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Opinión
Etiquetas | Coronavirus | Política | comunismo
Sánchez parece querer aprovechar el coronavirus para colarnos de rondón el estado bolchevique dictatorial, alias bolivariano, que propone su aliado Iglesias

​¿Hablamos de pactos o de comunismo por la puerta trasera?

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Es evidente que hay muchas maneras de engañar al pueblo y, muy en especial, en aquellos momentos en los que la ciudadanía se siente afectada por alguna circunstancia anormal que la instala en una situación de fragilidad física o mental, que la hace especialmente vulnerable a lo que, desde el Gobierno de la nación se le informa, se le ordena, se le recomienda e incluso se le ofrece con apariencia de formar parte esencial del remedio (aunque, en realidad, nada tenga que ver con ella) contra aquella amenaza ante la cual, en la mayoría de ocasiones, el ciudadano se siente indefenso, inerme y particularmente sensible a las consecuencias desagradables que se puedan derivar, para él y sus familiares, de aquel hecho potencialmente peligroso para su salud, su economía o su propio equilibrio mental y espiritual.

Por desgracia, en España se han juntado dos hechos, igualmente alarmantes, que unidos amenazan con afectar muy gravemente a la salud de los ciudadanos, por una parte, y a sus economías particulares, por la otra; capaces de colocar a nuestro país en una situación que puede llevarnos a que, la pandemia que nos está diezmando, se convierta en una de las peores pestes que han venido afectando a España de los últimos siglos, a la par que nos sitúe en una coyuntura económica, financiera, industrial y social que, seguramente, pudiera superar a aquella que nos brindó la crisis del año 2008. Pero ahora existe un tercer factor, que no por estar sólo esbozado ni tampoco por haber sido apenas insinuado quienes nos gobiernan, pero presente en todas estas apariciones mitinescas con las que nos viene obsequiando el señor Pedro Sánchez, tan ávido de aparecer en las TV para obsequiarnos con inacabables peroratas (observen su tendencia a imitar al difunto señor Fidel Castro, famoso por sus aburridos, llenos de circunloquios e interminables discursos) como también famoso por sus posiciones autoritarias propias de un dictador; se puede considerar menos alarmante por sus fatales consecuencias si, en algún momento, las fuerzas de las izquierdas pudieran conseguir imponernos un nuevo régimen, como el que los señores de Podemos colaboraron a instalar en la república venezolana, un sistema de corte comunista radical que ha contribuido a que, un marxista de la talla de Maduro, un sicópata que ha conseguido imponer su dictadura en toda la nación, haya conseguido arruinar un país que tiene inmensas riquezas naturales y llevar a la miseria a su pueblo mediante sus incontrolados intentos de mantenerse en el poder pese a que, para ello, haya tenido que recurrir al asesinato, la encarcelación, la privación de libertades, la censura de la información, el confinamiento de la oposición y el control del TS y del Ejército, dos instituciones básicas para mantenerse al frente de la nación venezolana, aunque ello represente mantener a los venezolanos en una situación de indefensión, sumisión y miseria imposible de sostenerse.

Está claro que la influencia del señor Pablo Iglesias y sus manejos, desde la posición privilegiada en el gobierno en la que le ha instalado el señor Pedro Sánchez, está haciendo mella en el propio PSOE que parece que ha caído en la trampa de sus compañeros de gobierno que les está escorando hacia una izquierda más radical y, por supuesto, muy alejada del sentido de nuestra Constitución y de lo que los españoles decidieron cuando votaron el 11 de noviembre que, mayoritariamente votaron por un partido socialista que había prometido no aliarse con los comunistas promesa que, como es habitual en el señor Sánchez, inmediatamente que supo el resultado de las urnas, rompió para apresurarse a pactar con Iglesias, seguramente con la idea errónea de que le sería fácil mantener al líder de Podemos en un segundo plano. Se equivocó y ahora será cuando los españoles veamos cómo se hace caso omiso de los derechos constitucionales, entre ellos el de la propiedad, las libertades de expresión y las garantías individuales y son dinamitados desde la coalición gubernamental socio-comunista, utilizando para ello trucos y maldades para lograr situaciones de hecho que consigan burlar los preceptos constitucionales. Hablan de incautación de viviendas, de nacionalizaciones de empresas, de limitaciones de derechos individuales, de impedir los despidos por las empresas, de autorizar el impago de alquileres ( son muchas las personas que complementan sus pensiones con el alquiler de alguna vivienda) y, por encima de todo, ya que sería difícil de relacionar la cantidad de obstáculos a las libertades individuales que se nos están anunciado, aparte de un aumento sensacional de los impuestos para después de que se controle la pandemia del coronavirus; el peligro de que todos los anuncios de subvenciones, ayudas, créditos garantizados por el Estado etc., acaben por ser meros placebos ya que es muy posible que la serie de trámites, documentación, justificaciones, impedimentos para ajustar plantillas o condiciones que se impongan para que los beneficiarios puedan acceder a las ayudas, sean tan farragosos, complicados, costosos y tan difícil de cumplir que hagan que, muchos de los que tuvieran derecho a ser beneficiario de algunas de las ayudas que se comunican por el ejecutivo, decidan optar por otras soluciones, como pudieran ser la de cerrar sus negocios o declararse en quiebra.

Es evidente que el Gobierno está tocado. Es obvio que las relaciones internas entre socialistas y los comunistas bolivarianos no están pasando por su mejor momento. No sabemos hasta qué punto los socialistas que no están de acuerdo con esta deriva del gobierno de Sánchez, van a aguantar la presión de una parte de las bases del partido. Pero lo que sí sabemos es que el señor Pablo Iglesias va a intentar hacerse con el favor de la izquierda, promover reformas que sepa que van a ser favorablemente acogidas desde los sectores más extremos de la izquierda social y que, por otra parte, va a tener como compañeros de andanzas políticas a los separatistas catalanes que conocen que sus posibilidades de conseguir sus objetivos están de parte de su alianza con las izquierdas extremas. Sus intentos de minar las instituciones, de situar peones en todas ellas, de ir avanzando en la obtención de nuevos adeptos, mediante las promesas de un salario base, de las mejoras sociales, de aumentos salariales, de facilitar la labor de los sindicatos y de fortalecer la presencia de los mismos en los convenios colectivos, van a tener una buena acogida en el ambiente laboral; lo mismo que atacar la función de la banca, poner en cuestión los derechos de los empresarios y limitar sus facultades en cuanto a la dimensión de sus plantillas, adecuación de las mismas o el derecho a los ERE en casos de dificultades económicas o problemas de disminución de ventas que, en realidad, son viejas aspiraciones de sindicatos mayoritarios tales como CC.OO o la UGT.

Y, señores, estando en la complicada situación en la que, la señora Inés Arrimadas, se encuentra; una mujer que no está precisamente en el mejor momento de su periplo político, con una fuerte oposición dentro de su mismo partido y con unos resultados lectorales nefastos que han puesto a Ciudadanos al borde de su liquidación; ahora intente dar un giro radical a su política de formar piña con los partidos de la derecha, específicamente con el PP y, seguramente, pensando que puede revitalizar sus perspectivas electorales si le tiene la mano a los socialistas del PSOE, olvidándose de la condición que se le había impuesto a Sánchez de que, previamente a cualquier acuerdo de colaboración, se debía prescindir de apoyo de Podemos; parece que ahora no le importa prescindir de sus remilgos, priorizar sus intereses personales y, muy posiblemente, haciendo cálculos de que una “arrimada” a los socialistas podrían ayudarle a recuperar algunos de los votos que han perdido, no parece que le afecte demasiado dejar en la estacada al PP, con el que no ha dejado de competir, para buscarse la vida, ella y su partido, explorando nuevos horizontes aunque, con ello, vuelva a romper las esperanzas de que las malas relaciones de Sánchez con los separatistas catalanes y no mucho mejores, con los vascos, hubieran podido situar la balanza de parte de los partidos que se han dado en llamar constitucionalistas.

Una apuesta, a nuestro modesto juicio, bastante peligrosa, que puede situar a Ciudadanos en una postura difícil de explicar a sus actuales socios y que va a dificultar, enormemente, la unidad que hasta ahora se había mantenido en contra de las políticas comunistas erráticas de nuestro actual Gobierno. Tenemos la impresión de que, el señor Albert Ribera, tuvo la corazonada de que algo así podría suceder si continuaba al frente de su partido, después de la espectacular derrotas que sufrió en los pasados comicios y que, con toda seguridad, esta fue la principal causa de retirarse de la política en un momento favorable para tomar dicha decisión. Fuere como fuere lo que sí parece bastante incuestionable es que se están aprovechando los poderes extraordinarios que el Gobierno se ha concedido, con la declaración del Estado de alarma, de ampliar una situación que únicamente debiera de haber afectado al aspecto sanitario del país y sus posibles consecuencias económicas, sin que ello significara tomar otro tipo de decisiones de reformas políticas o cambios institucionales, que en nada tenían que ver ni estaban avaladas por las circunstancias especiales que, el Covid19, requería para preservar la vida y la supervivencia de los españoles.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que denunciar y mostrar la disconformidad de quienes abjuramos de estas dobles barajas, de esta mala praxis y de estos trucos de tahúres a los que solamente acuden aquellos tramposos que saben que por los caminos de la legalidad, la decencia o la honradez no tienen nada que hacer y que, no obstante, no tienen escrúpulo alguno cuando se trata de utilizar el doble juego, el engaño, la calumnia y la injuria, aun sabiendo que va a llegar un momento en el que la realidad se va a imponer, las mentiras saldrán a la luz y, desgraciadamente, puede que ya sea demasiado tarde para poder remediar el mal que, indudablemente, va a ser muy difícil reparar y que, con toda seguridad, va a llevar muchos meses, sino años, el que podamos devolverle la estabilidad a este país al que pertenecemos y amamos.

​¿Hablamos de pactos o de comunismo por la puerta trasera?

Sánchez parece querer aprovechar el coronavirus para colarnos de rondón el estado bolchevique dictatorial, alias bolivariano, que propone su aliado Iglesias
Miguel Massanet
miércoles, 15 de abril de 2020, 13:20 h (CET)

Es evidente que hay muchas maneras de engañar al pueblo y, muy en especial, en aquellos momentos en los que la ciudadanía se siente afectada por alguna circunstancia anormal que la instala en una situación de fragilidad física o mental, que la hace especialmente vulnerable a lo que, desde el Gobierno de la nación se le informa, se le ordena, se le recomienda e incluso se le ofrece con apariencia de formar parte esencial del remedio (aunque, en realidad, nada tenga que ver con ella) contra aquella amenaza ante la cual, en la mayoría de ocasiones, el ciudadano se siente indefenso, inerme y particularmente sensible a las consecuencias desagradables que se puedan derivar, para él y sus familiares, de aquel hecho potencialmente peligroso para su salud, su economía o su propio equilibrio mental y espiritual.

