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María Amelia Díaz responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti

​“Me estremece ‘La persistencia de la memoria’ de Salvador Dalí”

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María Amelia Díaz nació el 24 de marzo de 1947 en la ciudad de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en la ciudad de Castelar, en la misma provincia. Es maestra normal y Bibliotecaria profesional. Cursó, además, estudios en el Instituto Nacional del Profesorado. Coordina talleres literarios y ciclos de poesía, y también dicta conferencias sobre temas de la escritura. Formó parte de programas radiales y colaboró con diarios y revistas en soporte papel, así como en plataformas de la web. Ha organizado certámenes literarios y se ha desempeñado como Jurado en diversos espacios. Ejerció como Presidenta de la Sociedad Argentina de Escritores en la sede Oeste Bonaerense. Obtuvo premios —algunos, por su trayectoria— y menciones, entre 1977 y 2019, y entre 2008 y 2017 participó en ocho encuentros, provinciales y nacionales, de escritores. Poemas suyos fueron traducidos al inglés, bengalí, italiano, árabe, mandarín y catalán. Fue incluida, entre otras, en las antologías “Convivencias” (I, II, III), “De gritos y silencios” (IV, V, VI, VII), “Poetas sobre poetas” (I, II, III, IV), “Sin fronteras” (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México), “Antología de poetas de Morón”, “Poesía argentina contemporánea” (Tomo XXIV), “Palabra y misterio”, “Anthology of Argentine Poetry” (en China). Publicó el volumen de cuentos “Historias de mujeres desaforadas” (1ª Mención Faja de Honor de la SADE, 2015), y los poemarios “Cien metros más allá del asfalto”, “Para abrir el paraíso”, “Las formas secretas”, “La dama de noche y otras sombras” (Mención Honorífica Poesía, bienio 2008-2009, Ministerio de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2016), “Para justificar a Caín”, “Pequeña antología”, “Extranjeras a la intemperie” (volumen compartido con Susana Cattaneo) y “No lugares y otros territorios”. Su libro inédito “Patio de atrás” recibió el 2° Premio de la Fundación Argentina para la Poesía.

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?


Soy una creativa nata, mi cabeza está siempre funcionando a mil sobre cosas que puedo hacer, lástima que el tiempo no alcanza. Como me crié en un barrio del Gran Buenos Aires, había mucho espacio, muchos terrenos baldíos donde inventarse una selva, muchas montañas de arena donde crear casitas, muchos árboles donde treparse y creerse una protagonista de los cuentos de Hans Christian Andersen o Charles Perrault que consumía a diario. La lectura me fascinaba aun antes de saber leer, ahí mi imaginación volaba. En cuanto a escribir, se fue dando naturalmente y de a poco, desde la primaria, poemitas con rima, que escondía.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?


Me encanta la lluvia, me lleva a un espacio íntimo y recogido del alma, y a la época en que con mi hermana hacíamos barquitos de papel para que navegaran en los charcos, en las zanjas; todavía me gusta mirar por la ventana cuando llueve y ver cómo se forman globitos sobre el patio. Y las lluvias tienen que ver con las tormentas, claro.

Las tormentas, con sus rayos y truenos, me resultan un espectáculo grandioso donde se advierte a la naturaleza desplegando todos sus poderes, quizá para recordarnos que los humanos no somos tan importantes como nos creemos. A veces, a costa de los sufrimientos que acarrean.

La sangre puede ser el símbolo de la vida o de la muerte —igual que las tormentas—, por eso es roja y pasional.

La velocidad me agrada, y moderada, sólo arriba de un vehículo; aplicada a la vida, me desconcentra, igual que las contrariedades, pero a estas hay que aceptarlas porque no nos queda otra, y tratar de enfrentarlas, y lo mejor: vencerlas.

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...

No veo estas dos posiciones subidas en el cuadrilátero. Eso que llamamos “inspiración”, creo que viene del subconsciente, todo lo que ahí fuimos apilando a lo largo de la vida y que nos aparece como una vocecita que, a veces, te dicta cosas, pero después adviene el trabajo, el trabajo consciente y profundo que define al verdadero escritor, y que es, además, una forma de respetar al lector. “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”, dijo Pablo Picasso.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?


