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Opinión
Etiquetas | Hablemos sin tapujos | OTAN | Putin | Rusia | Amenaza | Europa
Y si, por temor al botón rojo nuclear, se cede ¿qué garantías habrá de que no amenace con pulsarlo, cada vez que le convenga?

¿Podrá la OTAN evitar enfrentarse, militarmente, al Moscú de Putin?

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Tenemos la desagradable sensación de que Europa está perdiendo la iniciativa en el caso de la invasión rusa de Ucrania. Demasiadas discrepancias, una evidente falta de previsión en cuanto a los efectos más directos de este enfrentamiento con los rusos, por lo que respecta a la dependencia, de una parte importante de la UE, del gas y el petróleo que vienen de la nación rusa; la opinión adversa a apretarle las clavijas al autócrata Putin, de algunas naciones que mantienen una posición equívoca respecto a cómo tratar el contencioso Europa-Rusia, como es el caso de Turquía, una nación que no hace más que proporcionar dolores de cabeza al resto de la UE y que se está manifestando como un verso suelto en lo que hace referencia a la adopción de medidas, que en estos momentos no hay duda que son esenciales, para mantener una posición de fuerza ante las amenazas expansionistas de la nación rusa.


No sabemos si estamos en condiciones de que la OTAN pueda flaquear, como parece ser que pretende el señor Erdogan, al negarse a que dicho organismo militar de defensa común de la UE, acoja en su seno a las naciones que forman parte de aquellas que, por su proximidad con Rusia, se sienten más expuestas a tener que enfrentarse con futuras ansias expansionistas del autócrata ruso y que, con toda seguridad, van a pedir su ingreso urgente en la organización militar europea. ¿Está, de verdad, Europa, en condiciones de negar dicho ingreso a naciones como Finlandia y Suecia? ¿cómo van a explicar a aquellas naciones que, porque un señor de dudosa reputación, como es el señor Erdogán, pueda impedir con su negativa, que el resto de naciones de la comunidad europea que están de acuerdo en aceptarlas, tenga que enfrentarse, en un futuro no lejano, a una nueva invasión rusa que pudiera tener como objetivo anexionarse a cualquiera o los dos países que hoy solicitan protección de la OTAN?


Todos aquellos pacifistas, conformistas, comunistas, catastrofistas, timoratos y demás personajillos, siempre dispuestos a justificar lo que no tiene justificación y a utilizar su influencia, su propaganda subversiva, su rechazo a todo lo que sea contrario a sus ideologías; van a intentar boicotear cualquier postura firme, decidida, enérgica y categórica que garantice que cualquier nación, estuviera o no en la OTAN, que fuera agredida injustamente por la de Putín, supiera que Europa y, con toda seguridad, los EE.UU de América, iban a responder con igual fuerza, empeño y medios para defenderla.


El que los ñoños habituales, los defensores del comunismo bolchevique, los pacifistas de boquilla y todos cuantos pretendan asustar a los ciudadanos con la amenaza de una intervención nuclear por parte de los rusos, deberían primero hacerse esta reflexión: ¿Qué ocurriría si el señor Putín tuviera la intención de recurrir a una guerra atómica, lanzando sus misiles de largo alcance con ojivas nucleares, dirigidos contra la nación americana o sobre cualquiera de las capitales de Europa? Pues es evidente que, por muy rápidos que sean los misiles, por mucho peligro que supongan para los agredidos, no hay nadie que pueda pensar que los satélites de vigilancia de los que disponen, tanto los EE.UU como Europa o como naciones como Israel, a estos efectos, lo detectarían de inmediato y la respuesta a semejante agresión sería una reacción de represalia atómica contra la nación rusa; un evento que tanto Putín, como cualquier estratega que tenga un dedo de sentido común, están convencidos de que sería imposible  evitar la adecuada respuesta con misiles nucleares, lo que comportaría consecuencias monstruosas que para toda la humanidad, agresores y agredidos.


