Tras el funeral por el papa Benedicto, sucedido hace un mes, se han ido sucediendo los comentarios que elogian su estilo, su humanidad dulce y bondadosa. Pienso que todo esto es importante. Ratzinger supo, a pesar de su timidez, ganarse la estima y el cariño de millones de hombres.
Pero, quien gobernó la Iglesia durante ocho años, de 2005 a 2013, también debe ser recordado como un Papa que percibió cuál es la esencia del cristianismo y su misión en el mundo contemporáneo.
Y es que en el pensamiento de Benedicto XVI la Iglesia no es una forma política, es la continuidad de la presencia de Cristo en la historia.
Por eso no puede ni reducirse ni identificarse con una religión civil o con un dique contra el mal para mantener el mundo en orden. Por todo ello su misión es evangelizadora, es decir, debe mostrar a Cristo y preguntarse por la verdad que Cristo manifiesta.
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