Yo diría “tanto como su obra”. Principalmente, Vincent Van Gogh, quien vivió incomprendido y habiendo vendido sólo algunos dibujos y un par de cuadros: “El viñedo rojo cerca de Arlés” y “El café de noche”. Giordano Bruno, sentenciado a la hoguera por atreverse a pensar distinto. Charles Baudelaire, al que le quemaron las ediciones de “Las flores del mal”. Camille Claudel, la increíble escultora que a la sombra de Auguste Rodin, pagó con la locura. Sor Juana Inés de la Cruz, impedida de escribir e investigar y, sería interminable nombrarlas, a todas, las mujeres artistas que fueron señaladas y demonizadas por las sociedades hasta entrado el siglo XX. Las primeras escritoras argentinas, y también de otros países, escribían escondidas bajo seudónimos masculinos.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?


“Al mal tiempo, buena cara”, “No hay mal que cien años dure”, “El que se fue a Sevilla, perdió su silla”, “No hagas a otros aquello que no te gustaría que te hicieran a ti, ni te hagas a ti lo que no le harías a los demás” (Confucio). “Dejar el mundo mejor de como lo encontramos” (Robert Baden Powell). “Siempre que llovió, paró”.

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?


Me estremece la poesía de Stéphane Mallarmé, Giuseppe Ungaretti, Giacomo Leopardi, Saint-John Perse, Olga Orozco, la narrativa de Faulkner y Alejo Carpentier, los grabados de Piranesi, los cuadros de Remedios Varo y Oswaldo Guayasamín, “La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí, y, en general, toda su obra, que permite diferentes miradas sobre un mismo cuadro, la música de Wolfgang Amadeus Mozart y Johann Sebastian Bach. Perpleja me dejan las creaciones de Leonardo da Vinci y los ensayos y cuentos de Jorge Luis Borges.

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?


Bueno, irrisoria vista desde el ahora. Una de las tantas veces que fui jurado literario, estaba entregando premios sobre el escenario de un teatro colmado de gente junto a los otros dos jurados, en primera fila las autoridades locales. Cuando tocó el turno del primer premio de poesía, se le pidió al autor que leyera el poema y se le acercó la hoja de la obra. Entonces, esa persona, muy confundida y mirando hacia todos lados, dijo que ese no era el trabajo suyo. Gran desconcierto, cuchicheos, las voces de todos los que acompañaban al supuesto primer premio, las voces, digo, comenzaron a elevarse hasta convertirse en gritos airados hacia los jurados que estábamos sorprendidos, rojos de vergüenza y paralizados, sin saber qué hacer. Lo último que recuerdo fue a una señora mayor que se subió al escenario, y mientras nos decía improperios, sacudía por el mástil una bandera argentina que estaba presidiendo el acto. Resultó que los organizadores, al momento de abrir los sobres o plicas (las obras que los jurados elegimos estaban bajo seudónimo), no habían notado que había dos con el mismo seudónimo, y habían tomado justo el equivocado, y con ese resultado elaboraron las actas. El jurado, nosotros, nos llevamos la peor parte, y aquí va otro refrán: “Sin comerla ni beberla”.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?


Es donde me complacería estar para demostrar que no pasé por la vida sin un intento de dejar huella. La literatura es una forma de vencer a la muerte.

“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?


Totalmente: me aplastan y me deprimen. Me aplastan todas las rutinas innecesarias, una misma cosa puede hacerse de mil formas diferentes. Después de la literatura, mi otra pasión es cocinar; cocinar puede ser aburridísimo si hacés siempre lo mismo, pero un churrasco o una milanesa se pueden preparar, acompañar y presentar de mil formas distintas, teniendo en cuenta no solo el gusto sino también la vista, el olfato, las texturas... ¡Hay tantas cosas lindas que podemos emprender!

Para vos, ¿“Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.


Para mí, un estilo no es un límite: es el sello de cada escritor; claro que, con el tiempo, los estilos se van perfeccionando, pero sólo cuando lo logramos nos convertimos en verdaderos escritores. Es un trabajo arduo y constante. Si hay algo que nos preocupa a los escritores, es encontrar nuestra voz, alcanzar un estilo tan propio como nos sea posible. La concreción del estilo propio es nuestro sello de autenticidad.

¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?


Deploro la violencia en todas sus formas, no justifico nada que se quiera conseguir a través de su uso; justamente, mi libro “Para justificar a Caín”, que como se observa tiene un título irónico, trata de sacudir al lector mostrando los horrores que, desde la Biblia y siguiendo con la historia humana, trajo la violencia. Así que ponerme violenta jamás, enojarme sí, con la hipocresía, el maltrato. Me harta la vanidad.

¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?