Tampoco se pueden desdeñar las pantallas electrónicas y barreras de misiles antimisiles de las que están dotados la OTAN y los EE.UU, lo que, a estas alturas del siglo XXI, se debe suponer que se ha llegado a una perfección de la que carecían en años anteriores. Pero, para nosotros, el mejor argumento que se nos puede ocurrir es el de que, si por miedo a que se utilice la amenaza nuclear se va cediendo terreno a quienes esgrimen semejantes amenazas, es obvio que ya les has proporcionado el método para seguir utilizando el mismo procedimiento chantajista en cualquier otra ocasión en la que, la ambición expansionista de la antigua Unión Soviética, quisiera ponerse en práctica, garantizándoles el éxito de la operación. No hay manera de controlar a señores como Putín o KIM Jong-Un, puedan decidir en unas semanas, un mes u otro periodo de tiempo, apretar el dichoso mecanismo para dar fin a la humanidad.


Es obvio que no se puede vivir siempre bajo el temor de que algún loco pueda dar al traste con toda nuestra civilización y, por tanto, lo que nos dicta el sentido común es que hay que actuar prescindiendo de que existan amenazas de una contienda nuclear que, sin duda alguna, no iba a favorecer a ninguna de las partes en litigio y sí, a quienes utilizan el chantaje para conseguir beneficios territoriales y económicos, recurriendo a semejante método.


Es cierto que Rusia es una gran potencia militar, que dispones de un número muy elevado de armas muy sofisticadas, capaces de crear problemas al resto de naciones. Pero también es cierto que lo que parecía un ejército poco importante, el de Ucrania, carente de medios y poco entrenado para enfrentarse a una nación de la talla de la Rusia moderna, ha dejado aparte sus complejos, se viene mostrando unido en la defensa de su territorio y está demostrando que tiene músculo militar con la utilización delas armas que les han sido entregadas, medios que se viene demostrando que son muy eficientes en el control de los tanques, la artillería y las naves rusas, que viene pagando un alto precio por su desprecio por el armamento del resto de naciones; pero que han tenido que admitir que, después de 80 días de guerra, no han conseguido ocupar más de un 10% del territorio ucraniano. El coste en vidas rusas ha sido de más de 25.000 muertos y un número elevadísimo de pérdidas en material y oficiales de alta graduación, que pone en cuestión lo que sería una guerra total para una nación arruinada económicamente como es, en la actualidad, la Rusia del señor Putin.


Faltará saber si lo que hace el pueblo ruso, hoy mayoritariamente defensor de la política ofensiva de su país si, como es evidente que ocurrirá tarde o temprano, cuando los efectos de las sanciones impuestas por occidente vayan minando la economía, los sueldos, los precios de los alimentos y todos aquellos elementos que vienen contribuyendo a que, poco a poco, se produciendo un descontento general que pudiera derivar en un enojo multitudinario en contra de la figura de quien los ha enzarzado en una guerra absurda. Todo va a depender de lo que dure la guerra, de la ayuda que puedan seguir proporcionando a los soldados ucranianos por la OTAN y los EE.UU y del grado de implicación que la CE quiera mantener en defensa de aquellas naciones que, como Finlandia y Suecia, hayan decidido abandonar su neutralidad de años pasados, ante la nueva amenaza de esta Rusia beligerante que puede poner en peligro, en cualquier momento en que lo considere oportuno, la integridad y las libertades de todos estos países que forman parte del entorno de lo que hoy constituyen las fronteras de la nación rusa.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el temor de que, finalmente, todos los esfuerzos que se han venido haciendo par ayudar a la población ucraniana, acabe en agua de borrajas, debido al derrotismo que las izquierdas en general , están intentando extender por entre los europeos, para intentar evitar que Europa siga siendo la que mantiene el pulso contra la ofensiva de Putín, con el que, es obvio, les unen las ideologías, el totalitarismo, el control de las libertades y su estrategia para conseguir que esta España, ocupada por el comunismo naciente importado de Venezuela, se convierta en la semilla para un futuro, dirigido por quienes pretenden acabar con los valores, costumbres y derechos de una nación europea, como es la nuestra, que no merece que sea tratada de la manera con que lo vienen haciendo estos elementos destructivos, a los que se la hemos entregado.


El presidente americano, Abraham Lincoln, dejó para la posteridad este gran pensamiento: “Nuestra defensa está en la preservación del espíritu que valora la libertad como un patrimonio de todos los hombres, en todos los países, en todas partes. Destruid este espíritu y que ha plantado las semillas del despotismo en torno a sus propias puertas".

