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Los católicos celebramos hoy el día de la familia. Una llamada a la cordura en medio de un mundo que intenta debilitarla.

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En las lecturas de la misa del día de hoy se recupera las enseñanzas que proceden de un libro de la Biblia redactado 190 años antes de Cristo. En el Eclesiástico se recuerdan, entre otras muchas recomendaciones, las formas y las normas para que la familia prospere. Habla de los ancianos, de los padres y de los hijos. Dice entre otras cosas: “el que respeta a su madre acumula tesoros” o este otro; “sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas”.

Si nos centramos en la epístola de San Pablo a los Colosenses, que también leemos hoy, descubrimos un toque de atención a una sociedad que, en los años 60 de nuestra era, andaba un tanto “despistada”. En la misiva, el Apóstol analiza la convivencia diaria. Sus consejos amplían el campo de recomendaciones para cimentar la institución familiar.

Comienza con una recomendación clave para evitar las rupturas matrimoniales: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro.” Pone el dedo sobre la llaga de la situación dominante. Se producen más divorcios y separaciones que bodas en la actualidad. Se realizan los matrimonios a treinta, sesenta y noventa días, y con la posibilidad de “devolución” a las primeras de cambio. Una actitud egoísta basada en el “amor propio” y en la búsqueda de la felicidad a través del cambio sin sentido ni una motivación suficiente.

En otra parte de la carta Pablo indica: “Hijos, obedeced a vuestros padres y padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos”. Queremos realizar en nuestros hijos nuestras incapacidades y queremos solucionar los problemas dando (o comprando) en vez de dándonos o compartiéndolos.

¿Les suenan estas recomendaciones? Cuantas veces hemos escuchado estas frases de nuestros mayores. Y cuanto se las hemos agradecido a posteriori.

Supongo que muchos de nuestros lectores habrán abandonado ya la lectura de estas letras. Les comprendo. Pero sigo pensando escribir lo que me sugiere mi espíritu cada día. No se trata de una homilía, sino del reconocimiento de que no hay nada nuevo bajo el sol.


Son palabras llenas de sabiduría que, cuando se ponen en práctica, nos permiten afrontar la vida de otra forma. Si hay algo de positivo en la actual situación de pandemia ha sido la vuelta a la valoración de la denostada institución familiar. Los seres humanos han recuperado su instinto animal de vivir en “manada”. De refugiarse en los brazos de sus seres queridos. De valorar lo que se tiene. Desde que se nace hasta nuestros últimos días.

No recuerdo una Navidad como la actual. En estos días se ha hambreado el contacto con los nuestros. La cercanía de los padres, de los hijos o de los abuelos. El dolor por los que se han marchado sin recibir todo aquello que le hemos escatimado a lo largo de nuestra vida en una búsqueda de nuevos horizontes.

La naturaleza es muy sabia. Nos ha transmitido hoy una buena noticia. Tenemos que amar más a nuestros prójimos-próximos. Valorar el hogar y darnos cuenta de que el amor conyugal consiste en aceptar los defectos (que no son tantos) de nuestro cónyuge, que son los principales motivos de tanta ruptura. Cuando esto se consigue resplandecen las virtudes de esa persona. Eso que nos hizo enamorarnos (es decir vivir en amor).

La humilde familia de Nazaret es el mejor ejemplo y la mejor noticia que recuperamos en estos días. Su estilo de vida nos debe iluminar como esa estrella que resplandece en el corazón de los hombres (y mujeres) de buena voluntad. A los que ama el Señor.

Feliz Pascua de Navidad. 

Familia

Los católicos celebramos hoy el día de la familia. Una llamada a la cordura en medio de un mundo que intenta debilitarla.
Manuel Montes Cleries
lunes, 28 de diciembre de 2020, 11:57 h (CET)

En las lecturas de la misa del día de hoy se recupera las enseñanzas que proceden de un libro de la Biblia redactado 190 años antes de Cristo. En el Eclesiástico se recuerdan, entre otras muchas recomendaciones, las formas y las normas para que la familia prospere. Habla de los ancianos, de los padres y de los hijos. Dice entre otras cosas: “el que respeta a su madre acumula tesoros” o este otro; “sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas”.

Si nos centramos en la epístola de San Pablo a los Colosenses, que también leemos hoy, descubrimos un toque de atención a una sociedad que, en los años 60 de nuestra era, andaba un tanto “despistada”. En la misiva, el Apóstol analiza la convivencia diaria. Sus consejos amplían el campo de recomendaciones para cimentar la institución familiar.

Comienza con una recomendación clave para evitar las rupturas matrimoniales: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro.” Pone el dedo sobre la llaga de la situación dominante. Se producen más divorcios y separaciones que bodas en la actualidad. Se realizan los matrimonios a treinta, sesenta y noventa días, y con la posibilidad de “devolución” a las primeras de cambio. Una actitud egoísta basada en el “amor propio” y en la búsqueda de la felicidad a través del cambio sin sentido ni una motivación suficiente.

En otra parte de la carta Pablo indica: “Hijos, obedeced a vuestros padres y padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos”. Queremos realizar en nuestros hijos nuestras incapacidades y queremos solucionar los problemas dando (o comprando) en vez de dándonos o compartiéndolos.

¿Les suenan estas recomendaciones? Cuantas veces hemos escuchado estas frases de nuestros mayores. Y cuanto se las hemos agradecido a posteriori.

Supongo que muchos de nuestros lectores habrán abandonado ya la lectura de estas letras. Les comprendo. Pero sigo pensando escribir lo que me sugiere mi espíritu cada día. No se trata de una homilía, sino del reconocimiento de que no hay nada nuevo bajo el sol.


Son palabras llenas de sabiduría que, cuando se ponen en práctica, nos permiten afrontar la vida de otra forma. Si hay algo de positivo en la actual situación de pandemia ha sido la vuelta a la valoración de la denostada institución familiar. Los seres humanos han recuperado su instinto animal de vivir en “manada”. De refugiarse en los brazos de sus seres queridos. De valorar lo que se tiene. Desde que se nace hasta nuestros últimos días.

No recuerdo una Navidad como la actual. En estos días se ha hambreado el contacto con los nuestros. La cercanía de los padres, de los hijos o de los abuelos. El dolor por los que se han marchado sin recibir todo aquello que le hemos escatimado a lo largo de nuestra vida en una búsqueda de nuevos horizontes.

La naturaleza es muy sabia. Nos ha transmitido hoy una buena noticia. Tenemos que amar más a nuestros prójimos-próximos. Valorar el hogar y darnos cuenta de que el amor conyugal consiste en aceptar los defectos (que no son tantos) de nuestro cónyuge, que son los principales motivos de tanta ruptura. Cuando esto se consigue resplandecen las virtudes de esa persona. Eso que nos hizo enamorarnos (es decir vivir en amor).

La humilde familia de Nazaret es el mejor ejemplo y la mejor noticia que recuperamos en estos días. Su estilo de vida nos debe iluminar como esa estrella que resplandece en el corazón de los hombres (y mujeres) de buena voluntad. A los que ama el Señor.

Feliz Pascua de Navidad. 

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