¿Algún tribunal se negaría a admitir la demanda contra una discriminación clamorosa y pública de homosexuales sólo porque la Fundación que promueva la demanda no está formada por homosexuales? ¿Este mismo Tribunal Europeo de Derechos Humanos se atrevería a hacerlo?
Los hombres y mujeres con síndrome Down son tan hijos de Dios, tan ciudadanos de cualquier país, tan sujetos de derechos, como cualquier otro ciudadano en cualquier parte del mundo. Y sus derechos pueden ser defendidos por cualquier colegio de abogados, que en absoluto son víctimas del mal que se les quiera hacer.
Con esa medida, el Gobierno francés y el Tribunal en cuestión, se arrogan el “derecho” de prohibir sonreír en público. ¿Quién le ha dado ese poder? ¿Qué bien quieren defender con esa prohibición? ¿Qué mal puede hacer la sonrisa de una madre y de su hijo Down? ¿O quieren el Gobierno y el Tribunal, establecer una ley que prohíba a los Down, a sus madres, a sus familias, ser felices, sonreír?
Por estos caminos–aborto, eutanasia, lgtbi, etc-, la Unión Europea no llegará nunca a dar origen a una nueva civilización en Europa; y no tendrá el espíritu, la fuerza para defenderse de quienes anhelan destruirla. Nos quejamos, y con razón, contra los racismos, contra las discriminaciones por el color de la piel, contra las injusticias económicas-sociales, etc, etc.
¿Se puede construir una sociedad, una cultura, una civilización, manteniéndonos en silencio ante el aborto organizado y planeado contra los síndromes Down, y negándoles el derecho a sonreír a quien sobreviven a ese asesinato sistemático?
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