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Sociedad
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Es un acto cívico-religioso cuyo objetivo es recibir solemnemente al nuevo obispo diocesano. Esta ceremonia se celebra desde el siglo XVI

​Los protagonistas de la entrada episcopal a Orihuela: un obispo, una mula y una puerta

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Fotos Norman  San Anton Murgui 2012

El 12 de febrero de 2022 los oriolanos van a dar continuidad a su legado. Y gracias a esta generosidad y responsabilidad por su identidad, consiguen que generación tras generación España siga celebrando una ceremonia del siglo XVI.


La entrada episcopal a la Diócesis de Orihuela-Alicante es un acto cívico-religioso cuyo objetivo es recibir solemnemente al nuevo obispo diocesano. En esta ocasión, el obispo que va a poder recibir este honor es el donostiarra monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, convirtiéndose de este modo en el tercer vasco que ocupa esta cátedra, tras Francisco Javier Irastorza Loinaz (1922-1943) y José García Goldaraz (1945-1953).


Actualmente, la entrada episcopal se inicia oficialmente en Cox en donde se visita la parroquia de San Juan Bautista, el ayuntamiento y el Santuario del Carmen, patrona de la localidad. Al finalizar estas visitas, el obispo junto al comité de bienvenida come en Cox el tradicional arroz y costra. Al concluir y en caravana de vehículos, escoltada por la Guardia Civil, se realizan breves paradas en Callosa de Segura y en Redován, camino de Orihuela.


El recorrido finaliza en la ermita de San Antón, en donde el prelado es recibido por su párroco, por representantes del Cabildo catedral de El Salvador de Orihuela y de la concatedral de San Nicolás de Alicante y por la comisión de festividades del ayuntamiento oriolano. En esta parroquia, el obispo reza unos instantes para después tomarse un zumo de naranja, como manda la tradición.


Tras el refrigerio, y en la plaza situada en la entrada de San Antón, el obispo se monta sobre una mula blanca guiada por el pertiguero de la catedral y acompañado a pie por el comité de bienvenida, por los fieles y por los concejales de la comisión de festividades, aunque estos últimos lo hacen a caballo.


Fotos Norman Puerta Callosa Murgui 2012

Tras recorrer cerca de un kilómetro, la comitiva llega a la puerta de Callosa cuyos portones se encuentran cerrados. Tras ellos se encuentra el resto de la corporación municipal, autoridades oficiales, eclesiásticas y personalidades locales para recibirle.


Al llegar a la puerta, el pertiguero se acerca a la misma y da tres aldabanazos a los cuales responde el alcalde de Orihuela preguntando «¿Quién va?». Replica el pertiguero con «El obispo que entra en Orihuela». Tras este diálogo, los maceros del ayuntamiento abren las puertas, y tras pasar la comitiva su umbral el obispo desmonta de la mula. Seguidamente, el obispo es saludado por las autoridades allí presentes y todos en procesión cívica se dirigen a la catedral para celebrar la toma de posesión episcopal.


En esta ceremonia existen unos protagonistas claves y que dan sentido a la misma. Estos elementos son el obispo diocesano, la ermita de San Antón, la mula blanca y la puerta de Callosa.


El obispo diocesano


El obispo es un sacerdote que ejerce un oficio eclesiástico constituido por disposición divina o eclesiástica que se ejerce para un fin espiritual, recoge el canon 145.1 del Código de Derecho Canónico. A su vez, los obispos puedes ser titulares o diocesanos y a estos últimos se les encomienda el cuidado de una diócesis, es decir, de un territorio en el que el prelado ejerce jurisdicción espiritual.


Desde su origen, la religión cristiana tiene carácter urbano y su expansión a zonas rurales se origina en el siglo IV por su aprobación como religión oficial. Esto conlleva a un mayor territorio al que llevar la Palabra de Dios, así que para facilitar este ministerio, se divide el territorio en demarcaciones que reciben el nombre de diócesis.


Por lo tanto, la diócesis es el territorio gobernado por un obispo diocesano «encargado de dirigir un pueblo cristiano local, y esto le convierte en un miembro de la comunidad con poder y autoridad», escribe Mª del Carmen Portugal Bueno, en su libro El obispo a lomos de una mula, quien añade que «esta circunstancia hace que su elección y nombramiento sea de gran importancia para la Iglesia y para todos los estamentos de la sociedad».


Por esta razón, la entrada episcopal a la ciudad, sede diocesana, afecta a toda la localidad, no solamente a la comunidad religiosa. Y como afirma Ángela Madruga, en su artículo Magnificencia urbana y fiesta real, las entradas eclesiásticas «serán siempre fuente generadora de cultura, sobre todo literaria y simbólica, y de arte».


