Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Algo más que palabras | Reflexiones | Valores | Humanismo | SOLIDARIDAD
El mejor rescate es comenzar por entendernos y no enfrentarnos en batallas inútiles

Recobrar habilidades y mejorar actitudes

|

Desde las instituciones educativas hasta las organizaciones de empleadores y trabajadores, las propias empresas y asociaciones, o aquellos líderes encargados de formular políticas para el desarrollo; han de pensar en recobrar programas de formación para el fomento de habilidades en un mundo cada día más complicado en sus quehaceres cotidianos. Indudablemente, necesitamos trabajar todos a una,  reinsertados y coordinados, para llevar a buen término la multitud de posibilidades que se nos presenten. 


No podemos continuar pasivos ante la triste realidad de los hechos, de que uno de cada cinco jóvenes en el mundo carezca de empleo, y lo que es más grave, de formación. Por cierto, tres de cada cuatro de estos jóvenes son mujeres. Ha llegado, pues, el momento de recuperar tiempos perdidos, de ilusionarse y de tomar un nuevo empuje, haciendo realidad el impulso de la justicia social y la propuesta del trabajo decente, que hasta ahora sólo figura en palabras.  


En consecuencia, para empezar a mover hilos, resulta prioritario mirar más allá de la crisis del  COVID-19. Quizás puedan ayudarnos los caminos recorridos por nuestros predecesores y el esfuerzo global del diálogo, mediante el debate de políticas desde una perspectiva universal. Todo hay que trabajarlo en unidad. 


Precisamente, si revisamos la historia, veremos que ya desde la creación del Programa Mundial del Empleo, allá por el decenio de 1970, una parte importante de las investigaciones de la Organización Internacional del Trabajo se centran en las políticas de innovación, en un orbe en rápida mutación.


Quizás aún nos reste abordar los elevados costes sociales de una globalización, no reglamentada, que con la pandemia ha provocado una situación sin precedentes, con resultados nefastos, tanto económicos como sociales, a través de políticas sumamente dramáticas y desestabilizadoras.


Sin duda, el mejor rescate es comenzar por entendernos y no enfrentarnos en batallas inútiles; sin obviar el poder de lo pequeño y de la unión, que es la base de las sociedades resistentes y pacíficas. Tampoco podemos continuar con situaciones ociosas o indecentes, si en verdad queremos forjar una economía más justa. 


Es cierto, que durante los últimos años, las tecnologías digitales han transformado radicalmente diversos sectores, sacudiendo los fundamentos tradicionales de los mercados. Por eso, es imprescindible moverse con los tiempos actuales, pero también debe de considerarse esa voz que pide unas respuestas inclusivas y humanas, que mejoren todas las condiciones laborales de los asalariados, incluida la remuneración, el horario de trabajo, el acceso al mismo y la resolución de controversias. Pensemos que detrás de cualquier labor, hay siempre un sujeto vivo, hombres y mujeres, unidos de generación en generación en las distintas misiones profesionales. 


En efecto, la cuestión del trabajo está profundamente vinculada con el del sentido del vivir diario; es una situación que nos realiza como ciudadanos, exigiéndonos espíritu solidario para afrontar el destino del mejor modo posible. La libertad de decisión es personal, pero las actitudes y las habilidades son más trascendentes que las propias aptitudes y las lentitudes. Reconozco, que me repelen esos sistemas productivos que adoctrinan, que nos dejan sin fuerzas para madurar  y hasta sin tiempo para el descanso. 


Sea como fuere, por encima de los sistemas, regímenes e ideologías que intentan regular las relaciones sociales y el mundo laboral; ha de prevalecer nuestro espíritu creativo y no la barbarie de otras épocas; puesto que toda injustica que se comete contra un trabajador es un atropello a su dignidad. Pasemos página. Digamos adiós, de una vez por todas, a un trabajo de cautivos. Sin embargo, expresemos un sí rotundo, a esos programas internacionales para la erradicación del trabajo infantil y del forzoso; no en vano, el servicio seguro y saludable es el derecho de todos los laboriosos y constituye un pilar del progreso razonable. Ejercitemos la lección. 

Recobrar habilidades y mejorar actitudes

El mejor rescate es comenzar por entendernos y no enfrentarnos en batallas inútiles
Víctor Corcoba
lunes, 12 de julio de 2021, 10:51 h (CET)

Desde las instituciones educativas hasta las organizaciones de empleadores y trabajadores, las propias empresas y asociaciones, o aquellos líderes encargados de formular políticas para el desarrollo; han de pensar en recobrar programas de formación para el fomento de habilidades en un mundo cada día más complicado en sus quehaceres cotidianos. Indudablemente, necesitamos trabajar todos a una,  reinsertados y coordinados, para llevar a buen término la multitud de posibilidades que se nos presenten. 


