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El intento de impedir el relevo en el poder que se ha producido en Brasil desgraciadamente no es un fenómeno aislado. Se cumplen dos años de algo muy parecido en Estados Unidos. Sin duda son fenómenos populistas. Pero a veces la expresión “populismo” es demasiado genérica. Estamos ante una cuestión institucional pero también antropológica.
Una democracia no se basa solo en procedimientos formales. Tiene su fundamento en una serie de certezas y evidencias que en estos momentos se diluyen. Se desdibujan los sujetos personales y sociales, desaparece la unidad en la pluralidad y no hay puntos firmes, de hecho, el respeto a la libertad pierde fuerza.
En más de alguna ocasión me he sentido culpable por el simple hecho de descansar: leer un libro, ver una serie o jugar con mi perra. Es como si todo el tiempo la dinámica capitalista de la vida transmitiera inconscientemente el mensaje de que hay que ser productivos. ¿Hay prisa por ser o hacer algo? No.
“El primer acto de corrupción es aceptar un cargo público para el que no se está preparado” es un refrán muy citado en redes sociales y medios gráficos, inexplicablemente valorado de manera virtual pero intencionalmente olvidado en el plano de lo fáctico y real.
Aforismo latino que vertido al Español quiere decir: “La corrupción de lo muy bueno es malísima”. Con esta frase se quería indicar que lo óptimo, cuando se echa a perder, cuando se pudre, es fétido, es lo peor que hay. Por desgracia hoy entre los españoles está vigente ese dicho.
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