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Domingo Sanz

Puigdemont, no te dejes detener todavía, por favor

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Permite, Carles, que te tutee y que esta vez hable de ti, pues hoy es viernes, 23 de septiembre de 2021 y me has vuelto a alegrar el día. Hasta tal punto te has llevado hoy el gato al agua que, en las noticias de las 7 de la tarde, una emisora tan poco sospechosa de simpatizar contigo como la SER se ha visto obligada a concederte la palabra para que pudiéramos escucharte a la salida de la cárcel en Cerdeña: “España no pierde ninguna oportunidad de hacer el ridículo”, has dicho.


Quizás lo han hecho confundidos por el impacto de una libertad, la tuya, que no esperaban tan prematura, pero lo cierto es que han emitido el mejor informativo de todos los que he escuchado, hasta la fecha, en cualquier emisora de radio españolista sobre “lo” de Catalunya. Y han sido muchos.


Tú, que siendo alcalde de Girona inspiraste tanta confianza a la mayoría de los diputados del Parlamento catalán constituido tras las autonómicas de 2015 que decidieron elegirte presidente de la Generalitat para conseguir, por fin, que se cumpliera un programa electoral presentado por la candidatura triunfadora. Por muy difícil que fuera el reto. Y tan cierto es que el reto era difícil cómo que aquellos diputados acertaron al elegirte.


Tú, que desde la presidencia de la Generalitat tuviste la osadía de convocar con luz y taquígrafos el referéndum prometido al electorado, pero negado por el mismo Estado español que lleva casi 1.500 días persiguiéndote por toda Europa, tan desesperada como infructuosamente.


Tú, que con la decisión de colocar las urnas aquel 1 de octubre entusiasmaste tanto a miles de personas que consiguieron confundir a los espías del Estado, ocultando durante días miles de urnas tan feas como democráticas.


Miles de personas que también consiguieron colocar sanas y salvas cada una de esas urnas sobre cientos de mesas electorales distintas, ubicadas en lugares señalados públicamente y sin miedo desde hacía semanas.


Miles de personas que el día 1 de octubre se convirtieron en dos millones en busca de esas mismas urnas para decidir su futuro gracias a la libertad más deseada de todas, la que se arranca a los dueños de unas fuerzas represivas armadas hasta los dientes y enviadas para descargar su violencia contra los votantes.


Tú, que estás poniendo al Tribunal Supremo español tan en evidencia que comienza a ganar fuerza la idea de que no hay un solo juez en Europa que quiera pasar a la historia con la mancha de haberte entregado a una justicia tan sospechosa como la española.


Tú, que eres tan generoso como para regalar a tus peores adversarios emociones impagables como la que por la mañana les impulsa a proclamar su “grandísima alegría” por tu detención, véase Lambán, y a nosotros, los espectadores, poder imaginar por la tarde lo que ocultan los silencios de esos mismos lambanes al recibir la noticia de tu libertad.


¿Cuántos políticos, como el de Aragón, te deben tanto vaivén emocional? ¿No está tardando ya una serie con lo tuyo para batir el récord de audiencia?


Tú, que sin duda has cometido errores como cualquiera, haz mucho caso a tus abogados y no te dejes detener todavía. Te prefiero en libertad relativa, supongo que tú también te sientes mejor así, pero debo confesar un punto de egoísmo por mi parte: tu y los independentistas catalanes estáis haciendo más por desmoralizar a esos franquistas que aún mandan mucho en los poderes del Estado, de lo que puedan haber hecho en cuatro décadas todos los políticos que han pisado La Moncloa o el Congreso de los Diputados.


Les has, les habéis obligado a quitarse el disfraz, y eso es lo peor que les puede ocurrir a esa clase de innombrables. Sé que los exilios son, muchas veces, más difíciles de soportar que las cárceles. La sensación de que casi todo es tan fácil como en libertad se cruza con las frustraciones de unas alegrías que nunca son suficientes.


Sigue adelante, Carles Puigdemont. No pares, pero ten mucho cuidado, al menos hasta que la Justicia europea dicte sentencia sobre los cien años de cárcel con que Marchena y los de la Sala Segunda “premiaron” a los también valientes líderes catalanes que te acompañaron en la gran movilización del referéndum, aunque después acudieran, tan orgullosos como indefensos, al terreno del adversario.

Puigdemont, no te dejes detener todavía, por favor

Domingo Sanz
Lectores
martes, 28 de septiembre de 2021, 12:05 h (CET)

Permite, Carles, que te tutee y que esta vez hable de ti, pues hoy es viernes, 23 de septiembre de 2021 y me has vuelto a alegrar el día. Hasta tal punto te has llevado hoy el gato al agua que, en las noticias de las 7 de la tarde, una emisora tan poco sospechosa de simpatizar contigo como la SER se ha visto obligada a concederte la palabra para que pudiéramos escucharte a la salida de la cárcel en Cerdeña: “España no pierde ninguna oportunidad de hacer el ridículo”, has dicho.


Quizás lo han hecho confundidos por el impacto de una libertad, la tuya, que no esperaban tan prematura, pero lo cierto es que han emitido el mejor informativo de todos los que he escuchado, hasta la fecha, en cualquier emisora de radio españolista sobre “lo” de Catalunya. Y han sido muchos.


Tú, que siendo alcalde de Girona inspiraste tanta confianza a la mayoría de los diputados del Parlamento catalán constituido tras las autonómicas de 2015 que decidieron elegirte presidente de la Generalitat para conseguir, por fin, que se cumpliera un programa electoral presentado por la candidatura triunfadora. Por muy difícil que fuera el reto. Y tan cierto es que el reto era difícil cómo que aquellos diputados acertaron al elegirte.


Tú, que desde la presidencia de la Generalitat tuviste la osadía de convocar con luz y taquígrafos el referéndum prometido al electorado, pero negado por el mismo Estado español que lleva casi 1.500 días persiguiéndote por toda Europa, tan desesperada como infructuosamente.


Tú, que con la decisión de colocar las urnas aquel 1 de octubre entusiasmaste tanto a miles de personas que consiguieron confundir a los espías del Estado, ocultando durante días miles de urnas tan feas como democráticas.


Miles de personas que también consiguieron colocar sanas y salvas cada una de esas urnas sobre cientos de mesas electorales distintas, ubicadas en lugares señalados públicamente y sin miedo desde hacía semanas.


Miles de personas que el día 1 de octubre se convirtieron en dos millones en busca de esas mismas urnas para decidir su futuro gracias a la libertad más deseada de todas, la que se arranca a los dueños de unas fuerzas represivas armadas hasta los dientes y enviadas para descargar su violencia contra los votantes.


Tú, que estás poniendo al Tribunal Supremo español tan en evidencia que comienza a ganar fuerza la idea de que no hay un solo juez en Europa que quiera pasar a la historia con la mancha de haberte entregado a una justicia tan sospechosa como la española.


Tú, que eres tan generoso como para regalar a tus peores adversarios emociones impagables como la que por la mañana les impulsa a proclamar su “grandísima alegría” por tu detención, véase Lambán, y a nosotros, los espectadores, poder imaginar por la tarde lo que ocultan los silencios de esos mismos lambanes al recibir la noticia de tu libertad.


¿Cuántos políticos, como el de Aragón, te deben tanto vaivén emocional? ¿No está tardando ya una serie con lo tuyo para batir el récord de audiencia?


Tú, que sin duda has cometido errores como cualquiera, haz mucho caso a tus abogados y no te dejes detener todavía. Te prefiero en libertad relativa, supongo que tú también te sientes mejor así, pero debo confesar un punto de egoísmo por mi parte: tu y los independentistas catalanes estáis haciendo más por desmoralizar a esos franquistas que aún mandan mucho en los poderes del Estado, de lo que puedan haber hecho en cuatro décadas todos los políticos que han pisado La Moncloa o el Congreso de los Diputados.


Les has, les habéis obligado a quitarse el disfraz, y eso es lo peor que les puede ocurrir a esa clase de innombrables. Sé que los exilios son, muchas veces, más difíciles de soportar que las cárceles. La sensación de que casi todo es tan fácil como en libertad se cruza con las frustraciones de unas alegrías que nunca son suficientes.


Sigue adelante, Carles Puigdemont. No pares, pero ten mucho cuidado, al menos hasta que la Justicia europea dicte sentencia sobre los cien años de cárcel con que Marchena y los de la Sala Segunda “premiaron” a los también valientes líderes catalanes que te acompañaron en la gran movilización del referéndum, aunque después acudieran, tan orgullosos como indefensos, al terreno del adversario.

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