Mi libertad de chica de barrio corriendo detrás de las mariposas a la hora de la siesta; o los bichitos de luz, pequeñísimos faroles de la noche que encendían las calles de tierra donde crecían margaritas silvestres. La llegada de las revistas “El Tony”, “Patoruzú”, “Patoruzito”, “O Cruzeiro”, “Life”, “Selecciones del Reader’s Digest” y todas las que me mandaba la abuela, pulcramente atadas con un piolincito. Esa tremenda pasión por la lectura de todo libro que cayera en mis manos: leía todo el tiempo que podía, a veces a escondidas, hasta altas horas de la noche, alumbrándome con una vela, para que mis padres no advirtieran luces encendidas. Y lo más hermoso: la mesa de Navidad o Año Nuevo, con toda la familia reunida, en mi memoria es una postal inolvidable.

¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?


En los laberintos de Borges. Me encantaría ser algún personaje perdido y encontrado en cualquiera de sus laberintos.



El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?


El silencio me fascina, porque siempre está poblado por mi imaginación.

La oscuridad nunca me asustó, más bien me atrae porque comulga bien con el silencio. El fervor, considero que es necesario para ser escritor o para emprender cualquier asunto.

Y las sorpresas, si son lindas, bienvenidas.

Los gestos gravitan muchísimo en las relaciones interpersonales: no es lo mismo una mano extendida que una mano que se esconde.

La desolación, la intemperancia me producen dolor, ya sean mías o del prójimo.

¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?


Voy a nombrar libros: “Las aves” de Aristófanes, “El Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes, “Gracias y desgracias del ojo del culo” de Francisco de Quevedo, “Cuentos completos” de Saki (Héctor Hugh Munro), “La abadía de Northanger” de Jane Austen, “Bajo el volcán” de Malcolm Lowry, “Mafalda” de Quino. El listado, obviamente, podría proseguir.

¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...


Voy a contestar con dos dichos: “Si el sabio no aprueba, malo; si el necio aplaude, peor.” (Tomás de Iriarte); “Las cosas hay que hacerlas; hacerlas mal, pero hacerlas” (Domingo Faustino Sarmiento).

¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?


Mirá, creo que hay que separar la parte afectiva de la valoración que nos pueda provocar la actividad o el talento de una persona. Hay gente a la que admiro profundamente y que no me despierta ningún afecto. Y viceversa.

¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?


Ni es, fue y será una porquería, ni es perfecto; el mundo es como lo hacemos los seres humanos, y tampoco nosotros somos perfectos. No deberíamos juzgarnos con tanta severidad. “Cambalache” es un gran tango, eso no quiere decir que sea definitorio, como toda creación es el producto de una visión subjetiva y como tal corresponde que lo interpretemos.

Me gusta más: “Que aunque el mundo siga girando a los tumbos, / aún vale la pena jugarse y vivir” (letra de Mario Iaquinandi y música de Eladia Blázquez).



Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?


Me asombran quienes lograron cambios trascendentales en la sociedad sin ejercer la violencia, como Jesús, Mahatma Gandhi, Martin Luther King. También me asombran aquellos que pese a grandes dificultades lograron superarse, como Stephen Hawking, Henri de Toulouse-Lautrec, Frida Kahlo, y aquí sí la lista es interminable, porque uno los encuentra en todos los ámbitos: estas personas me han enseñado a vivir sin quejarme.

¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?


Los chistes irónicos que te sorprenden.

¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?


Lo mejor que puedo, luchando, pero reconozco cuando algo es imposible. Siempre recuerdo lo que oí de una científica de la NASA: le preguntaron cómo había llegado allí a un cargo importante siendo mujer: respondió que si un camino se le cerraba totalmente no insistía, iba por otro, por el posible. Siendo mujer, lo convertí en una norma para mi vida, no me gusta chocarme dos veces (yo le pondría tres, para dar espacio a un segundo intento) contra la misma pared.

El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?


Tengo una hermosa familia a la que amo profundamente. En los demás aspectos procuro ser equilibrada, el dinero va y viene y no compra la felicidad; soy creyente, aunque las religiones me decepcionan porque se alejan de sus dogmas; la política es necesaria, pero con la política partidaria me pasa lo mismo que con la religión. Contemplativa sí, siempre. No me puedo quejar, me fue bastante bien.

¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?


Una parte del arte actual me desagrada, creo que se alejó de la noción de “belleza” (aunque sea la belleza de lo feo), y también de la noción de inmortalidad que descansa en el arte y que hoy nos hace deslumbrarnos, por ejemplo, ante las pirámides y grabados de Egipto y México. Y me resulta insufrible todo lo que sea superficial como, generalmente, los best sellers, y esas películas horribles donde todo explota por los aires.

¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...


Las casas con jardines, las calles arboladas y con poco o ningún tráfico donde podía andar libremente en bicicleta en mi Ituzaingó, cuando todavía no era ciudad, y allí nomás la plaza de la infancia con sus juegos infantiles y la calesita, desde la cual todavía observo a mis padres levantando la mano para saludarme en cada vuelta.

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.


El bosque, la visión, la lengua, la danza, el sufrimiento, la autenticidad, el pensamiento, el sacrificio, la muerte, el azar, la ceremonia, las miniaturas, el desajuste, la ciudad.


“Algunos individuos, a escondidas, celebraban antiguos rituales. La ceremonia del sacrificio se llevaba adelante en el bosque a través de la danza, mientras se pronunciaban invocaciones en una lengua prohibida. La víctima se elegía al azar, pero no había pensamientos de muerte o de sufrimiento, todo era un simulacro, una autenticidad solo ritual que trataba de conjurar el desajuste que producían los habitantes en las grandes ciudades”.



“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...


Aunque indagando la naturaleza y los alcances del lenguaje, algunos nominalistas llegaron a afirmar que el hombre jamás podrá nombrar la realidad porque la mediación expresiva lo retiene en lo ficcional, nuestra cultura está sostenida en palabras, y si ellas desaparecen se derrumba lo que construimos como civilización. Las palabras morirán cuando desaparezca el último ser humano.

¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?


Insisto, hay que aprender a separar el grano de trigo de la paja y lo que una persona crea, produce o inventa, de su ideología o de su personalidad. Puedo disfrutar de obras cuyo autor no me agrade o me cause rechazo como persona. La creatividad de los humanos es misteriosa.

¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?


Parte de mi educación fue enseñarme a cumplir lo que prometo. Me cae muy mal quien no lo hace, y esa persona pasa al grupo de quienes jamás serán mis amigos.

No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?


A todos los que se esfuerzan por ser lo mejor que pueden, a la gente sincera, a los que aman la vida y no están todo el tiempo quejándose, a los que intentan superarse pese a las adversidades, luchando por sí mismos y por los demás.

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?


Soy apasionada por naturaleza, cuando emprendo algo lo hago “con todo”, pero el paso del tiempo me enseñó a controlarme un poco.

¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?


No vale la pena recordarlos, me producen lástima porque esas alabanzas desmesuradas terminan por estafarlos; además, la historia los borra.

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?


Luisa Futoransky, en su poema conduce a la asimetría más allá del amor, la lleva a la ciudad y, en general, a todo nuestro modo de vida siglo XXI. Y sí, todo es asimétrico, y en las relaciones amorosas hay una asimetría que hace que los opuestos se atraigan, pero hay otra asimetría y es negativa: cada vez rompemos más el equilibrio del planeta que alguien nos entregó.

¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?


El crepúsculo vespertino, ese momento tan fugaz en que, dentro de una luz que parece líquida, las cosas se detienen y los ruidos se asordinan, mientras pasan los pájaros hacia sus refugios. Escribí todo mi libro inédito, “Patio de atrás”, sentándome en el jardín del fondo de mi casa para sentir los atardeceres. Para mí, el crepúsculo vespertino es un momento mágico.

¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?


Una: Platón, Fidias, Sófocles, Cicerón, Lao-Tse, Confucio.

Otra: Leonardo da Vinci, Dante Alighieri, Antonio Vivaldi, Cervantes, Giordano Bruno, Miguel Ángel, Johann Sebastian Bach.

Y otra, muy numerosa: Fiódor Dostoievski, Frédéric Chopin, Mallarmé, Juana Inés de la Cruz, Luchino Visconti, Akira Kurosawa, Faulkner, Dalí, Borges, Leopoldo Marechal, Hannah Arendt, Simone de Beauvoir, Piotr Ilich Tchaikovsky, Homero Manzi, Marta Minujín, Herbert von Karajan.

Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...


No tengo idea, del ajedrez solo me preocupé por saber los movimientos de cada pieza. Soy malísima para los juegos de cartas y demás, porque realmente no me atraen. La vida la vivo con pasión: proyecto y me voy adaptando a lo que esa vida, mi vida, me va dando.