¿Podrá la OTAN evitar enfrentarse, militarmente, al Moscú de Putin?

Y si, por temor al botón rojo nuclear, se cede ¿qué garantías habrá de que no amenace con pulsarlo, cada vez que le convenga?
Miguel Massanet
lunes, 16 de mayo de 2022, 09:23 h (CET)

Tenemos la desagradable sensación de que Europa está perdiendo la iniciativa en el caso de la invasión rusa de Ucrania. Demasiadas discrepancias, una evidente falta de previsión en cuanto a los efectos más directos de este enfrentamiento con los rusos, por lo que respecta a la dependencia, de una parte importante de la UE, del gas y el petróleo que vienen de la nación rusa; la opinión adversa a apretarle las clavijas al autócrata Putin, de algunas naciones que mantienen una posición equívoca respecto a cómo tratar el contencioso Europa-Rusia, como es el caso de Turquía, una nación que no hace más que proporcionar dolores de cabeza al resto de la UE y que se está manifestando como un verso suelto en lo que hace referencia a la adopción de medidas, que en estos momentos no hay duda que son esenciales, para mantener una posición de fuerza ante las amenazas expansionistas de la nación rusa.


No sabemos si estamos en condiciones de que la OTAN pueda flaquear, como parece ser que pretende el señor Erdogan, al negarse a que dicho organismo militar de defensa común de la UE, acoja en su seno a las naciones que forman parte de aquellas que, por su proximidad con Rusia, se sienten más expuestas a tener que enfrentarse con futuras ansias expansionistas del autócrata ruso y que, con toda seguridad, van a pedir su ingreso urgente en la organización militar europea. ¿Está, de verdad, Europa, en condiciones de negar dicho ingreso a naciones como Finlandia y Suecia? ¿cómo van a explicar a aquellas naciones que, porque un señor de dudosa reputación, como es el señor Erdogán, pueda impedir con su negativa, que el resto de naciones de la comunidad europea que están de acuerdo en aceptarlas, tenga que enfrentarse, en un futuro no lejano, a una nueva invasión rusa que pudiera tener como objetivo anexionarse a cualquiera o los dos países que hoy solicitan protección de la OTAN?


Todos aquellos pacifistas, conformistas, comunistas, catastrofistas, timoratos y demás personajillos, siempre dispuestos a justificar lo que no tiene justificación y a utilizar su influencia, su propaganda subversiva, su rechazo a todo lo que sea contrario a sus ideologías; van a intentar boicotear cualquier postura firme, decidida, enérgica y categórica que garantice que cualquier nación, estuviera o no en la OTAN, que fuera agredida injustamente por la de Putín, supiera que Europa y, con toda seguridad, los EE.UU de América, iban a responder con igual fuerza, empeño y medios para defenderla.


El que los ñoños habituales, los defensores del comunismo bolchevique, los pacifistas de boquilla y todos cuantos pretendan asustar a los ciudadanos con la amenaza de una intervención nuclear por parte de los rusos, deberían primero hacerse esta reflexión: ¿Qué ocurriría si el señor Putín tuviera la intención de recurrir a una guerra atómica, lanzando sus misiles de largo alcance con ojivas nucleares, dirigidos contra la nación americana o sobre cualquiera de las capitales de Europa? Pues es evidente que, por muy rápidos que sean los misiles, por mucho peligro que supongan para los agredidos, no hay nadie que pueda pensar que los satélites de vigilancia de los que disponen, tanto los EE.UU como Europa o como naciones como Israel, a estos efectos, lo detectarían de inmediato y la respuesta a semejante agresión sería una reacción de represalia atómica contra la nación rusa; un evento que tanto Putín, como cualquier estratega que tenga un dedo de sentido común, están convencidos de que sería imposible  evitar la adecuada respuesta con misiles nucleares, lo que comportaría consecuencias monstruosas que para toda la humanidad, agresores y agredidos.