No podemos continuar pasivos ante la triste realidad de los hechos, de que uno de cada cinco jóvenes en el mundo carezca de empleo, y lo que es más grave, de formación. Por cierto, tres de cada cuatro de estos jóvenes son mujeres. Ha llegado, pues, el momento de recuperar tiempos perdidos, de ilusionarse y de tomar un nuevo empuje, haciendo realidad el impulso de la justicia social y la propuesta del trabajo decente, que hasta ahora sólo figura en palabras.  


En consecuencia, para empezar a mover hilos, resulta prioritario mirar más allá de la crisis del  COVID-19. Quizás puedan ayudarnos los caminos recorridos por nuestros predecesores y el esfuerzo global del diálogo, mediante el debate de políticas desde una perspectiva universal. Todo hay que trabajarlo en unidad. 


Precisamente, si revisamos la historia, veremos que ya desde la creación del Programa Mundial del Empleo, allá por el decenio de 1970, una parte importante de las investigaciones de la Organización Internacional del Trabajo se centran en las políticas de innovación, en un orbe en rápida mutación.


Quizás aún nos reste abordar los elevados costes sociales de una globalización, no reglamentada, que con la pandemia ha provocado una situación sin precedentes, con resultados nefastos, tanto económicos como sociales, a través de políticas sumamente dramáticas y desestabilizadoras.


Sin duda, el mejor rescate es comenzar por entendernos y no enfrentarnos en batallas inútiles; sin obviar el poder de lo pequeño y de la unión, que es la base de las sociedades resistentes y pacíficas. Tampoco podemos continuar con situaciones ociosas o indecentes, si en verdad queremos forjar una economía más justa. 


Es cierto, que durante los últimos años, las tecnologías digitales han transformado radicalmente diversos sectores, sacudiendo los fundamentos tradicionales de los mercados. Por eso, es imprescindible moverse con los tiempos actuales, pero también debe de considerarse esa voz que pide unas respuestas inclusivas y humanas, que mejoren todas las condiciones laborales de los asalariados, incluida la remuneración, el horario de trabajo, el acceso al mismo y la resolución de controversias. Pensemos que detrás de cualquier labor, hay siempre un sujeto vivo, hombres y mujeres, unidos de generación en generación en las distintas misiones profesionales. 


En efecto, la cuestión del trabajo está profundamente vinculada con el del sentido del vivir diario; es una situación que nos realiza como ciudadanos, exigiéndonos espíritu solidario para afrontar el destino del mejor modo posible. La libertad de decisión es personal, pero las actitudes y las habilidades son más trascendentes que las propias aptitudes y las lentitudes. Reconozco, que me repelen esos sistemas productivos que adoctrinan, que nos dejan sin fuerzas para madurar  y hasta sin tiempo para el descanso. 


Sea como fuere, por encima de los sistemas, regímenes e ideologías que intentan regular las relaciones sociales y el mundo laboral; ha de prevalecer nuestro espíritu creativo y no la barbarie de otras épocas; puesto que toda injustica que se comete contra un trabajador es un atropello a su dignidad. Pasemos página. Digamos adiós, de una vez por todas, a un trabajo de cautivos. Sin embargo, expresemos un sí rotundo, a esos programas internacionales para la erradicación del trabajo infantil y del forzoso; no en vano, el servicio seguro y saludable es el derecho de todos los laboriosos y constituye un pilar del progreso razonable. Ejercitemos la lección. 

Noticias relacionadas

Un 23 de abril de 1934, según el diario El Mundo de Buenos Aires, la Sociedad de las Naciones había desmentido actos de canibalismo en las tropas bolivianas que combatían en el Chaco. El New York Times había publicado trascendidos que circulaban en La Paz, dando cuenta de que nativos del Chaco, sin ningún respeto,  habían matado y devorado a oficiales bolivianos, en protesta por el reclutamiento forzozo de los pueblos originarios.

Tenemos un país donde miles de personas votan a asesinos. Algo no está bien. Adoctrinados en el odio a España, desde pequeños, votan. El problema es que representan el 0,7% pero influyen en España al 100%. Poco que hacer. Puede ir a peor. Aficiones y aflicciones del personal de allí, allá o acullá; y el de aquí. Por lo que hay y pueda ocurrir, el resultado importa. En el País Vasco sobre todo, también en el resto de España y en la UE.

Las  conductas de riesgo son aquellos comportamientos que implican un efecto placentero inmediato pero carecen de una valoración de las consecuencias posteriores. Es preciso comprender que son los mecanismos cognitivos los que guían al adolescente y joven a la asunción de conductas de riesgo.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto