Pocos atendieron a los avisos que periódicamente se difundían sobre las deficiencias o quiebras del estado del bienestar, como si fuese algo adquirido para siempre y sin riesgos especiales. Así, en las discusiones de la vigente carta social europea, aparecía más el deseo de reflejar un mapa de lo conseguido que una hoja de ruta hacia el porvenir. Para críticos radicales, todo se reducía a una operación cosmética de la Europa de los mercaderes.
La magnitud de la pandemia hace aflorar las grandes virtudes ocultas de muchas personas, pero también la existencia de problemas sociales más serios de los que quizá pensábamos. Afectan a núcleos de población muy extensos, con notables diferencias lógicamente de unos países a otros, en función del desarrollo. Pero no hay una Arcadia feliz.
Querría repasar algunos de estos problemas, anotados según leía, para darle vueltas en tiempos de confinamiento.
Escribo sin orden de preferencia: no hay jerarquía de valores; todos son importantes, porque afectan a personas singulares -no pocas, además. Excluyo de antemano, porque me parece ostensible, lo relacionado con los sistemas sanitarios y la lucha contra las enfermedades endémicas. A naciones de África, como el antiguo Congo belga, les llega el coronavirus cuando no acaban de salir de ébola, y siguen sin tener vacunas contra la malaria y enfermedades infecciosas, que causan un número incontable de muertos.