*

​“Me estremece ‘La persistencia de la memoria’ de Salvador Dalí”

María Amelia Díaz responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti
Rolando Revagliatti
miércoles, 17 de junio de 2020, 09:47 h (CET)

María Amelia Díaz nació el 24 de marzo de 1947 en la ciudad de Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en la ciudad de Castelar, en la misma provincia. Es maestra normal y Bibliotecaria profesional. Cursó, además, estudios en el Instituto Nacional del Profesorado. Coordina talleres literarios y ciclos de poesía, y también dicta conferencias sobre temas de la escritura. Formó parte de programas radiales y colaboró con diarios y revistas en soporte papel, así como en plataformas de la web. Ha organizado certámenes literarios y se ha desempeñado como Jurado en diversos espacios. Ejerció como Presidenta de la Sociedad Argentina de Escritores en la sede Oeste Bonaerense. Obtuvo premios —algunos, por su trayectoria— y menciones, entre 1977 y 2019, y entre 2008 y 2017 participó en ocho encuentros, provinciales y nacionales, de escritores. Poemas suyos fueron traducidos al inglés, bengalí, italiano, árabe, mandarín y catalán. Fue incluida, entre otras, en las antologías “Convivencias” (I, II, III), “De gritos y silencios” (IV, V, VI, VII), “Poetas sobre poetas” (I, II, III, IV), “Sin fronteras” (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México), “Antología de poetas de Morón”, “Poesía argentina contemporánea” (Tomo XXIV), “Palabra y misterio”, “Anthology of Argentine Poetry” (en China). Publicó el volumen de cuentos “Historias de mujeres desaforadas” (1ª Mención Faja de Honor de la SADE, 2015), y los poemarios “Cien metros más allá del asfalto”, “Para abrir el paraíso”, “Las formas secretas”, “La dama de noche y otras sombras” (Mención Honorífica Poesía, bienio 2008-2009, Ministerio de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2016), “Para justificar a Caín”, “Pequeña antología”, “Extranjeras a la intemperie” (volumen compartido con Susana Cattaneo) y “No lugares y otros territorios”. Su libro inédito “Patio de atrás” recibió el 2° Premio de la Fundación Argentina para la Poesía.

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?


Soy una creativa nata, mi cabeza está siempre funcionando a mil sobre cosas que puedo hacer, lástima que el tiempo no alcanza. Como me crié en un barrio del Gran Buenos Aires, había mucho espacio, muchos terrenos baldíos donde inventarse una selva, muchas montañas de arena donde crear casitas, muchos árboles donde treparse y creerse una protagonista de los cuentos de Hans Christian Andersen o Charles Perrault que consumía a diario. La lectura me fascinaba aun antes de saber leer, ahí mi imaginación volaba. En cuanto a escribir, se fue dando naturalmente y de a poco, desde la primaria, poemitas con rima, que escondía.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?


Me encanta la lluvia, me lleva a un espacio íntimo y recogido del alma, y a la época en que con mi hermana hacíamos barquitos de papel para que navegaran en los charcos, en las zanjas; todavía me gusta mirar por la ventana cuando llueve y ver cómo se forman globitos sobre el patio. Y las lluvias tienen que ver con las tormentas, claro.

Las tormentas, con sus rayos y truenos, me resultan un espectáculo grandioso donde se advierte a la naturaleza desplegando todos sus poderes, quizá para recordarnos que los humanos no somos tan importantes como nos creemos. A veces, a costa de los sufrimientos que acarrean.

La sangre puede ser el símbolo de la vida o de la muerte —igual que las tormentas—, por eso es roja y pasional.

La velocidad me agrada, y moderada, sólo arriba de un vehículo; aplicada a la vida, me desconcentra, igual que las contrariedades, pero a estas hay que aceptarlas porque no nos queda otra, y tratar de enfrentarlas, y lo mejor: vencerlas.

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...

No veo estas dos posiciones subidas en el cuadrilátero. Eso que llamamos “inspiración”, creo que viene del subconsciente, todo lo que ahí fuimos apilando a lo largo de la vida y que nos aparece como una vocecita que, a veces, te dicta cosas, pero después adviene el trabajo, el trabajo consciente y profundo que define al verdadero escritor, y que es, además, una forma de respetar al lector. “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”, dijo Pablo Picasso.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?


