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Etiquetas | Política | Zapatero | Pandemia
“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cota de poder” José San Martín

​Rodríguez Zapatero, el Atila de la política española

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Sin duda alguna los que se dedican a la política forman un conglomerado multicolor en el que se incluyen toda clase de personajes entre los cuales podemos encontrar una variado muestrario de individuos entre los que podemos hallar, junto a personas válidas, capacitadas, honestas, patriotas y bien preparadas, a vividores, ambiciosos, infelices, codiciosos, calculadores, torticeros, egocéntricos, aprovechados y soberbios. Si intentáramos agotar los calificativos con los que describir la variedad de personas, inútiles e ineptas, aspirantes a ocuparse de la “res pública” que, pese a todo, han conseguido su objetivo de conseguir puestos destacados en la política aun siendo ineptos para ella, necesitaríamos mucho más espacio del que podemos disponer en este modesto comentario. Pero, seguramente, dentro de esta prolija pléyade de politicastros, los hay que constituyen una verdadera plaga para la nación, aquellos pretendientes que, si llegan al poder, tienen la particularidad de ser capaces, durante un solo mandato, de arruinar a la nación y a sus ciudadanos, debido a que, aparte de su idiocia, egocentrismo, fanatismo, vanidad y absoluta incapacidad para asumir una función pública, en la que la responsabilidad debiera ser la premisa principal a tener en cuenta, adolecen de un defecto que los convierte en incapaces para ejercer su función con garantías de éxito: la soberbia.

España tuvo la desgracia de que, en un momento clave para su historia, en vísperas de que se desatara la crisis económica del 2008, que tan graves consecuencias trajo para todo el mundo y, muy especialmente, para nuestra nación; estuviéramos gobernados por un payaso, con perdón para los señores que ejercen tan necesaria y honesta profesión, un verdadero ejemplo de hasta qué punto la ciudadanía toma decisiones, influida básicamente por corazonadas, fobias, simpatías e, incluso, por rencores o por el aspecto físico de la persona a la que eligen para ocupar el dificilísimo menester de ejercer la presidencia del gobierno de la nación. En efecto, el socialista J.L.Rodriguez Zapatero, un personaje con aspecto inocente y, aparentemente, inofensivo ha sido, sin lugar a dudas, el directo responsable de que, en España, nos encontremos ante una de las situaciones más difíciles, preocupantes y peligrosas desde que nuestra Guerra Civil de 1936.tuvo lugar.

No sólo fue el causante de que España dejara de tomar medidas preventivas, con motivo de la crisis de las hipotecas fraudulentas de Leman Brothers, en Norte América, dando muestras de su falta de preparación para prever los efectos de un acontecimiento tan preocupante, sino que además hizo el ridículo, cuando ante una reunión de mandatarios de todo el mundo, con motivo de la crisis económica que se produjo en todo el sector económico internacional por dicho suceso. Con una temeridad impropia de un representante de España, no tuvo otra ocurrencia que presumir, ante sus colegas jefes de gobierno de otros países, de que España y superaba en resultados a Italia y que no tardaría a superar a la nación Francesa. Poco tuvo que esperar para tener que tragarse sus propias palabras cuando, precisamente por no admitir a tiempo las consecuencias fatales de no haberse adelantado a tomar medidas preventivas, ante las tribulaciones que nos esperaban para los años sucesivos.

Todos sabemos las consecuencias que para los españoles y sus vidas tuvo la crisis de las hipotecas fraudulentas, una situación a la que tuvo que enfrentarse el PP del señor Rajoy cuyo gobierno recién llegado cono consecuencia de que Zapatero tiró la toalla ante el “marrón” al que se vio incapaz de encontrarle una solución, cuando España había llegado a estar a las puertas de la quiebra económica. En esta ocasión se le debe a don Mariano Rajoy, y es un mérito que nadie le puede negar, de haber sabido gestionar una de las peores circunstancias por las que ha pasado la economía de nuestro país.

Pero, cuando el señor Rodríguez Zapatero se retiró de la vida política, en lugar de desaparecer y dedicarse a sus asuntos particulares, confiando en que, los españoles, se olvidarían con el tiempo de su nefasta gestión durante los años en que gobernó; seguramente, impulsado por la misma soberbia que le impidió escuchar a las personas que le advirtieron de que la crisis se avecinaba, pretendió seguir interviniendo en la política nacional y, cuando no le fue posible porque ya nadie confiaba en él, tomó otra decisión que ha estado a punto de ponernos en serios problemas diplomáticos, al ofrecerse de mediador en asuntos de la nación venezolana mientras, en aquellos momentos, la política oficial del gobierno de España era la de apoyo, como hizo toda Europa, del líder de la oposición, señor Juán Guaidó como presidente provisional de la república venezolana, Rodríguez Zapatero se brindó para intervenir como miembro de una comisión, apoyada por el papa Francisco, para ayudar a encontrarle una salida que permitiera al dictador Maduro seguir en el poder. Ni que decir tiene que los intentos fracasaron como fracasa el señor Zapatero en cualquier intento de participar en algo en lo que se trata de defender lo que no tiene defensa. Un ensayo del que todavía no ha desistido, seguramente porque se ha convertido en un fan, no sabemos si interesado o no, de la figura del fantoche venezolano, del que se dice que ha sabido pagar, con creces, el apoyo del expresidente español.

Mientras que el expresidente, señor Felipe González, una persona de pro y una figura relevante durante la transición española desde la dictadura a la Monarquía Parlamentaria, se ha convertido en un crítico a las alianzas del señor Pedro Sánchez con el señor Pablo Iglesias de Unidas Podemos lo que, por cierto, le ha valido que la maquinaria de propaganda, siempre poderosa, de los comunistas bolivarianos, haya puesto su punto de mira en la figura del señor González con el claro objetivo de pretender desprestigiarle lo que, evidentemente, les va a ser muy difícil, si no imposible, conseguirlo; el indestructible y ajeno al desánimo, Rodríguez Zapatero, se ha convertido en uno más de los que alaban la forma, dictatorial y errónea, de gobernar de Pedro Sánchez y no omite críticas a quienes empiezan a creer que lo que intenta el actual gobierno es un cambio de régimen influido, sin duda alguna, por los señores comunistas que siguen cogobernando con los socialistas formando parte del actual Ejecutivo. No ha sido especialmente cortés en su opinión sobre las declaraciones de don Felipe que, naturalmente, desde su punto de vista dogmático y sectario, no son las que él quisiera oír del señor González.

Este personaje, especialmente peligroso, como lo son todas aquellas personas incapaces de autocrítica, obsesionados con la idea de que han sido injustos con él, con una cierta patología sicótica respecto a su misión en este mundo y a lo equivocados que están todos los que “no han sabido comprender” su valía como político, vuelve a tener un protagonismo que no sabemos si se debe a un apoyo intrínseco de la Moncloa o del mismo personaje que no ha dejado, a lo largo del periodo de relegación política, de intentar de alguna forma destacarse para que se siga hablando de él.

En todo caso, no son momentos para que, aparte de las actuaciones de los que nos gobiernan ahora, empeñados en vender que los efectos, verdaderamente espantosos, de la pandemia del coronavirus, no se les pueden achacar a ellos, ni al doctor Simón, sino que se deben a las “derechas” que “con los recortes” que tuvieron que hacer con motivo de la crisis del 2008 (recortes indispensables y obligados por la UE, sin los cuales hubiéramos caído en manos de los famosos hombres de negro, como les sucedió a los griegos dirigidos por el comunista Psipras, que luego pagaron caro el haberse negado a cumplir las órdenes emanadas de Bruselas.) Cuesta hacerles entender a nuestros gobernantes el hecho indiscutible de que, pese a los intentos de minimizar los daños de la pandemia entre los ciudadanos españoles, seguimos siendo el país que más muertes ha tenido por cada millón de habitantes, más que China y que los EE.UU; lo que es la cifra que mejor da a entender los efectos reales de los responsable de la sanidad de una nación.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no es imposible entender como una persona, como la de Rodríguez Zapatero, siga empeñado, después de los pésimos resultados de su gestión en el gobierno durante los años en los que se le permitió, por el pueblo español, mantenerse al frente de la nación española; pueda seguir intentando engañar a los ciudadanos, presentándose como ejemplo de una buena gestión. Un comportamiento que no tiene otro significado más que a una obsesión patológica por valorarse muy por encima de lo que el resto de españoles seguimos pensando de él: una verdadera catástrofe, sin paliativos, para la nación española. Pero, así y todo, el récord que se le ha concedido al señor Zapatero de ser el peor presidente de Gobierno de la transición española; mucho no tememos que le haya salido alguien que promete dejarlo atrás en cuanto a hacer méritos para que, esta poco deseable distinción, pueda pasar en no mucho tiempo a la persona de nuestro actual presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, que ya va haciendo méritos para superarle, con gran ventaja, para ser candidato a tan oprobiosa distinción.

​Rodríguez Zapatero, el Atila de la política española

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cota de poder” José San Martín
Miguel Massanet
jueves, 18 de junio de 2020, 09:35 h (CET)

Sin duda alguna los que se dedican a la política forman un conglomerado multicolor en el que se incluyen toda clase de personajes entre los cuales podemos encontrar una variado muestrario de individuos entre los que podemos hallar, junto a personas válidas, capacitadas, honestas, patriotas y bien preparadas, a vividores, ambiciosos, infelices, codiciosos, calculadores, torticeros, egocéntricos, aprovechados y soberbios. Si intentáramos agotar los calificativos con los que describir la variedad de personas, inútiles e ineptas, aspirantes a ocuparse de la “res pública” que, pese a todo, han conseguido su objetivo de conseguir puestos destacados en la política aun siendo ineptos para ella, necesitaríamos mucho más espacio del que podemos disponer en este modesto comentario. Pero, seguramente, dentro de esta prolija pléyade de politicastros, los hay que constituyen una verdadera plaga para la nación, aquellos pretendientes que, si llegan al poder, tienen la particularidad de ser capaces, durante un solo mandato, de arruinar a la nación y a sus ciudadanos, debido a que, aparte de su idiocia, egocentrismo, fanatismo, vanidad y absoluta incapacidad para asumir una función pública, en la que la responsabilidad debiera ser la premisa principal a tener en cuenta, adolecen de un defecto que los convierte en incapaces para ejercer su función con garantías de éxito: la soberbia.

España tuvo la desgracia de que, en un momento clave para su historia, en vísperas de que se desatara la crisis económica del 2008, que tan graves consecuencias trajo para todo el mundo y, muy especialmente, para nuestra nación; estuviéramos gobernados por un payaso, con perdón para los señores que ejercen tan necesaria y honesta profesión, un verdadero ejemplo de hasta qué punto la ciudadanía toma decisiones, influida básicamente por corazonadas, fobias, simpatías e, incluso, por rencores o por el aspecto físico de la persona a la que eligen para ocupar el dificilísimo menester de ejercer la presidencia del gobierno de la nación. En efecto, el socialista J.L.Rodriguez Zapatero, un personaje con aspecto inocente y, aparentemente, inofensivo ha sido, sin lugar a dudas, el directo responsable de que, en España, nos encontremos ante una de las situaciones más difíciles, preocupantes y peligrosas desde que nuestra Guerra Civil de 1936.tuvo lugar.

No sólo fue el causante de que España dejara de tomar medidas preventivas, con motivo de la crisis de las hipotecas fraudulentas de Leman Brothers, en Norte América, dando muestras de su falta de preparación para prever los efectos de un acontecimiento tan preocupante, sino que además hizo el ridículo, cuando ante una reunión de mandatarios de todo el mundo, con motivo de la crisis económica que se produjo en todo el sector económico internacional por dicho suceso. Con una temeridad impropia de un representante de España, no tuvo otra ocurrencia que presumir, ante sus colegas jefes de gobierno de otros países, de que España y superaba en resultados a Italia y que no tardaría a superar a la nación Francesa. Poco tuvo que esperar para tener que tragarse sus propias palabras cuando, precisamente por no admitir a tiempo las consecuencias fatales de no haberse adelantado a tomar medidas preventivas, ante las tribulaciones que nos esperaban para los años sucesivos.

Todos sabemos las consecuencias que para los españoles y sus vidas tuvo la crisis de las hipotecas fraudulentas, una situación a la que tuvo que enfrentarse el PP del señor Rajoy cuyo gobierno recién llegado cono consecuencia de que Zapatero tiró la toalla ante el “marrón” al que se vio incapaz de encontrarle una solución, cuando España había llegado a estar a las puertas de la quiebra económica. En esta ocasión se le debe a don Mariano Rajoy, y es un mérito que nadie le puede negar, de haber sabido gestionar una de las peores circunstancias por las que ha pasado la economía de nuestro país.