Por desgracia, en España se han juntado dos hechos, igualmente alarmantes, que unidos amenazan con afectar muy gravemente a la salud de los ciudadanos, por una parte, y a sus economías particulares, por la otra; capaces de colocar a nuestro país en una situación que puede llevarnos a que, la pandemia que nos está diezmando, se convierta en una de las peores pestes que han venido afectando a España de los últimos siglos, a la par que nos sitúe en una coyuntura económica, financiera, industrial y social que, seguramente, pudiera superar a aquella que nos brindó la crisis del año 2008. Pero ahora existe un tercer factor, que no por estar sólo esbozado ni tampoco por haber sido apenas insinuado quienes nos gobiernan, pero presente en todas estas apariciones mitinescas con las que nos viene obsequiando el señor Pedro Sánchez, tan ávido de aparecer en las TV para obsequiarnos con inacabables peroratas (observen su tendencia a imitar al difunto señor Fidel Castro, famoso por sus aburridos, llenos de circunloquios e interminables discursos) como también famoso por sus posiciones autoritarias propias de un dictador; se puede considerar menos alarmante por sus fatales consecuencias si, en algún momento, las fuerzas de las izquierdas pudieran conseguir imponernos un nuevo régimen, como el que los señores de Podemos colaboraron a instalar en la república venezolana, un sistema de corte comunista radical que ha contribuido a que, un marxista de la talla de Maduro, un sicópata que ha conseguido imponer su dictadura en toda la nación, haya conseguido arruinar un país que tiene inmensas riquezas naturales y llevar a la miseria a su pueblo mediante sus incontrolados intentos de mantenerse en el poder pese a que, para ello, haya tenido que recurrir al asesinato, la encarcelación, la privación de libertades, la censura de la información, el confinamiento de la oposición y el control del TS y del Ejército, dos instituciones básicas para mantenerse al frente de la nación venezolana, aunque ello represente mantener a los venezolanos en una situación de indefensión, sumisión y miseria imposible de sostenerse.

Está claro que la influencia del señor Pablo Iglesias y sus manejos, desde la posición privilegiada en el gobierno en la que le ha instalado el señor Pedro Sánchez, está haciendo mella en el propio PSOE que parece que ha caído en la trampa de sus compañeros de gobierno que les está escorando hacia una izquierda más radical y, por supuesto, muy alejada del sentido de nuestra Constitución y de lo que los españoles decidieron cuando votaron el 11 de noviembre que, mayoritariamente votaron por un partido socialista que había prometido no aliarse con los comunistas promesa que, como es habitual en el señor Sánchez, inmediatamente que supo el resultado de las urnas, rompió para apresurarse a pactar con Iglesias, seguramente con la idea errónea de que le sería fácil mantener al líder de Podemos en un segundo plano. Se equivocó y ahora será cuando los españoles veamos cómo se hace caso omiso de los derechos constitucionales, entre ellos el de la propiedad, las libertades de expresión y las garantías individuales y son dinamitados desde la coalición gubernamental socio-comunista, utilizando para ello trucos y maldades para lograr situaciones de hecho que consigan burlar los preceptos constitucionales. Hablan de incautación de viviendas, de nacionalizaciones de empresas, de limitaciones de derechos individuales, de impedir los despidos por las empresas, de autorizar el impago de alquileres ( son muchas las personas que complementan sus pensiones con el alquiler de alguna vivienda) y, por encima de todo, ya que sería difícil de relacionar la cantidad de obstáculos a las libertades individuales que se nos están anunciado, aparte de un aumento sensacional de los impuestos para después de que se controle la pandemia del coronavirus; el peligro de que todos los anuncios de subvenciones, ayudas, créditos garantizados por el Estado etc., acaben por ser meros placebos ya que es muy posible que la serie de trámites, documentación, justificaciones, impedimentos para ajustar plantillas o condiciones que se impongan para que los beneficiarios puedan acceder a las ayudas, sean tan farragosos, complicados, costosos y tan difícil de cumplir que hagan que, muchos de los que tuvieran derecho a ser beneficiario de algunas de las ayudas que se comunican por el ejecutivo, decidan optar por otras soluciones, como pudieran ser la de cerrar sus negocios o declararse en quiebra.