Ya en el siglo XVI la entrada de la autoridad eclesiástica a la ciudad para tomar posesión de su cátedra es considerada una fiesta pública, tal y como recuerda Ferrer Valls en suEl espectáculo de la fe: manifestaciones religiosas de la fiesta pública en el siglo XVI :«La ciudad se engalana y se transforma, como en cualquier fiesta pública, con luminarias, tapices, túmulos y altares o arcos triunfales alusivos a la circunstancia religiosa de la fiesta, con los que se adorna la ciudad, especialmente los edificios representativos del poder y de los espacios relevantes en el trayecto de la procesión».


A esto hay que añadir un documento del siglo XVII de Gaspar Villarroel en donde señala los requisitos que debe cumplir toda entrada episcopal para tomar posesión de la diócesis. Estos se resumen en que el obispo debe entrar en su obispado en una mula acompañado por el clero, los religiosos, el poder político y los ciudadanos y recorrer las calles de la ciudad limpias y adornadas hasta llegar a la catedral.


La ermita de San Antón


En el siglo XVI, concretamente en 1512, a extramuros la ciudad de Orihuela se construye el santuario de San Antón Abad. Este templo se levantó para liberar las funciones parroquiales del Salvador, aunque entre estas no se encontraban la potestad para administrar los sacramentos del bautismo y del matrimonio.


Debido a su ubicación en una zona casi despoblada y con sus facultades ministeriales reducidas, San Antón en el año 1643 pierde su categoría de parroquia, la cual, hasta esta fecha, continuaba abierta al culto gracias a «dos sacerdotes y tres ermitaños que se sustentaban de limosnas», nos descubre Gilabert y Ballesteros.


Sin embargo, pocos años después, durante el obispado de José Berges el santuario de San Antón recupera su importancia gracias a que en el año 1671 se establece en él «el gremio de alpargateros, guiteros y paleros con la obligación de celebrar fiesta anual el 17 de enero», indica Gilabert y Ballesteros.


Pero no es hasta el año 1728, con el obispo José Antonio Flores de Osorio, cuando San Antón vuelve a ofrecer culto gracias a los frailes antonianos de Valencia que lo convierten en hospicio finalizando su labor como tal en 1788.


Otro obispo de la Diócesis de Orihuela que favorece el protagonismo de esta ermita es Pedro Albornoz. Durante su obispado, 1761-1767, consigue ampliar el templo y planifica una ampliación general que afecta también a la hospedería, ya que es usado como retiro episcopal para descansar. Y, además, es también parada de descanso del obispo en su entrada episcopal a la ciudad de Orihuela, tal y como conocemos gracias a la primera referencia histórica que tenemos sobre este hecho fechada en 1605.


La mula blanca


La tradición de la montura sobre una mula blanca también era propia de otras diócesis de España.

Esta costumbre tiene relación con la existencia de una regalía del monarca otorgada a la nobleza y utilizada por extensión por las autoridades eclesiásticas para sus desplazamientos por el interior de las ciudades. Así nos lo recuerda Alberto del Campo Tejedor en su Tratado del burro y otras bestias: «Es significativo que Colón tuviera que pedir permiso real para poder montar en mula, cuando se encontraba enfermo, ya que solo estaba permitido hacerlo a clérigos y mujeres».


También es necesario recordar que en el siglo XVIII la mula era el medio de transporte más utilizado, sobre todo en los recorridos cortos, ya que, como nos recuerda Vilar en su Orihuela, una ciudad valenciana en la España moderna, «el itinerario se hallaba sembrado de cantos y piedras que hacían intolerable e incluso peligroso el tránsito en carruajes, de ahí que la gente prefiriera viajar a lomo de caballerías».


Pero las cualidades de la mula también hacen posible su elección como mejor montura que el caballo, tal y como nos enseña Ivonne Mijares en su artículo La mula en la vida cotidiana del siglo XVI: «tenía las ventajas de que tomaba menos agua y era más fácil de alimentar, además de que se cansaba menos y era más dócil y cautelosa en los caminos difíciles; todas estas cualidades, que la hacían más segura y confiable, hicieron que se destinara para llevar mujeres y ancianos».