Yo diría “tanto como su obra”. Principalmente, Vincent Van Gogh, quien vivió incomprendido y habiendo vendido sólo algunos dibujos y un par de cuadros: “El viñedo rojo cerca de Arlés” y “El café de noche”. Giordano Bruno, sentenciado a la hoguera por atreverse a pensar distinto. Charles Baudelaire, al que le quemaron las ediciones de “Las flores del mal”. Camille Claudel, la increíble escultora que a la sombra de Auguste Rodin, pagó con la locura. Sor Juana Inés de la Cruz, impedida de escribir e investigar y, sería interminable nombrarlas, a todas, las mujeres artistas que fueron señaladas y demonizadas por las sociedades hasta entrado el siglo XX. Las primeras escritoras argentinas, y también de otros países, escribían escondidas bajo seudónimos masculinos.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?


“Al mal tiempo, buena cara”, “No hay mal que cien años dure”, “El que se fue a Sevilla, perdió su silla”, “No hagas a otros aquello que no te gustaría que te hicieran a ti, ni te hagas a ti lo que no le harías a los demás” (Confucio). “Dejar el mundo mejor de como lo encontramos” (Robert Baden Powell). “Siempre que llovió, paró”.

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?


Me estremece la poesía de Stéphane Mallarmé, Giuseppe Ungaretti, Giacomo Leopardi, Saint-John Perse, Olga Orozco, la narrativa de Faulkner y Alejo Carpentier, los grabados de Piranesi, los cuadros de Remedios Varo y Oswaldo Guayasamín, “La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí, y, en general, toda su obra, que permite diferentes miradas sobre un mismo cuadro, la música de Wolfgang Amadeus Mozart y Johann Sebastian Bach. Perpleja me dejan las creaciones de Leonardo da Vinci y los ensayos y cuentos de Jorge Luis Borges.

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?


Bueno, irrisoria vista desde el ahora. Una de las tantas veces que fui jurado literario, estaba entregando premios sobre el escenario de un teatro colmado de gente junto a los otros dos jurados, en primera fila las autoridades locales. Cuando tocó el turno del primer premio de poesía, se le pidió al autor que leyera el poema y se le acercó la hoja de la obra. Entonces, esa persona, muy confundida y mirando hacia todos lados, dijo que ese no era el trabajo suyo. Gran desconcierto, cuchicheos, las voces de todos los que acompañaban al supuesto primer premio, las voces, digo, comenzaron a elevarse hasta convertirse en gritos airados hacia los jurados que estábamos sorprendidos, rojos de vergüenza y paralizados, sin saber qué hacer. Lo último que recuerdo fue a una señora mayor que se subió al escenario, y mientras nos decía improperios, sacudía por el mástil una bandera argentina que estaba presidiendo el acto. Resultó que los organizadores, al momento de abrir los sobres o plicas (las obras que los jurados elegimos estaban bajo seudónimo), no habían notado que había dos con el mismo seudónimo, y habían tomado justo el equivocado, y con ese resultado elaboraron las actas. El jurado, nosotros, nos llevamos la peor parte, y aquí va otro refrán: “Sin comerla ni beberla”.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?


Es donde me complacería estar para demostrar que no pasé por la vida sin un intento de dejar huella. La literatura es una forma de vencer a la muerte.

“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?


Totalmente: me aplastan y me deprimen. Me aplastan todas las rutinas innecesarias, una misma cosa puede hacerse de mil formas diferentes. Después de la literatura, mi otra pasión es cocinar; cocinar puede ser aburridísimo si hacés siempre lo mismo, pero un churrasco o una milanesa se pueden preparar, acompañar y presentar de mil formas distintas, teniendo en cuenta no solo el gusto sino también la vista, el olfato, las texturas... ¡Hay tantas cosas lindas que podemos emprender!

Para vos, ¿“Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.


Para mí, un estilo no es un límite: es el sello de cada escritor; claro que, con el tiempo, los estilos se van perfeccionando, pero sólo cuando lo logramos nos convertimos en verdaderos escritores. Es un trabajo arduo y constante. Si hay algo que nos preocupa a los escritores, es encontrar nuestra voz, alcanzar un estilo tan propio como nos sea posible. La concreción del estilo propio es nuestro sello de autenticidad.

¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?


Deploro la violencia en todas sus formas, no justifico nada que se quiera conseguir a través de su uso; justamente, mi libro “Para justificar a Caín”, que como se observa tiene un título irónico, trata de sacudir al lector mostrando los horrores que, desde la Biblia y siguiendo con la historia humana, trajo la violencia. Así que ponerme violenta jamás, enojarme sí, con la hipocresía, el maltrato. Me harta la vanidad.

¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?


Mi libertad de chica de barrio corriendo detrás de las mariposas a la hora de la siesta; o los bichitos de luz, pequeñísimos faroles de la noche que encendían las calles de tierra donde crecían margaritas silvestres. La llegada de las revistas “El Tony”, “Patoruzú”, “Patoruzito”, “O Cruzeiro”, “Life”, “Selecciones del Reader’s Digest” y todas las que me mandaba la abuela, pulcramente atadas con un piolincito. Esa tremenda pasión por la lectura de todo libro que cayera en mis manos: leía todo el tiempo que podía, a veces a escondidas, hasta altas horas de la noche, alumbrándome con una vela, para que mis padres no advirtieran luces encendidas. Y lo más hermoso: la mesa de Navidad o Año Nuevo, con toda la familia reunida, en mi memoria es una postal inolvidable.

¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?


En los laberintos de Borges. Me encantaría ser algún personaje perdido y encontrado en cualquiera de sus laberintos.



El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?


El silencio me fascina, porque siempre está poblado por mi imaginación.

La oscuridad nunca me asustó, más bien me atrae porque comulga bien con el silencio. El fervor, considero que es necesario para ser escritor o para emprender cualquier asunto.

Y las sorpresas, si son lindas, bienvenidas.

Los gestos gravitan muchísimo en las relaciones interpersonales: no es lo mismo una mano extendida que una mano que se esconde.

La desolación, la intemperancia me producen dolor, ya sean mías o del prójimo.

¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?


Voy a nombrar libros: “Las aves” de Aristófanes, “El Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes, “Gracias y desgracias del ojo del culo” de Francisco de Quevedo, “Cuentos completos” de Saki (Héctor Hugh Munro), “La abadía de Northanger” de Jane Austen, “Bajo el volcán” de Malcolm Lowry, “Mafalda” de Quino. El listado, obviamente, podría proseguir.

¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...


Voy a contestar con dos dichos: “Si el sabio no aprueba, malo; si el necio aplaude, peor.” (Tomás de Iriarte); “Las cosas hay que hacerlas; hacerlas mal, pero hacerlas” (Domingo Faustino Sarmiento).

¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?


Mirá, creo que hay que separar la parte afectiva de la valoración que nos pueda provocar la actividad o el talento de una persona. Hay gente a la que admiro profundamente y que no me despierta ningún afecto. Y viceversa.

¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?


Ni es, fue y será una porquería, ni es perfecto; el mundo es como lo hacemos los seres humanos, y tampoco nosotros somos perfectos. No deberíamos juzgarnos con tanta severidad. “Cambalache” es un gran tango, eso no quiere decir que sea definitorio, como toda creación es el producto de una visión subjetiva y como tal corresponde que lo interpretemos.

Me gusta más: “Que aunque el mundo siga girando a los tumbos, / aún vale la pena jugarse y vivir” (letra de Mario Iaquinandi y música de Eladia Blázquez).



Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?


Me asombran quienes lograron cambios trascendentales en la sociedad sin ejercer la violencia, como Jesús, Mahatma Gandhi, Martin Luther King. También me asombran aquellos que pese a grandes dificultades lograron superarse, como Stephen Hawking, Henri de Toulouse-Lautrec, Frida Kahlo, y aquí sí la lista es interminable, porque uno los encuentra en todos los ámbitos: estas personas me han enseñado a vivir sin quejarme.

¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?


Los chistes irónicos que te sorprenden.

¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?


Lo mejor que puedo, luchando, pero reconozco cuando algo es imposible. Siempre recuerdo lo que oí de una científica de la NASA: le preguntaron cómo había llegado allí a un cargo importante siendo mujer: respondió que si un camino se le cerraba totalmente no insistía, iba por otro, por el posible. Siendo mujer, lo convertí en una norma para mi vida, no me gusta chocarme dos veces (yo le pondría tres, para dar espacio a un segundo intento) contra la misma pared.

El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?


Tengo una hermosa familia a la que amo profundamente. En los demás aspectos procuro ser equilibrada, el dinero va y viene y no compra la felicidad; soy creyente, aunque las religiones me decepcionan porque se alejan de sus dogmas; la política es necesaria, pero con la política partidaria me pasa lo mismo que con la religión. Contemplativa sí, siempre. No me puedo quejar, me fue bastante bien.

¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?


