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El intento de impedir el relevo en el poder que se ha producido en Brasil desgraciadamente no es un fenómeno aislado. Se cumplen dos años de algo muy parecido en Estados Unidos. Sin duda son fenómenos populistas. Pero a veces la expresión “populismo” es demasiado genérica. Estamos ante una cuestión institucional pero también antropológica.
Una democracia no se basa solo en procedimientos formales. Tiene su fundamento en una serie de certezas y evidencias que en estos momentos se diluyen. Se desdibujan los sujetos personales y sociales, desaparece la unidad en la pluralidad y no hay puntos firmes, de hecho, el respeto a la libertad pierde fuerza.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.
El pasado martes mientras limpiaba uno de los patios de colegio que me toca dos veces a la semana, una niña intentaba proteger a una abeja que no podía volar cogiéndola con una hoja y la apartó para que nadie la pisara estando pendiente para ver si se podía recuperar a lo que se sumaron una compañera y un compañero. Gestos que demuestran más empatía que muchos adultos.
En la colosal vorágine de los tiempos modernos, nos encontramos enredados en un tejido de deseos y ansias desbocadas. Nos hemos convertido en una sociedad dominada por la avaricia, un apetito voraz que desemboca en la insaciabilidad. La hambruna crónica de la insatisfacción. Más y más por el mero más y más. Lejos queda la capacidad personal y colectiva de detenernos a pensar quiénes somos y echar la vista atrás para recapitular de dónde venimos.
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