Otra razón que justifique esta tradición de entrar montado en una mula para tomar posesión del territorio diocesano, la encontramos en la Biblia en donde la mula es identificada como montura real. Por ejemplo, en el Primer libro de los reyes, del Antiguo Testamento, podemos leer: «Tomen con ustedes a los servidores de su señor, monten a mi hijo Salomón en mi propia mula y háganlo bajar a Guijón». Y, por supuesto, la similitud con la entrada de Jesucristo a Jerusalén.


En referencia al porqué del color blanco, encontramos otra cita en el Antiguo Testamento que está relacionada con la citada montura real. Concretamente lo encontramos en El canto de Débora y Barac de Jueces: «Ustedes (refiriéndose a reyes y príncipes), los que cabalgan en asnas blancas, montados sobre tapices, y los que marchan por el camino, ¡atiendan bien!».


La puerta de Callosa


El momento del traspaso de la puerta de Callosa por parte del obispo montado sobre la mula blanca, es el instante más importante de la entrada episcopal a Orihuela.


Fotos Norman Murgui 2012

El historiador José Ojeda Nieto en su obra Orihuela imaginada revela que la puerta de Callosa ya existía en el siglo XVI, data de 1548, tal y como se descubre con la descripción de las obras del actual colegio diocesano Santo Domingo en el año 1553: «el Convento-Universidad modificará sustancialmente la categoría del barrio (…) transformó también, …, el trazado urbano al romper el existente en el extremo oriental del “Ravalet”, cuando hubo necesidad de expropiar casas particulares y parte de la calle para realizar el “col.legi de predicardors com diu lo carrer public fins lo mur del Portal de Callosa”».


La puerta de Callosa era una de las tres puertas de entrada a la ciudad que tenía Orihuela para situaciones de peligro. Por esta razón, tal y como nos enseña Ojeda, su mantenimiento y cuidado era obligado: «Sus puertas se renovaban, quiérase o no, con mayor frecuencia, y no solo las puertas, el portal mismo recibía más cuidado».


A finales del siglo XVI el entorno de la puerta de Callosa es objeto de mejoras, como la prohibición de arrojar basura alrededor, y también en el XVII se libra de la expansión urbanística de la ciudad, según nos explica José Ojeda. Y en el siglo XVIII también se escapa del derribo, al contrario del resto de la muralla de la ciudad por mandato del cardenal Belluga y del rey Felipe V. 


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* Autor de las imágenes: Norman

​Los protagonistas de la entrada episcopal a Orihuela: un obispo, una mula y una puerta

Es un acto cívico-religioso cuyo objetivo es recibir solemnemente al nuevo obispo diocesano. Esta ceremonia se celebra desde el siglo XVI
María del Carmen Portugal Bueno
jueves, 3 de febrero de 2022, 09:01 h (CET)

Fotos Norman  San Anton Murgui 2012

El 12 de febrero de 2022 los oriolanos van a dar continuidad a su legado. Y gracias a esta generosidad y responsabilidad por su identidad, consiguen que generación tras generación España siga celebrando una ceremonia del siglo XVI.


La entrada episcopal a la Diócesis de Orihuela-Alicante es un acto cívico-religioso cuyo objetivo es recibir solemnemente al nuevo obispo diocesano. En esta ocasión, el obispo que va a poder recibir este honor es el donostiarra monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, convirtiéndose de este modo en el tercer vasco que ocupa esta cátedra, tras Francisco Javier Irastorza Loinaz (1922-1943) y José García Goldaraz (1945-1953).


Actualmente, la entrada episcopal se inicia oficialmente en Cox en donde se visita la parroquia de San Juan Bautista, el ayuntamiento y el Santuario del Carmen, patrona de la localidad. Al finalizar estas visitas, el obispo junto al comité de bienvenida come en Cox el tradicional arroz y costra. Al concluir y en caravana de vehículos, escoltada por la Guardia Civil, se realizan breves paradas en Callosa de Segura y en Redován, camino de Orihuela.


El recorrido finaliza en la ermita de San Antón, en donde el prelado es recibido por su párroco, por representantes del Cabildo catedral de El Salvador de Orihuela y de la concatedral de San Nicolás de Alicante y por la comisión de festividades del ayuntamiento oriolano. En esta parroquia, el obispo reza unos instantes para después tomarse un zumo de naranja, como manda la tradición.


Tras el refrigerio, y en la plaza situada en la entrada de San Antón, el obispo se monta sobre una mula blanca guiada por el pertiguero de la catedral y acompañado a pie por el comité de bienvenida, por los fieles y por los concejales de la comisión de festividades, aunque estos últimos lo hacen a caballo.


