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Hoy me ha pasado algo que me ha dejado indignado: “He ido a vaciar dos papeleras al contenedor que tengo al lado de mi negocio. Y al levantar la tapa, he visto un triciclo con un manillar en el extremo de un brazo detrás de ella para que una persona mayor pueda empujarla. He tirado la basura y me he metido dentro del contenedor con la intención de recuperarla.
Una vez sumergido en el mar de desperdicios, conteniendo la respiración y con basura hasta las orejas, he nadado hasta el juguete. Lo he cogido y lo he sacado fuera del océano de basura. Y al examinarla, me he dado cuenta de que estaba en perfectas condiciones. Un poco sucia, eso sí, pero funcionaba perfectamente. Y me he dicho:” La podían haber dejado fuera del contenedor para que algún niño la pudiera aprovechar. Y por otra parte, a pesar de la crisis, todavía hay cierto grado de opulencia”.
Entonces, me la he llevado a mi trabajo, la he limpiado un poco y le puse un cartelito que decía:•”Si la quiere, para usted”. La puse en el escalón de la entrada y en poco rato, desapareció. Después me quité las hojas de lechuga de mis orejas, los tomates de mi pelo, las sardinas de mi frente, los trozos de pollo pegado en mi indumentaria y me duché”. En fin, oiga, que no tenemos remedio.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.
El pasado martes mientras limpiaba uno de los patios de colegio que me toca dos veces a la semana, una niña intentaba proteger a una abeja que no podía volar cogiéndola con una hoja y la apartó para que nadie la pisara estando pendiente para ver si se podía recuperar a lo que se sumaron una compañera y un compañero. Gestos que demuestran más empatía que muchos adultos.
En la colosal vorágine de los tiempos modernos, nos encontramos enredados en un tejido de deseos y ansias desbocadas. Nos hemos convertido en una sociedad dominada por la avaricia, un apetito voraz que desemboca en la insaciabilidad. La hambruna crónica de la insatisfacción. Más y más por el mero más y más. Lejos queda la capacidad personal y colectiva de detenernos a pensar quiénes somos y echar la vista atrás para recapitular de dónde venimos.
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