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Asertividad

Cómo usar la asertividad: Fórmula mágica

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Hoy mi pareja me ha convencido de tomarme un café con ella y con un amigo con el que me suelo aburrir muchísimo. Hoy no ha sido una excepción. Mientras contaba los últimos regalos que le había comprado a su gato por Navidad por tercera vez, decidí escribir este artículo sobre asertividad.

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Todos conocemos la sensación de estar haciendo algo que no nos apetece o de darle la razón a alguien por no saber exponer lo que quiero de una manera atractiva. Cuidado, ser demasiado rígido defendiendo tus intereses tampoco es nada atractivo. Pereza para discutir, falta de seguridad en uno mismo o prisa por acabar con esa situación. Esas circunstancias nos llevan a actuar de forma muy poco seductora... Y a escuchar historias sobre regalos a gatos.

Para que esas situaciones no sucedan debemos aprender a utilizar mejor nuestra asertividad. Habréis oído esa palabra, que se podría explicar como la tendencia a mostrar mi punto de vista de una forma efectiva, potente, sin ofender al otro y abierto a la flexibilidad si recibo argumentos que me convenzan de lo contrario.

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Pero mejor que una larga explicación, una fórmula sencilla, paso a paso, para que todos entendamos como utilizar la asertividad.

FÓRMULA DE LA ASERTIVIDAD
1- Afirmación objetiva de algo real que es indiscutible.

Una frase realista y objetiva que explique la situación. Se trata de que en esta primera parte estéis los dos de acuerdo.

“A veces me incluyes en planes con tu amigo el de los gatos”.

2- Mostrar empatía con la otra persona.

En este punto es donde debemos conseguir que la otra persona no se sienta atacada y sí comprendida para que reciba nuestro mensaje de una manera más atractiva. Cuanto más comprendida se sienta mayor será su apertura a aceptar lo que le estemos diciendo.

“Yo entiendo que te haga ilusión que tus amigos y yo compartamos cosas juntos porque somos importantes para ti, y eso es bonito”.

3- Comunicar que es lo que no me gusta.

En la tercera fase volvemos a ser objetivos y no podemos exagerar diciendo qué es lo que nos incomoda o nos molesta.

“Pero no me gusta dedicar mi tiempo libre a escuchar historias de gatos vestidos de Papa Noel ni que me incluyas en planes sin contar con lo que me pueda apetecer”.

4- Concretar qué es lo que quieres.

Ya hemos dicho lo que no queremos. Pero si nos quedásemos ahí (que es lo que hace mucha gente) sólo pondríamos un problema encima de la mesa. Nosotros debemos proponer también la solución. Una solución que sea positiva para ambas partes y que ilusione a los dos por igual.

“Me gustaría que antes de hacer planes conmigo me consultaras antes y que tratásemos de pasar nuestro tiempo juntos haciendo cosas de las que disfrutemos los dos”.

5- Explicar consecuencias positivas de lo que quieres.

Muy bien, de momento ya le ha quedado claro lo que queremos, pero ¿qué saca ella a cambio? Debemos convencerla de que hacer lo que a nosotros nos gustaría va a ser mejor para los dos.

“Así los dos estaríamos más ilusionados, nos lo pasaremos mejor y disfrutaremos más del tiempo juntos. Sentiremos que valoramos más el tiempo del otro y cuando estemos con amigos y sin pareja podremos también compartir más intimidad con nuestros amigos”.

6- Explicar consecuencias negativas de seguir haciendo lo que no te gusta.

Si una situación que no nos gusta se alarga en el tiempo, nos va hacer sentir mal. Eso va a tener unas consecuencias negativas que no nos convienen a ninguno de los dos. No se trata de amenazar sino de hablar como nos sentiremos.

“Sino, pues probablemente me vaya a aburrir y me apetecerá menos pasar tiempo contigo, porque percibiré que no me estas teniendo en cuenta”.

En el próximo artículo utilizaremos esta fórmula de asertividad para resolver situaciones como:

A) Queremos conseguir un teléfono pero el chic@ está indeciso en dárnoslo o no.
B) Nuestra pareja ha invadido nuestra intimidad y nos ha mirado el móvil.
C) La persona con la que estoy quedando no se atreve a dar el paso a tener algo más “intimo”.

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Cómo usar la asertividad: Fórmula mágica

Asertividad
Álvaro Tejedor, Helio
viernes, 28 de noviembre de 2014, 08:24 h (CET)
Hoy mi pareja me ha convencido de tomarme un café con ella y con un amigo con el que me suelo aburrir muchísimo. Hoy no ha sido una excepción. Mientras contaba los últimos regalos que le había comprado a su gato por Navidad por tercera vez, decidí escribir este artículo sobre asertividad.