Fotos Norman Puerta Callosa Murgui 2012

Tras recorrer cerca de un kilómetro, la comitiva llega a la puerta de Callosa cuyos portones se encuentran cerrados. Tras ellos se encuentra el resto de la corporación municipal, autoridades oficiales, eclesiásticas y personalidades locales para recibirle.


Al llegar a la puerta, el pertiguero se acerca a la misma y da tres aldabanazos a los cuales responde el alcalde de Orihuela preguntando «¿Quién va?». Replica el pertiguero con «El obispo que entra en Orihuela». Tras este diálogo, los maceros del ayuntamiento abren las puertas, y tras pasar la comitiva su umbral el obispo desmonta de la mula. Seguidamente, el obispo es saludado por las autoridades allí presentes y todos en procesión cívica se dirigen a la catedral para celebrar la toma de posesión episcopal.


En esta ceremonia existen unos protagonistas claves y que dan sentido a la misma. Estos elementos son el obispo diocesano, la ermita de San Antón, la mula blanca y la puerta de Callosa.


El obispo diocesano


El obispo es un sacerdote que ejerce un oficio eclesiástico constituido por disposición divina o eclesiástica que se ejerce para un fin espiritual, recoge el canon 145.1 del Código de Derecho Canónico. A su vez, los obispos puedes ser titulares o diocesanos y a estos últimos se les encomienda el cuidado de una diócesis, es decir, de un territorio en el que el prelado ejerce jurisdicción espiritual.


Desde su origen, la religión cristiana tiene carácter urbano y su expansión a zonas rurales se origina en el siglo IV por su aprobación como religión oficial. Esto conlleva a un mayor territorio al que llevar la Palabra de Dios, así que para facilitar este ministerio, se divide el territorio en demarcaciones que reciben el nombre de diócesis.


Por lo tanto, la diócesis es el territorio gobernado por un obispo diocesano «encargado de dirigir un pueblo cristiano local, y esto le convierte en un miembro de la comunidad con poder y autoridad», escribe Mª del Carmen Portugal Bueno, en su libro El obispo a lomos de una mula, quien añade que «esta circunstancia hace que su elección y nombramiento sea de gran importancia para la Iglesia y para todos los estamentos de la sociedad».


Por esta razón, la entrada episcopal a la ciudad, sede diocesana, afecta a toda la localidad, no solamente a la comunidad religiosa. Y como afirma Ángela Madruga, en su artículo Magnificencia urbana y fiesta real, las entradas eclesiásticas «serán siempre fuente generadora de cultura, sobre todo literaria y simbólica, y de arte».


Ya en el siglo XVI la entrada de la autoridad eclesiástica a la ciudad para tomar posesión de su cátedra es considerada una fiesta pública, tal y como recuerda Ferrer Valls en suEl espectáculo de la fe: manifestaciones religiosas de la fiesta pública en el siglo XVI :«La ciudad se engalana y se transforma, como en cualquier fiesta pública, con luminarias, tapices, túmulos y altares o arcos triunfales alusivos a la circunstancia religiosa de la fiesta, con los que se adorna la ciudad, especialmente los edificios representativos del poder y de los espacios relevantes en el trayecto de la procesión».


A esto hay que añadir un documento del siglo XVII de Gaspar Villarroel en donde señala los requisitos que debe cumplir toda entrada episcopal para tomar posesión de la diócesis. Estos se resumen en que el obispo debe entrar en su obispado en una mula acompañado por el clero, los religiosos, el poder político y los ciudadanos y recorrer las calles de la ciudad limpias y adornadas hasta llegar a la catedral.


La ermita de San Antón


En el siglo XVI, concretamente en 1512, a extramuros la ciudad de Orihuela se construye el santuario de San Antón Abad. Este templo se levantó para liberar las funciones parroquiales del Salvador, aunque entre estas no se encontraban la potestad para administrar los sacramentos del bautismo y del matrimonio.


Debido a su ubicación en una zona casi despoblada y con sus facultades ministeriales reducidas, San Antón en el año 1643 pierde su categoría de parroquia, la cual, hasta esta fecha, continuaba abierta al culto gracias a «dos sacerdotes y tres ermitaños que se sustentaban de limosnas», nos descubre Gilabert y Ballesteros.


Sin embargo, pocos años después, durante el obispado de José Berges el santuario de San Antón recupera su importancia gracias a que en el año 1671 se establece en él «el gremio de alpargateros, guiteros y paleros con la obligación de celebrar fiesta anual el 17 de enero», indica Gilabert y Ballesteros.


