Pero parece que hoy son pocos quienes quieran alabar al Creador, que estén dispuestos a defender lo que siempre ha sido la voz de Dios, expresada en las Escrituras y defendidas por los cristianos. En la predicación de Navidad del arzobispo Becket, manifiesta el contraste presente en la liturgia: “Mi sermón en esta mañana de Navidad será muy breve. Tan solo desearía que meditarais en vuestros corazones el profundo significado y misterio de nuestras Misas de Navidad. Porque cada vez que decimos la Santa Misa nos representamos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y en este día de Navidad la decimos en celebración de su Nacimiento, de modo que a la vez que nos regocijamos por su venida para la salvación de los hombres, de nuevo ofrecemos a Dios su cuerpo y su sangre en sacrificio, oblación y expiación de los pecados de todo el mundo”.
Impresionante contraste que, de alguna manera, podemos vivir en el día a día en esta sociedad nuestra en la que muchos cristianos se sienten felices de celebrar la Navidad, al mismo tiempo que otros muchos, mayoría, se suman a la fiesta negando de echo la existencia de Dios en sus vidas. Les da igual celebrar la Navidad que la Semana Santa, solo quieren vacaciones.
No hemos llegado en nuestra sociedad a matar al obispo porque nos molesta, pero hemos llegado a matar a miles y miles de niños, simplemente porque estorban, y admitimos como políticamente correcto, lo que es naturalmente un asesinato.
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