Pero, cuando el señor Rodríguez Zapatero se retiró de la vida política, en lugar de desaparecer y dedicarse a sus asuntos particulares, confiando en que, los españoles, se olvidarían con el tiempo de su nefasta gestión durante los años en que gobernó; seguramente, impulsado por la misma soberbia que le impidió escuchar a las personas que le advirtieron de que la crisis se avecinaba, pretendió seguir interviniendo en la política nacional y, cuando no le fue posible porque ya nadie confiaba en él, tomó otra decisión que ha estado a punto de ponernos en serios problemas diplomáticos, al ofrecerse de mediador en asuntos de la nación venezolana mientras, en aquellos momentos, la política oficial del gobierno de España era la de apoyo, como hizo toda Europa, del líder de la oposición, señor Juán Guaidó como presidente provisional de la república venezolana, Rodríguez Zapatero se brindó para intervenir como miembro de una comisión, apoyada por el papa Francisco, para ayudar a encontrarle una salida que permitiera al dictador Maduro seguir en el poder. Ni que decir tiene que los intentos fracasaron como fracasa el señor Zapatero en cualquier intento de participar en algo en lo que se trata de defender lo que no tiene defensa. Un ensayo del que todavía no ha desistido, seguramente porque se ha convertido en un fan, no sabemos si interesado o no, de la figura del fantoche venezolano, del que se dice que ha sabido pagar, con creces, el apoyo del expresidente español.

Mientras que el expresidente, señor Felipe González, una persona de pro y una figura relevante durante la transición española desde la dictadura a la Monarquía Parlamentaria, se ha convertido en un crítico a las alianzas del señor Pedro Sánchez con el señor Pablo Iglesias de Unidas Podemos lo que, por cierto, le ha valido que la maquinaria de propaganda, siempre poderosa, de los comunistas bolivarianos, haya puesto su punto de mira en la figura del señor González con el claro objetivo de pretender desprestigiarle lo que, evidentemente, les va a ser muy difícil, si no imposible, conseguirlo; el indestructible y ajeno al desánimo, Rodríguez Zapatero, se ha convertido en uno más de los que alaban la forma, dictatorial y errónea, de gobernar de Pedro Sánchez y no omite críticas a quienes empiezan a creer que lo que intenta el actual gobierno es un cambio de régimen influido, sin duda alguna, por los señores comunistas que siguen cogobernando con los socialistas formando parte del actual Ejecutivo. No ha sido especialmente cortés en su opinión sobre las declaraciones de don Felipe que, naturalmente, desde su punto de vista dogmático y sectario, no son las que él quisiera oír del señor González.

Este personaje, especialmente peligroso, como lo son todas aquellas personas incapaces de autocrítica, obsesionados con la idea de que han sido injustos con él, con una cierta patología sicótica respecto a su misión en este mundo y a lo equivocados que están todos los que “no han sabido comprender” su valía como político, vuelve a tener un protagonismo que no sabemos si se debe a un apoyo intrínseco de la Moncloa o del mismo personaje que no ha dejado, a lo largo del periodo de relegación política, de intentar de alguna forma destacarse para que se siga hablando de él.

En todo caso, no son momentos para que, aparte de las actuaciones de los que nos gobiernan ahora, empeñados en vender que los efectos, verdaderamente espantosos, de la pandemia del coronavirus, no se les pueden achacar a ellos, ni al doctor Simón, sino que se deben a las “derechas” que “con los recortes” que tuvieron que hacer con motivo de la crisis del 2008 (recortes indispensables y obligados por la UE, sin los cuales hubiéramos caído en manos de los famosos hombres de negro, como les sucedió a los griegos dirigidos por el comunista Psipras, que luego pagaron caro el haberse negado a cumplir las órdenes emanadas de Bruselas.) Cuesta hacerles entender a nuestros gobernantes el hecho indiscutible de que, pese a los intentos de minimizar los daños de la pandemia entre los ciudadanos españoles, seguimos siendo el país que más muertes ha tenido por cada millón de habitantes, más que China y que los EE.UU; lo que es la cifra que mejor da a entender los efectos reales de los responsable de la sanidad de una nación.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no es imposible entender como una persona, como la de Rodríguez Zapatero, siga empeñado, después de los pésimos resultados de su gestión en el gobierno durante los años en los que se le permitió, por el pueblo español, mantenerse al frente de la nación española; pueda seguir intentando engañar a los ciudadanos, presentándose como ejemplo de una buena gestión. Un comportamiento que no tiene otro significado más que a una obsesión patológica por valorarse muy por encima de lo que el resto de españoles seguimos pensando de él: una verdadera catástrofe, sin paliativos, para la nación española. Pero, así y todo, el récord que se le ha concedido al señor Zapatero de ser el peor presidente de Gobierno de la transición española; mucho no tememos que le haya salido alguien que promete dejarlo atrás en cuanto a hacer méritos para que, esta poco deseable distinción, pueda pasar en no mucho tiempo a la persona de nuestro actual presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, que ya va haciendo méritos para superarle, con gran ventaja, para ser candidato a tan oprobiosa distinción.

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