Pero no es hasta el año 1728, con el obispo José Antonio Flores de Osorio, cuando San Antón vuelve a ofrecer culto gracias a los frailes antonianos de Valencia que lo convierten en hospicio finalizando su labor como tal en 1788.


Otro obispo de la Diócesis de Orihuela que favorece el protagonismo de esta ermita es Pedro Albornoz. Durante su obispado, 1761-1767, consigue ampliar el templo y planifica una ampliación general que afecta también a la hospedería, ya que es usado como retiro episcopal para descansar. Y, además, es también parada de descanso del obispo en su entrada episcopal a la ciudad de Orihuela, tal y como conocemos gracias a la primera referencia histórica que tenemos sobre este hecho fechada en 1605.


La mula blanca


La tradición de la montura sobre una mula blanca también era propia de otras diócesis de España.

Esta costumbre tiene relación con la existencia de una regalía del monarca otorgada a la nobleza y utilizada por extensión por las autoridades eclesiásticas para sus desplazamientos por el interior de las ciudades. Así nos lo recuerda Alberto del Campo Tejedor en su Tratado del burro y otras bestias: «Es significativo que Colón tuviera que pedir permiso real para poder montar en mula, cuando se encontraba enfermo, ya que solo estaba permitido hacerlo a clérigos y mujeres».


También es necesario recordar que en el siglo XVIII la mula era el medio de transporte más utilizado, sobre todo en los recorridos cortos, ya que, como nos recuerda Vilar en su Orihuela, una ciudad valenciana en la España moderna, «el itinerario se hallaba sembrado de cantos y piedras que hacían intolerable e incluso peligroso el tránsito en carruajes, de ahí que la gente prefiriera viajar a lomo de caballerías».


Pero las cualidades de la mula también hacen posible su elección como mejor montura que el caballo, tal y como nos enseña Ivonne Mijares en su artículo La mula en la vida cotidiana del siglo XVI: «tenía las ventajas de que tomaba menos agua y era más fácil de alimentar, además de que se cansaba menos y era más dócil y cautelosa en los caminos difíciles; todas estas cualidades, que la hacían más segura y confiable, hicieron que se destinara para llevar mujeres y ancianos».


Otra razón que justifique esta tradición de entrar montado en una mula para tomar posesión del territorio diocesano, la encontramos en la Biblia en donde la mula es identificada como montura real. Por ejemplo, en el Primer libro de los reyes, del Antiguo Testamento, podemos leer: «Tomen con ustedes a los servidores de su señor, monten a mi hijo Salomón en mi propia mula y háganlo bajar a Guijón». Y, por supuesto, la similitud con la entrada de Jesucristo a Jerusalén.


En referencia al porqué del color blanco, encontramos otra cita en el Antiguo Testamento que está relacionada con la citada montura real. Concretamente lo encontramos en El canto de Débora y Barac de Jueces: «Ustedes (refiriéndose a reyes y príncipes), los que cabalgan en asnas blancas, montados sobre tapices, y los que marchan por el camino, ¡atiendan bien!».


La puerta de Callosa


El momento del traspaso de la puerta de Callosa por parte del obispo montado sobre la mula blanca, es el instante más importante de la entrada episcopal a Orihuela.


Fotos Norman Murgui 2012

El historiador José Ojeda Nieto en su obra Orihuela imaginada revela que la puerta de Callosa ya existía en el siglo XVI, data de 1548, tal y como se descubre con la descripción de las obras del actual colegio diocesano Santo Domingo en el año 1553: «el Convento-Universidad modificará sustancialmente la categoría del barrio (…) transformó también, …, el trazado urbano al romper el existente en el extremo oriental del “Ravalet”, cuando hubo necesidad de expropiar casas particulares y parte de la calle para realizar el “col.legi de predicardors com diu lo carrer public fins lo mur del Portal de Callosa”».


La puerta de Callosa era una de las tres puertas de entrada a la ciudad que tenía Orihuela para situaciones de peligro. Por esta razón, tal y como nos enseña Ojeda, su mantenimiento y cuidado era obligado: «Sus puertas se renovaban, quiérase o no, con mayor frecuencia, y no solo las puertas, el portal mismo recibía más cuidado».


A finales del siglo XVI el entorno de la puerta de Callosa es objeto de mejoras, como la prohibición de arrojar basura alrededor, y también en el XVII se libra de la expansión urbanística de la ciudad, según nos explica José Ojeda. Y en el siglo XVIII también se escapa del derribo, al contrario del resto de la muralla de la ciudad por mandato del cardenal Belluga y del rey Felipe V. 


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* Autor de las imágenes: Norman

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