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Jesús Salamanca

Rajoy no ve, ni escucha

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Dice Mariano Rajoy que está en forma para afrontar las elecciones. ¡Menudo chasco se han llevado muchos ciudadanos! Las encuestas le son cada vez más desfavorables. La ciudadanía no está dispuesta a votar la ceremonia de la confusión que representa el Partido Popular en estos momentos. Aún no ha llevado a cabo la travesía del desierto.

Si sus propios afiliados se dedican a divulgar que “Rajoy es un peligro para el PP y sus aspiraciones”, algo se esconde detrás; aunque existe el otro sector que sin saber de qué va la cosa llama “peligro” a todo lo que supone trabajo serio y riguroso. O quienes llaman “peligro” a todo aquel que les puede mover la silla, una vez que han detectado su propio inmovilismo.

Esa figura abunda entre funcionarios (yo les llamaría funcioneros), a quienes duele que les puenteen, sobre todo cuando saben que han descubierto su incompetencia y mediocridad. Me recuerda la escena de aquel director docente que se preocupaba de su centro hasta la extenuación y a quien un director provincial y un docente, en función inspectora, llegaron a decir que era “un peligro para el centro”. Y todo por asumir hasta las funciones de limpieza cuando faltaba ese servicio en el centro, dar respuesta a los problemas y trabajar por la convivencia a diario, en tanto que los servidor4es provinciales ni siquiera habían sabido gestionar la sencillez de un renovado servicio de limpieza; es lo que llamamos “estómagos agradecidos”, rezadores del “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.

Pero volvamos a la cena de Navidad de Parla. Mariano Rajoy ha pedido ayuda a los suyos. Muy mal debe verlo para hacer las afirmaciones que ha hecho. “Os pido que me ayudéis. Yo solo os prometo estar a la altura de las circunstancias”. Sus palabras son el reflejo de la inseguridad y del no saber qué hacer. Voy más lejos: hasta hace unos meses, Mariano Rajoy no las tenía todas consigo para presentarse como cabeza de cartel con el PP. Pero la división interna…

La división interna es lo que ha llevado a Mariano a no dar el paso que pensó. Sabe que tan solo cree en él su ‘guardia pretoriana’ de Zaplana y Acebes. Precisamente dos antiguos elementos sustentantes que han dejado de serlo hace tiempo y que, además, no inspiran ninguna confianza entre la población.

Rajoy se ha convertido en el gran sordo de la calle y en el mayor tuerto de la casa ‘pepera’, donde se le adula de frente y se le ‘crucifica’ por la espalda. Antes o después estallará el mal ambiente que reina tras las puertas de Génova. Y una prueba de ello son las reuniones que están manteniendo en diversas provincias con la afiliación.

Pintan bastos y se acercan espadas. Mientras Rajoy repetía incesantemente en Parla aquello de “os pido que me ayudéis”, otros líderes del PP, como Tomás Villanueva, hacían lo mismo en Valladolid para alentar a las bases; unas bases desinfladas y sabedoras de que la mentira y la patraña volverán a renovar la confianza en el todavía presidente Rodríguez. De todos es sabido que el PP carece de líder, precisa de una urgente renovación y no ha sabido gestionar el vacío que supuso abandonar el poder sin esperarlo.

Rajoy sabe que no es líder. Sabe la problemática que traerá la pugna por el poder en el partido. Al igual que sabe que su recorrido es muy corto. Nadie se ha atrevido a plantear el relevo. La torpeza y el ansia de seguir ‘en machito’ han acomodado a demasiados afiliados. El incentivo debe llegar desde fuera con el castigo de los votantes o, desde dentro, con el afianzamiento de Alberto Ruiz Gallardón. La juventud pide el relevo de Mariano, a quien ni sus propios senadores escuchan; algunos hasta se permiten el lujo de ‘apedrear’ España, como sucedió recientemente en el Senado con el dominio “.ct” y con el permanente escaqueo de los senadores de la formación de derechas.

