La eutanasia comenzó defendiéndose como un derecho de las personas que presentaban una enfermedad terminal, aquí es ya una realidad con todas las consecuencias, pero hoy tantea ya, en diferentes partes del mundo, la posibilidad de que se puedan acoger a ella quienes se hayan cansado de vivir, o como en el caso canadiense, que se pueda aplicar a niños o a personas con enfermedades mentales.
Esta legislación encuentra el humus necesario en una sociedad nihilista, que presume de preocuparse por los más vulnerables y termina por volverse contra ellos.
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