Como hipnotizados por lo que nos cuentan de "lo que sucede" en este teatro de marionetas mundial transitamos en determinados momentos todos, en una representación donde son otros los que mueven los hilos.
Si aceptamos esto, nos estaremos comportando como niños chicos, gritando al bueno para que se defienda del malo que viene a sacudirle con la estaca, sin ser conscientes de que todo es irreal y está pensado por los guionistas del guiñol al que asistimos.
Desde la vieja política, no hay nada que hacer, nada que esperar construir que no parta de raíz podrida. Tenemos que madurar, volvernos hacia dentro e imaginar la representación que, en realidad, queremos.
Nos han formado en los principios del individualismo, la competitividad y la escasez de recursos y posibilidades. Estamos además -y esto es más grave de lo que pensamos- acostumbrados a que a través de las películas veamos como normal el futuro distópico, policial y de control, que, curiosamente, actualmente se pretende; eso que conocemos como "primado negativo".
Habrá que darse cuenta y expresar -como he oído decir a Carme Jiménez Huertas- el "primado positivo" que, como seres humanos evolucionados que somos, y tomando consciencia de nosotros mismos y de las cosas, hemos venido a realizar.
¡Que no nos cuenten más "películas" de miedo! El futuro es nuestro, y lo vamos a plasmar. Cada uno en su ámbito y desde sus propias coordenadas, que son las mismas en todos nosotros en el fondo: ese "corazón" que compartimos y desde el que habremos de idear un nuevo mundo, que Michel Ende definió sabiamente en su libro "La Historia Interminable" como "Fantasía".