Rajoy no ve, ni escucha

Jesús Salamanca
Jesús  Salamanca
sábado, 22 de diciembre de 2007, 00:47 h (CET)
Dice Mariano Rajoy que está en forma para afrontar las elecciones. ¡Menudo chasco se han llevado muchos ciudadanos! Las encuestas le son cada vez más desfavorables. La ciudadanía no está dispuesta a votar la ceremonia de la confusión que representa el Partido Popular en estos momentos. Aún no ha llevado a cabo la travesía del desierto.

Si sus propios afiliados se dedican a divulgar que “Rajoy es un peligro para el PP y sus aspiraciones”, algo se esconde detrás; aunque existe el otro sector que sin saber de qué va la cosa llama “peligro” a todo lo que supone trabajo serio y riguroso. O quienes llaman “peligro” a todo aquel que les puede mover la silla, una vez que han detectado su propio inmovilismo.

Esa figura abunda entre funcionarios (yo les llamaría funcioneros), a quienes duele que les puenteen, sobre todo cuando saben que han descubierto su incompetencia y mediocridad. Me recuerda la escena de aquel director docente que se preocupaba de su centro hasta la extenuación y a quien un director provincial y un docente, en función inspectora, llegaron a decir que era “un peligro para el centro”. Y todo por asumir hasta las funciones de limpieza cuando faltaba ese servicio en el centro, dar respuesta a los problemas y trabajar por la convivencia a diario, en tanto que los servidor4es provinciales ni siquiera habían sabido gestionar la sencillez de un renovado servicio de limpieza; es lo que llamamos “estómagos agradecidos”, rezadores del “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.

Pero volvamos a la cena de Navidad de Parla. Mariano Rajoy ha pedido ayuda a los suyos. Muy mal debe verlo para hacer las afirmaciones que ha hecho. “Os pido que me ayudéis. Yo solo os prometo estar a la altura de las circunstancias”. Sus palabras son el reflejo de la inseguridad y del no saber qué hacer. Voy más lejos: hasta hace unos meses, Mariano Rajoy no las tenía todas consigo para presentarse como cabeza de cartel con el PP. Pero la división interna…

La división interna es lo que ha llevado a Mariano a no dar el paso que pensó. Sabe que tan solo cree en él su ‘guardia pretoriana’ de Zaplana y Acebes. Precisamente dos antiguos elementos sustentantes que han dejado de serlo hace tiempo y que, además, no inspiran ninguna confianza entre la población.

Rajoy se ha convertido en el gran sordo de la calle y en el mayor tuerto de la casa ‘pepera’, donde se le adula de frente y se le ‘crucifica’ por la espalda. Antes o después estallará el mal ambiente que reina tras las puertas de Génova. Y una prueba de ello son las reuniones que están manteniendo en diversas provincias con la afiliación.

Pintan bastos y se acercan espadas. Mientras Rajoy repetía incesantemente en Parla aquello de “os pido que me ayudéis”, otros líderes del PP, como Tomás Villanueva, hacían lo mismo en Valladolid para alentar a las bases; unas bases desinfladas y sabedoras de que la mentira y la patraña volverán a renovar la confianza en el todavía presidente Rodríguez. De todos es sabido que el PP carece de líder, precisa de una urgente renovación y no ha sabido gestionar el vacío que supuso abandonar el poder sin esperarlo.

Rajoy sabe que no es líder. Sabe la problemática que traerá la pugna por el poder en el partido. Al igual que sabe que su recorrido es muy corto. Nadie se ha atrevido a plantear el relevo. La torpeza y el ansia de seguir ‘en machito’ han acomodado a demasiados afiliados. El incentivo debe llegar desde fuera con el castigo de los votantes o, desde dentro, con el afianzamiento de Alberto Ruiz Gallardón. La juventud pide el relevo de Mariano, a quien ni sus propios senadores escuchan; algunos hasta se permiten el lujo de ‘apedrear’ España, como sucedió recientemente en el Senado con el dominio “.ct” y con el permanente escaqueo de los senadores de la formación de derechas.

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