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Empezando por lo accidental y terminando por lo trascendente.
Las seis primeras cualidades de mi existencia son accidentales
Primero, soy europeo, pero igualmente podría ser africano o asiático si hubiera nacido en cualquiera de esos continentes.
Segundo, soy español, pero sería francés, ruso o argentino si mi madre me hubiera parido en Francia, en Rusia o en Argentina.
Tercero, soy andaluz, pero ¿por qué no catalán, gallego o extremeño? Todo consiste en el certificado de nacimiento que te da el Registro Civil.
Cuarto, soy gaditano -¡qué suerte la mía de haber abierto los ojos en la tierra que dio a luz la primera Constitución democrática y liberal de España-, pero igualmente podría ser alcalaíno por ser la tierra donde nació el autor del Quijote.
Quinto, soy cristiano por tradición y porque creo que en el Evangelio está la clave del respeto y el amor entre las personas. Pero igualmente podría ser budista o simplemente ateo.
Sexto, soy socialista porque creo que el socialismo es quien mejor puede llevar a cabo el cumplimiento de los ideales de justicia, libertad, solidaridad y respeto que nos debemos todos los seres humanos. Pero en su lugar también podría ser conservador o comunista.
Todo lo dicho hasta aquí es temporal y circunstancial. Todo es aparentemente bueno y todo puede cambiarse justificadamente. Sin embargo, lo que permanece inalterable, lo que ni siquiera yo mismo podría cambiar porque forma parte de mi ente personal e intransferible es mi condición de gitano. Por esa razón:
Todo lo dicho hasta aquí es verdad, es temporal y es cambiante
Lo que nunca cambiarán son mis raíces gitanas, milenarias.
Lo que nunca cambiará es el sentimiento de familia (la familia es lo más importante) que para cualquier gitano que se precie es lo primero.
Lo que nunca cambiará es el respeto, la veneración y la obediencia que debemos a nuestros padres y ancianos. Ellos son el fundamento de nuestra vida en sociedad.
Pero por encima de todo, por encima del bien y del mal, por encima de todas las leyes que puedan dictar “los gachés”,― o los gitanos si algún día gobernamos en este país―, lo que nunca nadie ni nada podrá cambiar es que me tuvo nueve meses en el vientre una gitana, y allí, en el claustro sagrado de la maternidad, aprendí a quererla y a respetarla. Por eso ante ella me rompo la camisa, y coloco a la mujer gitana en lo más alto de mi vida y de nuestra estirpe.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".
Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.
Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.
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