Sócrates decía que de nada sirve la experiencia si no se sacan conclusiones de ella. En muchas ocasiones me he preguntado cómo es posible que toda Alemania se pusiera de acuerdo en matar judíos. La respuesta creo que la he encontrado en los tiempos que hemos vivido con el tema de la independencia de Cataluña y ahora con lo de Rusia y Ucrania.
Recuerdo que cuando el referéndum en Cataluña, en las calles se podía mascar la Españafobia. ¿Cómo se llegó a esta situación? Creo que fue el largo y minucioso trabajo que la Generalitat, los medios de comunicación, las escuelas y la Universidad hicieron. Antes fue la judiofobia y ahora toca la rusofobia. Los tres tienen en común la manipulación, el odio y la violencia en la que desembocó.
En lo que no coinciden es en el camino que tomaron los acontecimientos y los flecos que de ellos se derivaron. No se puede jugar con el botón del odio, porque nunca se sabe cómo acabará. Hoy día nadie se atrevería a decir que la judeofobia estuviera bien; sin embargo, España participó. Como también está participando en la rusofobia y ¿quién dice que eso esté mal? Es injusto, es antieconómico y sobre todo, es inhumano. Quiero hacer un llamamiento a la cordura, apelo al sentido común y sobre todo, convoco al juicio para que no volvamos a caer en los mismos errores del pasado. ¡Ya vale!
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