Una parte del arte actual me desagrada, creo que se alejó de la noción de “belleza” (aunque sea la belleza de lo feo), y también de la noción de inmortalidad que descansa en el arte y que hoy nos hace deslumbrarnos, por ejemplo, ante las pirámides y grabados de Egipto y México. Y me resulta insufrible todo lo que sea superficial como, generalmente, los best sellers, y esas películas horribles donde todo explota por los aires.

¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...


Las casas con jardines, las calles arboladas y con poco o ningún tráfico donde podía andar libremente en bicicleta en mi Ituzaingó, cuando todavía no era ciudad, y allí nomás la plaza de la infancia con sus juegos infantiles y la calesita, desde la cual todavía observo a mis padres levantando la mano para saludarme en cada vuelta.

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.


El bosque, la visión, la lengua, la danza, el sufrimiento, la autenticidad, el pensamiento, el sacrificio, la muerte, el azar, la ceremonia, las miniaturas, el desajuste, la ciudad.


“Algunos individuos, a escondidas, celebraban antiguos rituales. La ceremonia del sacrificio se llevaba adelante en el bosque a través de la danza, mientras se pronunciaban invocaciones en una lengua prohibida. La víctima se elegía al azar, pero no había pensamientos de muerte o de sufrimiento, todo era un simulacro, una autenticidad solo ritual que trataba de conjurar el desajuste que producían los habitantes en las grandes ciudades”.



“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...


Aunque indagando la naturaleza y los alcances del lenguaje, algunos nominalistas llegaron a afirmar que el hombre jamás podrá nombrar la realidad porque la mediación expresiva lo retiene en lo ficcional, nuestra cultura está sostenida en palabras, y si ellas desaparecen se derrumba lo que construimos como civilización. Las palabras morirán cuando desaparezca el último ser humano.

¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?


Insisto, hay que aprender a separar el grano de trigo de la paja y lo que una persona crea, produce o inventa, de su ideología o de su personalidad. Puedo disfrutar de obras cuyo autor no me agrade o me cause rechazo como persona. La creatividad de los humanos es misteriosa.

¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?


Parte de mi educación fue enseñarme a cumplir lo que prometo. Me cae muy mal quien no lo hace, y esa persona pasa al grupo de quienes jamás serán mis amigos.

No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?


A todos los que se esfuerzan por ser lo mejor que pueden, a la gente sincera, a los que aman la vida y no están todo el tiempo quejándose, a los que intentan superarse pese a las adversidades, luchando por sí mismos y por los demás.

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?


Soy apasionada por naturaleza, cuando emprendo algo lo hago “con todo”, pero el paso del tiempo me enseñó a controlarme un poco.

¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?


No vale la pena recordarlos, me producen lástima porque esas alabanzas desmesuradas terminan por estafarlos; además, la historia los borra.

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?


Luisa Futoransky, en su poema conduce a la asimetría más allá del amor, la lleva a la ciudad y, en general, a todo nuestro modo de vida siglo XXI. Y sí, todo es asimétrico, y en las relaciones amorosas hay una asimetría que hace que los opuestos se atraigan, pero hay otra asimetría y es negativa: cada vez rompemos más el equilibrio del planeta que alguien nos entregó.

¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?


El crepúsculo vespertino, ese momento tan fugaz en que, dentro de una luz que parece líquida, las cosas se detienen y los ruidos se asordinan, mientras pasan los pájaros hacia sus refugios. Escribí todo mi libro inédito, “Patio de atrás”, sentándome en el jardín del fondo de mi casa para sentir los atardeceres. Para mí, el crepúsculo vespertino es un momento mágico.

¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?


Una: Platón, Fidias, Sófocles, Cicerón, Lao-Tse, Confucio.

Otra: Leonardo da Vinci, Dante Alighieri, Antonio Vivaldi, Cervantes, Giordano Bruno, Miguel Ángel, Johann Sebastian Bach.

Y otra, muy numerosa: Fiódor Dostoievski, Frédéric Chopin, Mallarmé, Juana Inés de la Cruz, Luchino Visconti, Akira Kurosawa, Faulkner, Dalí, Borges, Leopoldo Marechal, Hannah Arendt, Simone de Beauvoir, Piotr Ilich Tchaikovsky, Homero Manzi, Marta Minujín, Herbert von Karajan.

Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...


No tengo idea, del ajedrez solo me preocupé por saber los movimientos de cada pieza. Soy malísima para los juegos de cartas y demás, porque realmente no me atraen. La vida la vivo con pasión: proyecto y me voy adaptando a lo que esa vida, mi vida, me va dando.


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