La teoría sobre el sacerdocio ministerial es clara. Los avatares históricos, sin embargo, a veces han conducido por otros derroteros, desde una mentalidad funcionalista que ha situado al presbítero como una especie de funcionario de lo sagrado.
Hoy la realidad es otra. Desde que Juan Pablo II apeló a lo que denominó una “nueva evangelización”, se ha ido haciendo más evidente la necesidad de un cristianismo que no puede quedar recluido en las sacristías. Es la visión que impulsa Francisco, en la que el sacerdote es claramente una figura esencial, pero todas las manos son necesarias para anunciar la alegría del evangelio.
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