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“En el fondo, la genealogía es metáfora del recorrido humano”

“Todos los caminos son nuestros”, novela de Sarahí Jarquín

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Soy afortunado por tener ya entre mis manos Todos los caminos son nuestros (Ediciones del Lirio. 2020), la más reciente novela de Merced Sarahí Jarquín Ortega (Oaxaca, México. 1951).

Con un acabado extremadamente cuidadoso y un amplio contenido —trescientas veinticuatro páginas— Todos los caminos son nuestros es, en palabras del finado Doctor Roberto Martínez Garcilazo, una: “Mesurada descripción de argumentos sociológicos e históricos, en función del contenido, que nos llevarán a comprender el misticismo gitano, coincidiendo con Gasché (2008), en su crítica del concepto de interculturalidad y las concepciones utópicas”.

En esta novela veo que Sarahí Jarquín nos envuelve en una historia que se bifurca en otras más que parecen interminables, de tal manera que, de una nos lleva a la otra, pero en el fondo subsiste una línea cuasi imperceptible para guiarnos de la mano al fondo del asunto.

Y el fondo de la trama está a la vista de todos, pero no la vemos, porque es tal la pericia de Sarahí —maga, al fin y al cabo— que la coloca a la vista para ocultarla.

Sarahí habla de los gitanos para visibilizar la fuerza de su camino, pero también para usar su genealogía como una gran metáfora del recorrido humano.

Jarquín Ortega nos tienta con la cuestión irrebatible de que todos de alguna u otra manera somos gitanos, porque vamos errantes por esta vida, como errante es quien sabe que es mucho más que la materia que le sirve de cobijo.

Como si su historia se tratase de una caja china o bien de una matrioshka, la autora abre distintos recovecos del corazón y de la complejidad del comportamiento humano para colocar frente a nuestro ser el antiquísimo drama perenne: la esencia que deambula envasada en la materia… para aprender.

Sí, para aprender y desprender cuantas veces sean necesarias, no obstante los prejuicios y las circunstancias, y con ello, mirarse de frente para tomar consciencia de sí misma.

Una vez ubicada en determinado tiempo y espacio, la autora se mira una y otra vez al espejo para deleitarnos y deleitarse con su pluma, precisamente en ello radica la madurez que como escritora ha alcanzado Sarahí: en la medida que ella se deleita también embelesa al lector a través de su prosa aderezada con poesía.

Detrás de la historia central de esta novela hay sustancia, sustancia púrpura y mucha materia gris innegable en las largas horas que la autora dedicó a la investigación y a la minuciosidad de cada uno de sus personajes.

Las amplias conversaciones de los personajes son soliloquios de la autora que sin temor alguno nos los comparte para poder atestiguar su filosofía artística y su graduación en la escuela de la vida.

Se le agradece a la autora haber dedicado parte de su vida a la consecución de esta novela, porque perdurará en el tiempo como evidencia palpable de que nunca es suficiente desentrañar los múltiples significados para aprehender lo que somos y lo que no somos.


Desde aquí felicito a Sarahí Jarquín, quien también es integrante del Círculo de Escritores Sabersinfin, por su más reciente novela y por luchar contra viento y marea en esa brillante trayectoria literaria que nos tiene deparadas más sorpresas.

Los interesados en Todos los caminos son nuestros pueden acceder a la siguiente dirección electrónica: bit.ly/3ai6i8v

Nos vemos la próxima semana. Hasta entonces.

“Todos los caminos son nuestros”, novela de Sarahí Jarquín

“En el fondo, la genealogía es metáfora del recorrido humano”
Abel Pérez Rojas
martes, 2 de febrero de 2021, 10:47 h (CET)

Soy afortunado por tener ya entre mis manos Todos los caminos son nuestros (Ediciones del Lirio. 2020), la más reciente novela de Merced Sarahí Jarquín Ortega (Oaxaca, México. 1951).

Con un acabado extremadamente cuidadoso y un amplio contenido —trescientas veinticuatro páginas— Todos los caminos son nuestros es, en palabras del finado Doctor Roberto Martínez Garcilazo, una: “Mesurada descripción de argumentos sociológicos e históricos, en función del contenido, que nos llevarán a comprender el misticismo gitano, coincidiendo con Gasché (2008), en su crítica del concepto de interculturalidad y las concepciones utópicas”.

En esta novela veo que Sarahí Jarquín nos envuelve en una historia que se bifurca en otras más que parecen interminables, de tal manera que, de una nos lleva a la otra, pero en el fondo subsiste una línea cuasi imperceptible para guiarnos de la mano al fondo del asunto.

Y el fondo de la trama está a la vista de todos, pero no la vemos, porque es tal la pericia de Sarahí —maga, al fin y al cabo— que la coloca a la vista para ocultarla.

Sarahí habla de los gitanos para visibilizar la fuerza de su camino, pero también para usar su genealogía como una gran metáfora del recorrido humano.

Jarquín Ortega nos tienta con la cuestión irrebatible de que todos de alguna u otra manera somos gitanos, porque vamos errantes por esta vida, como errante es quien sabe que es mucho más que la materia que le sirve de cobijo.

Como si su historia se tratase de una caja china o bien de una matrioshka, la autora abre distintos recovecos del corazón y de la complejidad del comportamiento humano para colocar frente a nuestro ser el antiquísimo drama perenne: la esencia que deambula envasada en la materia… para aprender.

Sí, para aprender y desprender cuantas veces sean necesarias, no obstante los prejuicios y las circunstancias, y con ello, mirarse de frente para tomar consciencia de sí misma.

Una vez ubicada en determinado tiempo y espacio, la autora se mira una y otra vez al espejo para deleitarnos y deleitarse con su pluma, precisamente en ello radica la madurez que como escritora ha alcanzado Sarahí: en la medida que ella se deleita también embelesa al lector a través de su prosa aderezada con poesía.

Detrás de la historia central de esta novela hay sustancia, sustancia púrpura y mucha materia gris innegable en las largas horas que la autora dedicó a la investigación y a la minuciosidad de cada uno de sus personajes.

Las amplias conversaciones de los personajes son soliloquios de la autora que sin temor alguno nos los comparte para poder atestiguar su filosofía artística y su graduación en la escuela de la vida.

Se le agradece a la autora haber dedicado parte de su vida a la consecución de esta novela, porque perdurará en el tiempo como evidencia palpable de que nunca es suficiente desentrañar los múltiples significados para aprehender lo que somos y lo que no somos.


Desde aquí felicito a Sarahí Jarquín, quien también es integrante del Círculo de Escritores Sabersinfin, por su más reciente novela y por luchar contra viento y marea en esa brillante trayectoria literaria que nos tiene deparadas más sorpresas.

Los interesados en Todos los caminos son nuestros pueden acceder a la siguiente dirección electrónica: bit.ly/3ai6i8v

Nos vemos la próxima semana. Hasta entonces.

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