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La humanidad aspira desde siempre a encontrar la felicidad

El camino hacia la felicidad

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Mi buena noticia de hoy se basa en LA BUENA NOTICIA con mayúsculas. Para casi todo el mundo, incluyendo muchos no creyentes, el Sermón de la Montaña es uno de los discursos más hermosos que se han proclamado jamás.

Para los cristianos es… lo más. Una descripción de cómo debe ser la vida del cristiano, basándose en las Bienaventuranzas y en las obras de misericordia. Aquellas ocho bienaventuranzas que de niños aprendimos en el catecismo Ripalda utilizando la regla nemotécnica del po-man-llo-han-mi-li-pa-pa. Cuando fuimos madurando comenzamos a comprender la dimensión de las condiciones que deberíamos poseer para ser bienaventurados.

Se entienden mucho mejor estos conceptos barajando los sinónimos que aclaran el significado de la palabra “bienaventurado”: feliz, afortunado, dichoso, que vive una buena ventura (estado de dicha y felicidad).

¿Cómo se llega a ser feliz-bienaventurado? Por el camino de las obras de misericordia. Dando y dándose a los demás. El catón del cristianismo. ¿Cuándo se consigue la felicidad plena? Tres días después de muerto y por la tarde. Entretanto, todo es camino.

Si analizamos nuestra vida, nos encontramos con luces y con sombras. Cuando parece que todo va bien, surgen a nuestro alrededor circunstancias que oscurecen el horizonte vital. Por eso he llegado a la conclusión de que las bienaventuranzas son una meta. Esa que han alcanzado los Santos cuya festividad celebramos en el día de hoy. Esas personas conocidas o anónimas que han vivido intentando –y a veces logrando- ser felices haciendo felices a los demás. Nosotros siempre estamos en camino.

La vida es una búsqueda constante de la felicidad. Todos dicen que luchan por ella. Lo que estropea estos propósitos en la mayoría de las ocasiones es el egoísmo; el culto al yo, a lo mío, hasta a lo nuestro. Una situación que propicia la guerra, el odio, la pobreza, los abusos indiscriminados y el desprecio sobre todo y sobre todos.

El Sermón de la Montaña habla de los requisitos para ser feliz. Aunque tengas que ser pobre, llorar o ser perseguido por tu amor al prójimo. Serás limpio de corazón, serás misericordioso, demandarás la justicia, lo harás todo de forma pacífica.

Se me ha escapado una especie de sermón que me he enviado a mí mismo. Por si le sirve a alguien.

La cosa no está para muchas fiestas. Queremos arreglar un mundo asolado por el dolor y la pandemia quemando contenedores. Pero hoy celebraremos con alegría la fiesta de todos los santos. Esos seres anónimos o no que dan su vida por los demás. Algunos no son ni creyentes.

El camino hacia la felicidad

La humanidad aspira desde siempre a encontrar la felicidad
Manuel Montes Cleries
lunes, 2 de noviembre de 2020, 11:23 h (CET)

Mi buena noticia de hoy se basa en LA BUENA NOTICIA con mayúsculas. Para casi todo el mundo, incluyendo muchos no creyentes, el Sermón de la Montaña es uno de los discursos más hermosos que se han proclamado jamás.

Para los cristianos es… lo más. Una descripción de cómo debe ser la vida del cristiano, basándose en las Bienaventuranzas y en las obras de misericordia. Aquellas ocho bienaventuranzas que de niños aprendimos en el catecismo Ripalda utilizando la regla nemotécnica del po-man-llo-han-mi-li-pa-pa. Cuando fuimos madurando comenzamos a comprender la dimensión de las condiciones que deberíamos poseer para ser bienaventurados.

Se entienden mucho mejor estos conceptos barajando los sinónimos que aclaran el significado de la palabra “bienaventurado”: feliz, afortunado, dichoso, que vive una buena ventura (estado de dicha y felicidad).

¿Cómo se llega a ser feliz-bienaventurado? Por el camino de las obras de misericordia. Dando y dándose a los demás. El catón del cristianismo. ¿Cuándo se consigue la felicidad plena? Tres días después de muerto y por la tarde. Entretanto, todo es camino.

Si analizamos nuestra vida, nos encontramos con luces y con sombras. Cuando parece que todo va bien, surgen a nuestro alrededor circunstancias que oscurecen el horizonte vital. Por eso he llegado a la conclusión de que las bienaventuranzas son una meta. Esa que han alcanzado los Santos cuya festividad celebramos en el día de hoy. Esas personas conocidas o anónimas que han vivido intentando –y a veces logrando- ser felices haciendo felices a los demás. Nosotros siempre estamos en camino.

La vida es una búsqueda constante de la felicidad. Todos dicen que luchan por ella. Lo que estropea estos propósitos en la mayoría de las ocasiones es el egoísmo; el culto al yo, a lo mío, hasta a lo nuestro. Una situación que propicia la guerra, el odio, la pobreza, los abusos indiscriminados y el desprecio sobre todo y sobre todos.

El Sermón de la Montaña habla de los requisitos para ser feliz. Aunque tengas que ser pobre, llorar o ser perseguido por tu amor al prójimo. Serás limpio de corazón, serás misericordioso, demandarás la justicia, lo harás todo de forma pacífica.

Se me ha escapado una especie de sermón que me he enviado a mí mismo. Por si le sirve a alguien.

La cosa no está para muchas fiestas. Queremos arreglar un mundo asolado por el dolor y la pandemia quemando contenedores. Pero hoy celebraremos con alegría la fiesta de todos los santos. Esos seres anónimos o no que dan su vida por los demás. Algunos no son ni creyentes.

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