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Hay un vecino en mi comunidad que es miembro de una banda de malhechores. Durante 8 años ha estado bombardeando a todos los moradores del edificio. Las bajas son cuantiosas. Los desperfectos incontables. Los sufrimientos innumerables. Muchos cayeron, algunos se fueron y otros resistimos. La ley no nos hace caso.
Después de reunirnos en una junta de vecinos, acordamos pedir ayuda al "primo de Zumosol" y éste nos la está brindando. Todos en la comunidad queremos vivir en paz. La opción es que el edificio pase a manos de este potente señor o caer en las garras de los delincuentes. Al ver éstos la nueva situación, por diferentes medios está intentando anular el resultado de la junta.
Por otra parte, éstos forajidos nos piden que nos retractemos de la votación, que huyamos, que pasemos a sus filas. Pretende hacer creer al mundo entero, que el musculoso señor que nos está ayudando a salir del infierno en el que ellos mismos nos metieron durante 8 años, es algo peor que él mismo. ¿Usted, señor lector, qué nos aconseja? Por cierto, la situación que estamos viviendo en mi comunidad ¿no tiene cierto parecido a lo que está sucediendo en Jersón, Zaporiyia, Lugansk y Donetsk?
Estimado Director, me dirijo a usted con gran preocupación a causa de un mundo actual convulsionado por conflictos y tensiones, es imperativo reflexionar sobre el devastador legado que las guerras contemporáneas están creando para las generaciones venideras. Nos encontramos inmersos en un escenario global donde los enfrentamientos armados y las disputas geopolíticas se han vuelto comunes.
Leemos en la prensa vasca del día 4 de abril sobre la intimidación hasta agresión que recibió un menor de 14 años por parte de un pedófilo “extranjero” en la estación de Renfe en Ordizia y a plena luz del día. En la misma prensa del día 17: “El hombre de 39 años que ha sido enviado a prisión preventiva por agredir sexualmente a una niña de cuatro años el pasado sábado en Getxo acumula un largo historial delictivo (...)”.
Que la sociedad se deshace como un castillo de arena abatido por las olas del mar no es ningún descubrimiento; que la institución familiar sufre también los avatares de determinadas ideologías es también sobradamente conocido; y que la identidad personal está siendo manipulada hasta el punto de no saber si la cabeza se queda mirando al frente o hacia atrás se presente como algo obvio.
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