Tampoco se pueden desdeñar las pantallas electrónicas y barreras de misiles antimisiles de las que están dotados la OTAN y los EE.UU, lo que, a estas alturas del siglo XXI, se debe suponer que se ha llegado a una perfección de la que carecían en años anteriores. Pero, para nosotros, el mejor argumento que se nos puede ocurrir es el de que, si por miedo a que se utilice la amenaza nuclear se va cediendo terreno a quienes esgrimen semejantes amenazas, es obvio que ya les has proporcionado el método para seguir utilizando el mismo procedimiento chantajista en cualquier otra ocasión en la que, la ambición expansionista de la antigua Unión Soviética, quisiera ponerse en práctica, garantizándoles el éxito de la operación. No hay manera de controlar a señores como Putín o KIM Jong-Un, puedan decidir en unas semanas, un mes u otro periodo de tiempo, apretar el dichoso mecanismo para dar fin a la humanidad.


Es obvio que no se puede vivir siempre bajo el temor de que algún loco pueda dar al traste con toda nuestra civilización y, por tanto, lo que nos dicta el sentido común es que hay que actuar prescindiendo de que existan amenazas de una contienda nuclear que, sin duda alguna, no iba a favorecer a ninguna de las partes en litigio y sí, a quienes utilizan el chantaje para conseguir beneficios territoriales y económicos, recurriendo a semejante método.


Es cierto que Rusia es una gran potencia militar, que dispones de un número muy elevado de armas muy sofisticadas, capaces de crear problemas al resto de naciones. Pero también es cierto que lo que parecía un ejército poco importante, el de Ucrania, carente de medios y poco entrenado para enfrentarse a una nación de la talla de la Rusia moderna, ha dejado aparte sus complejos, se viene mostrando unido en la defensa de su territorio y está demostrando que tiene músculo militar con la utilización delas armas que les han sido entregadas, medios que se viene demostrando que son muy eficientes en el control de los tanques, la artillería y las naves rusas, que viene pagando un alto precio por su desprecio por el armamento del resto de naciones; pero que han tenido que admitir que, después de 80 días de guerra, no han conseguido ocupar más de un 10% del territorio ucraniano. El coste en vidas rusas ha sido de más de 25.000 muertos y un número elevadísimo de pérdidas en material y oficiales de alta graduación, que pone en cuestión lo que sería una guerra total para una nación arruinada económicamente como es, en la actualidad, la Rusia del señor Putin.


Faltará saber si lo que hace el pueblo ruso, hoy mayoritariamente defensor de la política ofensiva de su país si, como es evidente que ocurrirá tarde o temprano, cuando los efectos de las sanciones impuestas por occidente vayan minando la economía, los sueldos, los precios de los alimentos y todos aquellos elementos que vienen contribuyendo a que, poco a poco, se produciendo un descontento general que pudiera derivar en un enojo multitudinario en contra de la figura de quien los ha enzarzado en una guerra absurda. Todo va a depender de lo que dure la guerra, de la ayuda que puedan seguir proporcionando a los soldados ucranianos por la OTAN y los EE.UU y del grado de implicación que la CE quiera mantener en defensa de aquellas naciones que, como Finlandia y Suecia, hayan decidido abandonar su neutralidad de años pasados, ante la nueva amenaza de esta Rusia beligerante que puede poner en peligro, en cualquier momento en que lo considere oportuno, la integridad y las libertades de todos estos países que forman parte del entorno de lo que hoy constituyen las fronteras de la nación rusa.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el temor de que, finalmente, todos los esfuerzos que se han venido haciendo par ayudar a la población ucraniana, acabe en agua de borrajas, debido al derrotismo que las izquierdas en general , están intentando extender por entre los europeos, para intentar evitar que Europa siga siendo la que mantiene el pulso contra la ofensiva de Putín, con el que, es obvio, les unen las ideologías, el totalitarismo, el control de las libertades y su estrategia para conseguir que esta España, ocupada por el comunismo naciente importado de Venezuela, se convierta en la semilla para un futuro, dirigido por quienes pretenden acabar con los valores, costumbres y derechos de una nación europea, como es la nuestra, que no merece que sea tratada de la manera con que lo vienen haciendo estos elementos destructivos, a los que se la hemos entregado.


El presidente americano, Abraham Lincoln, dejó para la posteridad este gran pensamiento: “Nuestra defensa está en la preservación del espíritu que valora la libertad como un patrimonio de todos los hombres, en todos los países, en todas partes. Destruid este espíritu y que ha plantado las semillas del despotismo en torno a sus propias puertas".

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