento del vecino o el desdén, será cuestión de análisis ulteriores. Quejas y debates no van a faltar. El establecimiento de los buenos cauces para el entendimiento parece ser un requerimiento persistente a lo largo de las diferentes épocas. ¿Porqué será tan fácil la tozudez ensimismada?

Una mención especial merece el componente de ciudadanos pegolinos repartidos por el mundo y por motivos dispares. La DIÁSPORA de un sentimiento de arraigo imperecedero, de intensidades y repercusiones peculiares de cada caso. Argel, Nueva York, Francia, cualquier provincia española, suman ejemplos continuamente. Lo mismo que la llegada de nuevos habitantes foráneos al núcleo de población autóctono. Son una fuente de influencias repartidas en un mosaico pleno de vivencias, sufridas unas, celebradas otras. Los intercambios no son perceptibles en muchas ocasiones, pero su realidad es patente.

Ustedes dirán, y es verdad, que esto sucede en cualquier pueblo de las geografías; a grandes rasgos son circunstancias comunes a las agrupaciones de gentes. Aunque la SINGULARIDAD es el hecho relevante. Si lo observamos desde un individuo concreto, como si lo consideramos en grupos determinados. Y aturdidos por la globalidad atosigante, quizá convengamos en la fascinante ilusión de mantener viva la semilla de cada persona, de cada rincón, de cada mentalidad.

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