Es evidente que el Gobierno está tocado. Es obvio que las relaciones internas entre socialistas y los comunistas bolivarianos no están pasando por su mejor momento. No sabemos hasta qué punto los socialistas que no están de acuerdo con esta deriva del gobierno de Sánchez, van a aguantar la presión de una parte de las bases del partido. Pero lo que sí sabemos es que el señor Pablo Iglesias va a intentar hacerse con el favor de la izquierda, promover reformas que sepa que van a ser favorablemente acogidas desde los sectores más extremos de la izquierda social y que, por otra parte, va a tener como compañeros de andanzas políticas a los separatistas catalanes que conocen que sus posibilidades de conseguir sus objetivos están de parte de su alianza con las izquierdas extremas. Sus intentos de minar las instituciones, de situar peones en todas ellas, de ir avanzando en la obtención de nuevos adeptos, mediante las promesas de un salario base, de las mejoras sociales, de aumentos salariales, de facilitar la labor de los sindicatos y de fortalecer la presencia de los mismos en los convenios colectivos, van a tener una buena acogida en el ambiente laboral; lo mismo que atacar la función de la banca, poner en cuestión los derechos de los empresarios y limitar sus facultades en cuanto a la dimensión de sus plantillas, adecuación de las mismas o el derecho a los ERE en casos de dificultades económicas o problemas de disminución de ventas que, en realidad, son viejas aspiraciones de sindicatos mayoritarios tales como CC.OO o la UGT.

Y, señores, estando en la complicada situación en la que, la señora Inés Arrimadas, se encuentra; una mujer que no está precisamente en el mejor momento de su periplo político, con una fuerte oposición dentro de su mismo partido y con unos resultados lectorales nefastos que han puesto a Ciudadanos al borde de su liquidación; ahora intente dar un giro radical a su política de formar piña con los partidos de la derecha, específicamente con el PP y, seguramente, pensando que puede revitalizar sus perspectivas electorales si le tiene la mano a los socialistas del PSOE, olvidándose de la condición que se le había impuesto a Sánchez de que, previamente a cualquier acuerdo de colaboración, se debía prescindir de apoyo de Podemos; parece que ahora no le importa prescindir de sus remilgos, priorizar sus intereses personales y, muy posiblemente, haciendo cálculos de que una “arrimada” a los socialistas podrían ayudarle a recuperar algunos de los votos que han perdido, no parece que le afecte demasiado dejar en la estacada al PP, con el que no ha dejado de competir, para buscarse la vida, ella y su partido, explorando nuevos horizontes aunque, con ello, vuelva a romper las esperanzas de que las malas relaciones de Sánchez con los separatistas catalanes y no mucho mejores, con los vascos, hubieran podido situar la balanza de parte de los partidos que se han dado en llamar constitucionalistas.

Una apuesta, a nuestro modesto juicio, bastante peligrosa, que puede situar a Ciudadanos en una postura difícil de explicar a sus actuales socios y que va a dificultar, enormemente, la unidad que hasta ahora se había mantenido en contra de las políticas comunistas erráticas de nuestro actual Gobierno. Tenemos la impresión de que, el señor Albert Ribera, tuvo la corazonada de que algo así podría suceder si continuaba al frente de su partido, después de la espectacular derrotas que sufrió en los pasados comicios y que, con toda seguridad, esta fue la principal causa de retirarse de la política en un momento favorable para tomar dicha decisión. Fuere como fuere lo que sí parece bastante incuestionable es que se están aprovechando los poderes extraordinarios que el Gobierno se ha concedido, con la declaración del Estado de alarma, de ampliar una situación que únicamente debiera de haber afectado al aspecto sanitario del país y sus posibles consecuencias económicas, sin que ello significara tomar otro tipo de decisiones de reformas políticas o cambios institucionales, que en nada tenían que ver ni estaban avaladas por las circunstancias especiales que, el Covid19, requería para preservar la vida y la supervivencia de los españoles.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que denunciar y mostrar la disconformidad de quienes abjuramos de estas dobles barajas, de esta mala praxis y de estos trucos de tahúres a los que solamente acuden aquellos tramposos que saben que por los caminos de la legalidad, la decencia o la honradez no tienen nada que hacer y que, no obstante, no tienen escrúpulo alguno cuando se trata de utilizar el doble juego, el engaño, la calumnia y la injuria, aun sabiendo que va a llegar un momento en el que la realidad se va a imponer, las mentiras saldrán a la luz y, desgraciadamente, puede que ya sea demasiado tarde para poder remediar el mal que, indudablemente, va a ser muy difícil reparar y que, con toda seguridad, va a llevar muchos meses, sino años, el que podamos devolverle la estabilidad a este país al que pertenecemos y amamos.

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