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Consultar debidamente a la población es una práctica saludable y que se practica en todos los países civilizados

Consulta “un poco" democrática

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Lo dice una de las personalidades que debían avalar la nitidez de la tan anunciada Consulta del 9-N, designada por el Parlamento y nombrada por un extraño decreto del presidente Artur Mas.

La sorprendente noticia es que Quim Brugué, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, propuesto por ICV-EUiA, ha renunciado a su cargo de miembro de la Comisión de Control de la Consulta. No sabemos si esto provocará un efecto dominó en los otros seis miembros de dicha comisión, lo que no sería extraña vistas las importantes razones que da el dimisionario.

Explica el catedrático señor Brugué que dimite porque "no puedo avalar una consulta que, en mi opinión, no ofrece garantías democráticas". Lo que en las circunstancias actuales parece bastante evidente, y que no sorprenderá demasiado a los ciudadanos que han seguido los últimos acontentaments. Sea por culpa del mismo planteamiento del llamado "proceso" o por las motivaciones y obstáculos alegados por el Estado, la prevista Consulta no podría ofrecer la credibilidad necesaria para tener efectos serios en ninguna instancia.

Cuando se asegura que esta consulta se quiere hacer porque viene otorgada al pueblo por un invocado "principio democrático" o por la "radicalidad democrática" que se persigue, y que se hará con las "máximas garantías democráticas", no sería lógico llevarse a cabo sin que esta nitidez democrática no resultara incontestable. Y la dimisión de uno de los miembros de la Comisión que debería encargarse de este control democrático alerta, como mínimo, de que las cosas no están claras, Y eso ya es grave.

Además, denuncia atinadament el dimisionario la "falta de neutralidad" de los convocantes de la Consulta, como se evidenció, por ejemplo, en el encuentro con el presidente Mas de alcaldes de toda Catalunya en apoyo a la consulta, pero gritando al mismo tiempo "!independencia, independencia!". O sea, que en lugar de consultar al pueblo lo que quiere, se busca que este vote independencia, que es lo que quieren los que claman por el "derecho a decidir"; un "derecho" que, en este contexto, se convierte en casi una obligación de decir "sí" a lo que defienden los convocantes, su "derecho a decidir". De democrático, al entender de cualquier ciudadano, esto no tiene nada.

Consultar debidamente a la población es una práctica saludable y que se practica en todos los países civilizados. ¿Por qué no aquí? Si es sobre la forma de gobernarse, sobre las relaciones con otros pueblos o sobre su propio destino -como se dice- resulta más que necesario, obligado. Pero se ha de "hacer bien" como dice y repite el señor Mas, porque lo que tenemos entre manos es delicado como una "figura de porcelana". De acuerdo, pero quien dice eso no puede ser el primero en romperla, la "figura de porcelana" Y mucho parece que ya lo ha hecho.

Es, precisamente, lo que denuncia con su dimisión el catedrático Quim Brugué, al negarse a hacer el paripé, a parecer que "avala" lo que "en conciencia", le parece que no puede avalar. ¿Que harán los demás miembros de la Comisión de Control? ¿Optarán por seguir su propio criterio, muy respetable, o el del partido que los propuso?

Sea como sea, y aparte de los serios obstáculos, jurídicos y políticos, que pongan las instituciones del Estado y el propio Rajoy, dadas las multitudes en la calle y los gritos de tantos alcaldes en el Palau, parece que la Consulta, si se hiciera, "un poquito democrática " sí que lo sería.

Consulta “un poco" democrática

Consultar debidamente a la población es una práctica saludable y que se practica en todos los países civilizados
Wifredo Espina
martes, 7 de octubre de 2014, 08:00 h (CET)
Lo dice una de las personalidades que debían avalar la nitidez de la tan anunciada Consulta del 9-N, designada por el Parlamento y nombrada por un extraño decreto del presidente Artur Mas.

La sorprendente noticia es que Quim Brugué, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, propuesto por ICV-EUiA, ha renunciado a su cargo de miembro de la Comisión de Control de la Consulta. No sabemos si esto provocará un efecto dominó en los otros seis miembros de dicha comisión, lo que no sería extraña vistas las importantes razones que da el dimisionario.

Explica el catedrático señor Brugué que dimite porque "no puedo avalar una consulta que, en mi opinión, no ofrece garantías democráticas". Lo que en las circunstancias actuales parece bastante evidente, y que no sorprenderá demasiado a los ciudadanos que han seguido los últimos acontentaments. Sea por culpa del mismo planteamiento del llamado "proceso" o por las motivaciones y obstáculos alegados por el Estado, la prevista Consulta no podría ofrecer la credibilidad necesaria para tener efectos serios en ninguna instancia.

Cuando se asegura que esta consulta se quiere hacer porque viene otorgada al pueblo por un invocado "principio democrático" o por la "radicalidad democrática" que se persigue, y que se hará con las "máximas garantías democráticas", no sería lógico llevarse a cabo sin que esta nitidez democrática no resultara incontestable. Y la dimisión de uno de los miembros de la Comisión que debería encargarse de este control democrático alerta, como mínimo, de que las cosas no están claras, Y eso ya es grave.

Además, denuncia atinadament el dimisionario la "falta de neutralidad" de los convocantes de la Consulta, como se evidenció, por ejemplo, en el encuentro con el presidente Mas de alcaldes de toda Catalunya en apoyo a la consulta, pero gritando al mismo tiempo "!independencia, independencia!". O sea, que en lugar de consultar al pueblo lo que quiere, se busca que este vote independencia, que es lo que quieren los que claman por el "derecho a decidir"; un "derecho" que, en este contexto, se convierte en casi una obligación de decir "sí" a lo que defienden los convocantes, su "derecho a decidir". De democrático, al entender de cualquier ciudadano, esto no tiene nada.

Consultar debidamente a la población es una práctica saludable y que se practica en todos los países civilizados. ¿Por qué no aquí? Si es sobre la forma de gobernarse, sobre las relaciones con otros pueblos o sobre su propio destino -como se dice- resulta más que necesario, obligado. Pero se ha de "hacer bien" como dice y repite el señor Mas, porque lo que tenemos entre manos es delicado como una "figura de porcelana". De acuerdo, pero quien dice eso no puede ser el primero en romperla, la "figura de porcelana" Y mucho parece que ya lo ha hecho.

Es, precisamente, lo que denuncia con su dimisión el catedrático Quim Brugué, al negarse a hacer el paripé, a parecer que "avala" lo que "en conciencia", le parece que no puede avalar. ¿Que harán los demás miembros de la Comisión de Control? ¿Optarán por seguir su propio criterio, muy respetable, o el del partido que los propuso?

Sea como sea, y aparte de los serios obstáculos, jurídicos y políticos, que pongan las instituciones del Estado y el propio Rajoy, dadas las multitudes en la calle y los gritos de tantos alcaldes en el Palau, parece que la Consulta, si se hiciera, "un poquito democrática " sí que lo sería.

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