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A estas alturas del Gobierno de Pedro Sánchez ya no extraña la estrategia del doble juego, de la ambigüedad calculada, de la confusión permanente. El ejemplo de estas últimas horas es la relación con el independentismo, en particular con ERC.
Por una parte, el partido socialista se une a Podemos para votar en el Congreso a favor de una moción de ERC por la que se compromete a convocar una mesa de diálogo tras las elecciones en Cataluña. Una mesa que aborde la autodeterminación y la amnistía a los políticos presos, dos conceptos que son ajenos a la arquitectura de nuestra Constitución. Junqueras y los suyos querían tener todo bien atado antes del 14 de febrero por si Sánchez después y según los resultados cambiaban luego de estrategia.
La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.
Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.
Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.
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