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Todos conocemos la sensación de estar haciendo algo que no nos apetece o de darle la razón a alguien por no saber exponer lo que quiero de una manera atractiva. Cuidado, ser demasiado rígido defendiendo tus intereses tampoco es nada atractivo. Pereza para discutir, falta de seguridad en uno mismo o prisa por acabar con esa situación. Esas circunstancias nos llevan a actuar de forma muy poco seductora... Y a escuchar historias sobre regalos a gatos.

Para que esas situaciones no sucedan debemos aprender a utilizar mejor nuestra asertividad. Habréis oído esa palabra, que se podría explicar como la tendencia a mostrar mi punto de vista de una forma efectiva, potente, sin ofender al otro y abierto a la flexibilidad si recibo argumentos que me convenzan de lo contrario.

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Pero mejor que una larga explicación, una fórmula sencilla, paso a paso, para que todos entendamos como utilizar la asertividad.

FÓRMULA DE LA ASERTIVIDAD
1- Afirmación objetiva de algo real que es indiscutible.

Una frase realista y objetiva que explique la situación. Se trata de que en esta primera parte estéis los dos de acuerdo.

“A veces me incluyes en planes con tu amigo el de los gatos”.

2- Mostrar empatía con la otra persona.

En este punto es donde debemos conseguir que la otra persona no se sienta atacada y sí comprendida para que reciba nuestro mensaje de una manera más atractiva. Cuanto más comprendida se sienta mayor será su apertura a aceptar lo que le estemos diciendo.

“Yo entiendo que te haga ilusión que tus amigos y yo compartamos cosas juntos porque somos importantes para ti, y eso es bonito”.

3- Comunicar que es lo que no me gusta.

En la tercera fase volvemos a ser objetivos y no podemos exagerar diciendo qué es lo que nos incomoda o nos molesta.

“Pero no me gusta dedicar mi tiempo libre a escuchar historias de gatos vestidos de Papa Noel ni que me incluyas en planes sin contar con lo que me pueda apetecer”.

4- Concretar qué es lo que quieres.

Ya hemos dicho lo que no queremos. Pero si nos quedásemos ahí (que es lo que hace mucha gente) sólo pondríamos un problema encima de la mesa. Nosotros debemos proponer también la solución. Una solución que sea positiva para ambas partes y que ilusione a los dos por igual.

“Me gustaría que antes de hacer planes conmigo me consultaras antes y que tratásemos de pasar nuestro tiempo juntos haciendo cosas de las que disfrutemos los dos”.

5- Explicar consecuencias positivas de lo que quieres.

Muy bien, de momento ya le ha quedado claro lo que queremos, pero ¿qué saca ella a cambio? Debemos convencerla de que hacer lo que a nosotros nos gustaría va a ser mejor para los dos.

“Así los dos estaríamos más ilusionados, nos lo pasaremos mejor y disfrutaremos más del tiempo juntos. Sentiremos que valoramos más el tiempo del otro y cuando estemos con amigos y sin pareja podremos también compartir más intimidad con nuestros amigos”.

6- Explicar consecuencias negativas de seguir haciendo lo que no te gusta.

Si una situación que no nos gusta se alarga en el tiempo, nos va hacer sentir mal. Eso va a tener unas consecuencias negativas que no nos convienen a ninguno de los dos. No se trata de amenazar sino de hablar como nos sentiremos.

“Sino, pues probablemente me vaya a aburrir y me apetecerá menos pasar tiempo contigo, porque percibiré que no me estas teniendo en cuenta”.

En el próximo artículo utilizaremos esta fórmula de asertividad para resolver situaciones como:

A) Queremos conseguir un teléfono pero el chic@ está indeciso en dárnoslo o no.
B) Nuestra pareja ha invadido nuestra intimidad y nos ha mirado el móvil.
C) La persona con la que estoy quedando no se atreve a dar el paso a tener algo más “intimo”.

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En todas las relaciones sociales que con el tiempo acaban siendo más íntimas, los comienzos suelen ser fáciles porque existe una motivación que hace que eso prospere, que vaya avanzando porque el interés emocional es mutuo por ambas partes. Y esto es aplicable para amistades o parejas. En todas ellas, es imprescindible que haya reciprocidad, que exista una conexión que funcione como la gasolina de un automóvil que propicia que día tras día se mueva y circule.

Muchas personas no saben por qué las tratan de esta o aquella manera. ¿Por qué no son capaces de transmitir la seguridad necesaria para alcanzar sus objetivos? En las relaciones interpersonales podemos identificar una fuerte influencia del lenguaje corporal, independientemente de la vestimenta utilizada, el estatus social y la religión. En definitiva, ¡el cuerpo habla!

La tristeza es una emoción humana común y natural. Todos pasamos por momentos difíciles en la vida, y en esos momentos, tener el apoyo de amigos y seres queridos puede marcar la diferencia. Cuando un amigo está triste, es natural querer ayudar, pero a menudo nos enfrentamos a la dificultad de no encontrar las palabras adecuadas para reconfortarlos.

 
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