Y eso que los programas de alguna cadena de televisión se empeñan en demostrarnos lo contrario. Nos plantean la presencia de una nueva generación vacía de valores y llena de desinformación y egoísmo. Con un culto desorbitado al parecer y poca apetencia por el ser.
Hoy he podido leer en EL MUNDO una noticia que me ha impactado por lo que representa. Recoge el triunfo de una colombiana que tuvo que pasar por dificultades de todo tipo para poder llegar a triunfar en su profesión.
Diana Trujillo, que así se llama nuestra heroína, tuvo que buscarse la vida como limpiadora domestica a fin de poderse subvencionar sus estudios de ingeniera aeroespacial, que le han permitido participar en la operación Mars 2020. Este proyecto ha logrado llevar una nave a Marte. En el mismo, Diana se encargó de coordinar las manos robóticas que recogen materiales de la superficie del planeta.
Diana llegó a Estados Unidos huyendo de la violencia imperante en su Cali natal. Apenas hablaba inglés, contaba con la exorbitante cantidad de 300 dólares y la corta experiencia de sus 17 años. Un gran ejemplo para esos pertenecientes a esta generación que se quejan de no tener trabajo, pero apenas se sacrifican por conseguirlo.
La generación de mis padres; la que vivió su juventud en los años treinta, tenía que comenzar su carrera como aprendices. Tan solo dominando “las cuatro reglas”. Pocos ascendían al bachillerato y, muchos menos a la universidad. La mía, la de la posguerra, lo tuvo más fácil. Casi todos teníamos estudios medios. Y si no, emigrábamos a Europa a formarnos en la carrera de la vida.
Los jóvenes actuales pueden estudiar lo que quieran. Pueden aprender idiomas con facilidad y tienen todo el mundo mundial a su disposición. Parece ser que no se dan cuenta de ello. Están pendientes del “youtuber” de turno y son seguidores de la ley del mínimo esfuerzo. Eso sí; son expertos en el Tik-Tok.
De vez en cuando nos surge la presencia de alguno de esos maravillosos jóvenes que deberían ser ejemplo para el resto. Uno de ellos es esta caleña llamada Diana Trujillo. Supongo que su vida no se ha basado en el Istagram, el Whats-App y el cómputo de sus seguidores. Diana brilla como un rayo de esperanza en el esfuerzo futuro de esta generación que, aparentemente, se manifiesta como poco luchadora.