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Estoy seguro de que mucho se escribirá durante largo tiempo de la Carta “Fratelli Tutti”, la gran encíclica social que el Papa Francisco ha dirigido al mundo entero, más allá de los confines de la Iglesia. Su amplitud de registros ofrece la oportunidad a cada país de iluminar sus propias circunstancias. Para el lector español reviste particular importancia el capítulo 5º dedicado a la política como “forma preciosa de la caridad”, en contraste con las políticas que no tienen en cuenta el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas. Seguro que en la entrevista del Papa con el Presidente del Gobierno se trato el tema. Esperemos las consecuencias de estras aplicación a nuestra situación.
Reconstruir la confianza y modificar el estilo de movimientos, debe ser nuestro afán y desvelo. De entrada, me emocionan esas gentes que son forjadores de humanidad, que cultivan tanto el buen decir como el obrar, en su itinerario viviente. Andamos necesitados de ternura, pues activemos la corrección.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".
Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.
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